Madres se sienten en la orfandad por su hijos
Tijuana
Desaparecidos sus hijos, muchas madres en Tijuana no tienen qué festejar este 10 de mayo pues se sienten “huérfanas”, pues no hay palabra que defina a los progenitores que han perdido a sus descendientes. Es por ello que este lunes 10 de mayo, madres de desaparecidos efectuarán una manifestación ante la sede de la Comisión de Derechos Humanos a fin de exigir resultados pues urgen apoyos a la Comisión de Búsqueda de Desaparecidos así como de la Fiscalía de Justicia de Baja California, la Fiscalía General de la República y otras.
Desde 2006 suman más de mil 250 desaparecidos en Tijuana, una cifra similar a los mil 639 homicidios registrados en esta frontera hasta finales del 2020, pero la cifra ha ido en aumento.
“Es una angustia no saber qué pasó con tu hijo, dónde quedó, no saber a dónde ir a llorarle, a donde llevarle flores, no saber nada”, dice Angélica González, madre de un joven desaparecido hace dos años.
Unida a diversos grupos como el de Unidos por los Desaparecidos, Una Nación Buscando T y el colectivo Erick Carrillo, aún tiene esperanza de encontrar a su hijo de 22 años de edad.
“Quisiera ser como esas madres que saben a qué panteón ir a rezar, suena triste pero así es. Si tu hijo ya no está aquí que sepas dónde quedó”, dice.
Cada 10 de mayo siento un enorme vacío por Yosimar
Culiacán
María Isabel ha pasado por varias emociones en los últimos cuatro años, la desaparición de su hijo la tomó por sorpresa, pero en todo este tiempo jamás se ha dado por vencida, y confía plenamente en encontrarlo.
Yosimar era un agente activo de la policía municipal de Culiacán cuando un grupo armado llegó hasta su casa y se lo llevó por la fuerza el 26 de enero de 2017; desde ese entonces su madre no ha dejado de buscarlo.
María Isabel dice que en aquel tiempo se registró una “cacería” de policías y su hijo fue una de las víctimas, quedó en medio de una guerra en la que Los Dámaso intentaron controlar el Cártel de Sinaloa, pero fueron superados por los hijos de Joaquín Guzmán Loera.
A pesar de ser un agente de la policía, las autoridades no hicieron gran cosa por encontrarlo, incluso le pedían que dejara de buscarlo, pero su madre nunca lo ha hecho.
Comenzó junto a otras mujeres que integraban un grupo de búsqueda de personas desaparecidas, pero ahora es líder de su propio colectivo, denominado Sabuesas Guerreras, quienes han encontrado decenas de cuerpos.
María Isabel es quien brinda fuerza a las otras madres, por eso ha tenido que reprimir algunas de sus emociones, sobre todo cuando se siente desesperada, dice que requiere ser fuerte para seguir en las búsquedas.
“Todos deberíamos unirnos, los colectivos, las organizaciones, la sociedad, todos deberíamos unirnos para que esto pare”, manifestó.
Lamenta que la sociedad no se involucre en el tema de los desaparecidos, hasta que uno de sus familiares se encuentra ausente, lo que ha sido un obstáculo para detener las desapariciones forzadas.
En lo que va del año han sido reportadas 341 personas como desaparecidas, y los colectivos de búsqueda han reportado el hallazgo de 46 cuerpos u osamentas, ocho por el colectivo Sabuesos Guerreras.
En estos cuatro años ha sufrido intimidaciones, amenazas y hasta agresiones; a principios de este año, durante una de sus búsquedas, ella y otras integrantes de su colectivo fueron atacadas a balazos, cuando se encontraban en una finca a las afueras de la ciudad, que resultó ser un lugar para torturar y sepultar clandestinamente, de donde extrajeron cuatro cuerpos.
Cada Día de la Madres es doloroso, asegura sentir un vacío que no se llena con nada, y por eso aprovecha para salir a las calles para exigir justicia, por Yosimar y por todos los desaparecidos.
“Todos los días pido que regrese; acá lo esperamos”
Xalapa
La trillada frase de “no es natural que un padre pierda a su hijo, porque no hay adjetivo con el que se pueda nombrar a esta ausencia” cobra razón al escuchar a doña Maurilia Cruz, madre de Jorge Antonio Torres Cruz, quien desapareció en abril de 2012, en Xalapa.
“Todos los días le hablo a su fotografía y le he pedido que donde quiera que esté se cuide y que regrese, que en casa lo esperan, en casa lo esperamos”, dice con voz baja.
Maurilia es integrante de un colectivo. Ha participado en brigadas de búsqueda y sigue esperando cualquier información que la lleve a su objetivo, que es el poder ver de nuevo a su hijo, pero en el camino ayudan también a otras mujeres que, como ella han perdido a sus seres queridos.
La madre no habla de Jorge Antonio en pasado, habla en presente porque lo único que podría perder es la esperanza. Por eso, cuando puede, voltea hacia el retrato y le pide a su hijo que regrese cuando pueda y que no tema por el presente.
