La ecuación es muy sencilla. En México hay mucho más pobres que clase media y alta, por tanto, los pobres nos garantizarían siempre una mayoría calificada en el Congreso, lo mismo en la Cámara de Diputados que de Senadores. Esa es la ecuación del Presidente López Obrador, quien a diez días de la elección y ante la nueva conformación de la Cámara de Diputados, ya no está tan feliz, feliz, feliz como el primer día.

La desaparición de la figura de las diputaciones plurinominales no es algo novedoso. Es algo que se ha planteado prácticamente desde que se incorporaron a la Constitución tras la primera gran reforma electoral promovida por don Jesús Reyes Heroles en 1977. De lo que se trataba es que los partidos políticos que obtenían una determinada cantidad de votos –aunque perdieran la elección- tuvieran acceso a las cámaras legislativas en esa misma proporción.

La abrumadora mayoría del PRI de entonces –la cual hoy intenta emular Morena- impedía que prosperara cualquier iniciativa que no estuviera inscrita en la lógica del Presidente ni del partido en el gobierno. Por tanto, lo que López Obrador propone dar un salto de cuatro décadas atrás.

La figura de los diputados plurinominales trata de evitar esta distorsión. Vayamos a los números. En una elección federal, un partido político podría ganar 200 de los 300 distritos electorales en disputa, aun cuando la diferencia de votos pudiera ser mínima, es decir, ganar con el 40% de la votación, mientras que el segundo lugar tendría 35% y el tercer lugar un 25%.

Sin diputados plurinominales, el partido mayoritario obtendría las dos terceras partes del Congreso, es decir, el 66% de los escaños, lo que le daría una mayoría calificada automática. Gozaría de una sobre representación del 26% respecto de los votos que le concedieron los electores, mientras que los otros partidos tendrían apenas una representación legislativa del 34% con el 60 por ciento de los votos, es decir, tendrían la mitad de diputados que el partido mayoritario aunque su votación haya sido considerablemente mayor.

Esta fórmula permitió durante estas 4 décadas que una infinidad de personajes de la izquierda, que jamás hubieran tenido posibilidad de ganar una elección en las urnas, pudieran tener acceso a la Cámara de Diputados –y posteriormente al Senado- lo que fue abonando en mucho a la transición política que estamos viviendo.

La representación legislativa en función de los votos de cada partido es lo que molesta al Presidente. A su proyecto le estorba la pluralidad en el Congreso porque representa, como debe ser, un contrapeso a sus decisiones. Por ello está apostando a un esquema de todo o nada –el que gana, aunque sea por la mínima diferencia, se lleva todo- que le permita romper con este frágil equilibrio.

Es cierto, por muchos años, las diputaciones plurinominales desvirtuaron su propósito en los partidos políticos, incluso los más pequeños. Se convirtieron en una patente de corso para las burocracias partidistas a tal grado que hay diputados que lo han sido hasta en cuatro ocasiones sin haber ido jamás a una elección directa. Es su posición dentro del partido lo que les da ese privilegio.

En su conferencia de prensa de este miércoles, López Obrador también defendió la decisión de algunos legisladores de cambiar de partido, renunciando al que originalmente lo postuló, para sumarse a otro grupo parlamentario. Es un derecho, dijo el Presidente, porque no representan a los partidos “sino al pueblo”, y por tanto pueden decidir estar del lado de quien actúa en favor del pueblo.

Esto es no más que la velada convocatoria para que legisladores de otros partidos –como sucede en todos los Congresos controlados por Morena- se incorporen a su grupo Parlamentario en pos de una mayoría calificada que está cada vez más lejana.

Esta pretensión también podría replicarse en Veracruz. En su conferencia de prensa del lunes, el gobernador Cuitláhuac García anunció que presentará una nueva iniciativa de reforma electoral para insistir en los temas que desechó la Suprema Corte de Justicia a causa de un proceso legislativo irregular.

La situación en Veracruz es muy similar. A pesar de que la alianza morenista se hizo de 26 de los 30 distritos electorales, esto no sería suficiente para alcanzar la mayoría calificada. Con la distribución de las diputaciones plurinominales, Morena y sus aliados apenas alcanzarían 32 votos en total, mientras que la oposición se haría de las otras 18 posiciones.

Por supuesto será una tarea sencilla alcanzar mayoría calificada como lo han hecho en la actual Legislatura. Sin embargo, sin diputados plurinominales, Morena tendría un control absoluto del Congreso que le permitiría cualquier cosa, incluso cambiarle el nombre de Veracruz.

Que a nadie sorprenda la iniciativa que presentarán ambos personajes.

Las del estribo…

  1. ¿Quién desde palacio de gobierno quiere deshacerse del diputado de Gómez Cazarín, que cada vez circula con mayor fuerza la versión de que el contundente triunfo de Morena le podría costar no repetir en el Congreso a causa de la paridad de género?
  2. En los próximos meses, los veracruzanos –y millones de mexicanos- sabremos quién ganó verdaderamente la elección, si los partidos y sus candidatos o la delincuencia organizada. El Presidente ya nos dio una pista.