En la República de Platón, la mentira verdadera es aquella vinculada con la ignorancia que existe en el alma del engañado, quien está dispuesto a creer lo que se le comunica y se utiliza mucho en el campo de la mitología para que el narrador interprete los hechos del pasado, para así poder explicar a los jóvenes un conocimiento perdido en el tiempo o inculcar un valor.

Ese tipo de discurso ha sido una estrategia para influir en la sociedad e imponer mensajes, por diferentes medios, desde el cine, el manejo editorial de la información hasta los discursos de candidatos y gobernantes. Pero históricamente, me atrevo a decir que desde la Conquista, a las y los mexicanos nos deslumbran con espejitos, por ello la figura del padre católico, pastor de iglesia, ministro de culto, gobernador, diputado, candidato, hoy tiene gran influencia en sectores de la sociedad; al grado de que nuestro señorpresidenteellicenciado Andrésmanuel parece emular esas figura clerical diariamente, desde su púlpito mañanero.

El moral titular del ejecutivo federal nos recuerda al argumento de El Padrecito, película mexicana del año 1964, protagonizada por “Cantínflas”; las similitudes entre Mario Moreno y Andrés Morena son impresionantes, desde el estilo de hablar hasta el manejo de los temas. En la citada producción cinematográfica el padre Sebastián (interpretado por Cantinflas) no tarda en hacerse notar por ser una persona muy respondona y muy abierta, al negarse a bautizar a un bebé por el nombre que querían ponerle, negarse a darle las amonestaciones a una pareja, bailar en el campanario y sobre todo por jugar a la baraja, a los dados y al balero por diferentes razones. Siempre saliéndose del orden común, justificando su actitud cobarde por el bien de los demás, sin la valentía suficiente para mostrarse verdaderamente como es y victimizándose ante todo.

Los críticos han señalado en la película una función moralizante, como ha sido en otras del mismo actor. Antes de que la producción fuera estrenada, en el contexto religioso mundial, el papa Juan XXIII había llamado al Concilio Vaticano II tan sólo dos años antes, y el argumento del guión parece abarcar las reformas que se promulgaron desde el Vaticano como el remedio para la pobreza de México. Si lo pensamos bien, el gran público del presidente mexicano, su voto duro, son aquellas generaciones que idolatraron a Mario Moreno y que en el cine mexicano encontraban estereotipos que adoptaron como ejemplos de vida, para bien y para mal.

Nuestro padrecito moderno, nos avienta sermones diarios que pasan por el análisis de expertos en comunicación, desnudando si platónica maña; la consultora SPIN que es reconocida por realizar análisis de discurso, hace quincenalmente una entrega de datos sobre las mañaneras de nuestro presidente, midiendo categorías como palabras más repetidas, menciones de estados durante campaña electoral y afirmaciones no verdaderas.

Lo que comienza a preocupar al país, cuestión que ya empieza a ser escandalosa, es la mentira constante, su pretexto de los “otros datos” está agotado; con corte al 31 de mayo, SPIN ha contabilizado 53mil 773 afirmaciones no verdaderas de López Obrador emitidas desde su conferencia matutina del 3 de diciembre de 2018, el presidente de la República miente cada mañana ante todo el país, usando recursos humanos y materiales que él no paga, 87 veces en promedio.

Todavía hay una buena cantidad de mexicanas y mexicanos dispuestos a creer la interpretación del pasado que hace AMLO todos los días, convencidos como séquito de sus consejos moralinos, y que han convertido su fanatismo en votos durante la pasada elección, porque resultados objetivos no hay, las promesas se van opacando por una realidad que no es capaz de afrontar López Obrador solo.

Al final, el padrecito se retira del pueblo, sus ideas se quedaron como anécdota y llega un nuevo padre; mientras el singular personaje es comisionado a otra parroquia no para ser el titular, si no para contagiar con su ánimo al párroco local. Mas rápido cae un hablador que un cojo, vamos a medio sexenio.