“Yo le digo: Mijo si ya tuviste otra familia por donde andas, tu ven, con uno o dos nietos más yo te recibo con los brazos abiertos, y si frijolitos como yo, frijolitos comerán mis nietos. Dónde quiera que estés, mijo que te llegue el mensaje: te sigo buscando, te sigo esperando”, dijo la madre sin evitar las gruesas lágrimas.
Maurilia ha aprendido a buscar, a realizar surcos para enterrar la varilla y averiguar si hay fosas clandestinas en los puntos que poco a poco y a través de anónimos, les van indicando que están cerca de encontrar restos, la esperanza de hallar un indicio que la ayude a descubrir qué ocurrió en realidad con Jorge Antonio, y con los hijos de otras mujeres, la han sostenido.
Es una losa que pesa demasiado: Silvia Ortiz
Saltillo
“Cada vez se hace más crudo seguir pasando fechas como ésta y ahora aunado a la situación de la pandemia la desesperación de las mamás ha crecido aún más por la necesidad de la búsqueda y por ver que no se están haciendo muchas cosas”.
Silvia Ortiz de Sánchez Viesca, vocera del grupo Víctimas por sus Derechos en Acción (Vida) y mamá de Stephanie Sánchez Viesca Ortiz, mejor conocida como Fanny, quien desapareció en Torreón, un 5 de noviembre del 2014, destaca que la angustia, la desesperación, el sentirse agobiadas, angustiadas, desesperadas, ha estado presente en estos meses y ha aumentado en este año de pandemia.
El coronavirus ha complicado la búsqueda, si en condiciones normales no se veía un plan de trabajo y búsqueda reales, “ha sido para nosotros desesperante, el hecho de que no puedes salir abiertamente a hacer algo o tratar de buscar y encontrar”, sostuvo Ortiz de Sánchez Viesca.
“Pesa, pesa demasiado, cada vez se siente una losa más grande, en nuestra espalda en donde por más que queremos cargarla pesa demasiado”, expresó.
El 10 de Mayo van a celebrar una misa para darse fuerzas entre ellas mismas y participar en la marcha en la Ciudad de México, que han denominado La X Marcha por la Dignidad, Madres Buscando a sus Hijas e Hijos; el objetivo es presionar al gobierno federal que está retrasando mucho más los avances al querer retirar a la Fiscalía General de la República (FGR) del Sistema Nacional de Búsqueda, lo que calificó como un golpe bajo.
“Eso acaba más y toca más la herida de este dolor tan grande que tenemos, no puede ser posible”, dijo.
Las abuelas ahora son madres
Oaxaca
El 19 de octubre de 2012 marcó la vida de Ana María Robles, fue el día que asesinaron a su hija, Viridiana Monserrat, de 47 puñaladas. Su fortaleza de madre, le dio la entereza de guiar las pesquisas que un año después se concretaron en la detención del autor material del feminicidio, y también a ajustar su tiempo y finanzas a la crianza de su nieta, quien quedó en la orfandad.
“Mi nieta, entonces, tenía un año de edad, por lo que tuve que cerrar el despacho jurídico dónde ofrecía mis servicios como abogada independiente. Desde aquel día, hasta la fecha, estoy abocada a cuidarla y amarla, pero también a buscar justicia para mi hija.
“El feminicidio de Viridiana ocurrió cuando tenía 50 años de edad. Sin pensarlo, dejé todo para proporcionar los cuidados maternos a mi nieta, quien padece de acidosis tubular renal, una enfermedad congénita, en consecuencia, mi vida de abuela cambió 360 grados”, mencionó.
Un año después de suscitado el crimen, entre los cuidados maternos a la nieta y trabajo en casa, Ana logró ubicar al victimario de Viridiana, quien se encontraba prófugo, en Baja California Sur.
Con su experiencia como abogada consiguió estar presente en el operativo policiaco, para ejecutar la orden de aprehensión en contra de Edgar Fabián M. C, quien a su vez es el padre de su nieta. Sin embargo, el proceso legal está entrampado en la lentitud burocrática, aún sin sentencia para el imputado.
“Ana y su nieta son víctimas indirectas del feminicidio, son invisibles para el Estado. Esto es evidente, pues a la fecha no existe ninguna ley nacional que obligue a crear un censo o un registro que indique el número de las infancias en orfandad por esta causa, y tampoco a sus tutoras o tutores”, refirió Bernardo Rodríguez Alamilla, defensor de los Derechos Humanos de Oaxaca.
“Sigo estando enojada, necesito seguir enojada para poder seguir en la lucha, en demanda de justicia, y por mi nieta, y llegado el momento, explicarle lo ocurrido a su mamá”.
A casi nueve años del crimen que segó la vida de su hija, Ana, subrayó, “no hay una ley que nos proteja. No existe una política pública que venga a ayudar a las abuelas”.
Excélsior/Jesús Bustamante/ Lourdes López/Alma Gudiño/Patricia Briseño