Todo comenzó cuando por una necesidad de dinero prestó atención a un aviso en el periódico que le ofrecía un préstamo rápido en efectivo, y sin mas requisitos que tener una propiedad con escrituras, después acordaron un lugar para encontrarse y hacer unos trámites a los que no les dio importancia, pues como hombre de bien, entendía que de alguna forma tendría que garantizar el crédito recibido.

Así comenzó una terrible historia de pesadilla en la que Guillermo un adulto mayor de noventa años y su hija, cayeron por necesidad y desconocimiento en manos de un agiotista, (como se le conoce a las personas que prestan dinero a cambio de excesivos intereses) al que sin saber le firmaron documentos suficientes para entregarle su casa.

Durante mucho tiempo hemos insistido en lo aventurado que resulta hacer caso de anuncios publicitarios que ofrecen dinero prestado con mínimos requisitos, de la misma forma en la que hemos insistido en tener mucho cuidado de proporcionar datos confidenciales como identificaciones, fotocopias de escrituras, incluso de firmar documentos cuyo contenido no se entienda o resulte sospechoso. Pero la combinación de todos esos factores da lugar a consecuencias desastrosas e irreparables para quienes resultan víctimas de agiotistas.

El negocio del agio poco a poco ha ido perdiendo utilidades mediante el cambio de criterios judiciales que ahora permiten la revisión de las tasas de interés que se pactan en un pagaré o en un contrato de préstamo civil (conocido como mutuo) incluso aunque tengan garantías como la hipoteca; ello porque antes de este cambio legal a nivel constitucional de prohibición de la usura se permitía que las personas ejercieran sin penalización alguna un negocio de grandes utilidades y pocos riesgos.

Hoy en día, se presta más atención a los montos totales de intereses atendiendo a las tasas pactadas por las partes, lo que hace el piso “mas parejo” a los contratantes, pero en detrimento de la ambición desmedida de quienes durante años o generaciones enteras se han dedicado a este giro.

Así, la salida que han encontrado es la simulación de contratos para evadir ese análisis judicial a un pacto de intereses, ¿cómo?, pues resulta que ahora los prestamistas hacen firmar a los deudores, (aparte de los clásicos pagaré) un poder amplio, cumplido y bastante para efectos de dominio y un mandato irrevocable a su favor para poder disponer a “sus anchas” de los bienes de un deudor.

Dichos documentos están siendo utilizados para simular, compraventas entre deudores y agiotistas para que los bienes queden a nombre de éstos o de sus prestanombres para finalmente desalojarlos en un juicio en el que aparentemente un propietario reclama a un antiguo dueño la entrega de la cosa vendida, burlando de esta forma la acción de la justicia.

Estos casos los hemos podido detectar en Coatepec, Veracruz, Xalapa, y sus alrededores en donde las víctimas son principalmente adultos mayores, en situación de vulnerabilidad, mermados en su salud, movilidad y autosuficiencia.

A manera de prevención resulta conveniente tener en cuenta que, no debe confiarse de los anuncios que ofrezcan dinero fácil, todos tienen algún riesgo probado que no vale la pena correr por un poco de liquidez, evitar acudir a notarias públicas a firmar poderes o mandatos a nombre de extraños, si es su caso, pida hablar con el Notario y coméntele lo que sucede, si tiene adultos mayores en casa brinde asistencia y acompañamiento en todo trámite que le parezca extraño, si es adulto mayor no minimice cualquier situación extraña que le ocurra y no caiga en exceso de confianza, no comparta con nadie información sobre sus bienes, y mucho menos acceda a firmar compraventas o cualquier otro acto que no sea real.

Un préstamo, es un préstamo y hay documentos pertinentes para respaldarlo, pero nada que tenga que ver con poderes o mandatos. Cuídese y cuide a los suyos. Los casos mas dolorosos e irreversibles con los que el Barzón ha luchado desde sus orígenes, sin lugar a dudas, son aquellos en donde se ven involucrados agiotistas, solo que ahora nos enfrentamos a un agio moderno y más voraz.

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