Nunca antes la revocación de mandato había preocupado al Presidente. De hecho, hasta hace algunas semanas, uno de sus pasatiempos favoritos consistía en preguntarle a sus colaboradores más cercanos, a manera de listado, su opinión sobre el número de puntos, (por arriba de los 55 porcentuales), que obtendría de apoyo ciudadano. Esa dinámica fue suspendida. El juego dejó de ser divertido.

Y aunque lo más probable es que AMLO evite con relativa claridad la revocación de su mandato, el tema central es que estará muy lejos de presumir que arrasó, como ocurrió en aquella elección del 2018. Tanto él como sus asesores preveían un desgaste natural, (y la consecuente pérdida de votos), pero nunca que rayara niveles de alarma.

Desde que la revocación de mandato se cristalizó, el Presidente añoraba el momento de efectuarla para restregarle el resultado a sus adversarios, “por ello insistía tanto en ejecutarla al mismo tiempo que las elecciones intermedias (claro, además de buscar influir en el resultado)”, me dice una fuente de Palacio Nacional.

Hoy las cosas son diferentes, el entusiasmo de AMLO por la consulta de revocación disminuyó considerablemente. Ya no hay dinámicas con el equipo de trabajo; ya no hay discursos de triunfalismo adelantado; ya no hay risas al tocar el tema, “es más, ya no hay punto”. En este momento al Presidente no lo calienta ni el sol, mucho menos las mañaneras.

Me hacen saber que el Presidente está sumamente molesto con Marcelo Ebrard y Mario Delgado, no así con Claudia Sheinbaum. Les achaca en buena medida lo ocurrido en la Línea 12 del Metro, y su posterior consecuencia en las votaciones. “Además, Andrés sabe que si Monreal alcanza la candidatura, podría borrar todo indicio del obradorismo para instalar un monrealismo”.

Si bien es cierto el tabasqueño le permitió a su Coordinador de Senadores coquetear con el 2024, no olvida aquel gran berrinche que hizo cuando no lo dejó gobernar a la CDMX, prefiriendo a Sheinbaum. “De hecho, AMLO sabe que con Monreal podría correr el riesgo de no hallar continuidad a su proyecto de transformación”, afirman.

Por eso AMLO se nota molesto y desencajado en las mañaneras; no es casualidad que actúe cada vez más como dirigente de su partido que como Presidente de la República. “Es una de las épocas más obscuras y silenciosas en los pasillos de Palacio Nacional desde el 2018… es una tumba”, me confían.

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