La Secretaría de Educación Pública (SEP) pretende renovar los contenidos de los libros de texto gratuito con base a los preceptos de la actual administración a partir del ciclo que comenzará en agosto próximo, pero lo hará con el presupuesto más bajo de los últimos ocho años para ese rubro y, por primera vez, pidiendo a los ilustradores que participen en el proyecto sin recibir pago económico.

Además, aunque la creación, revisiones y ajustes de un libro de texto en materia de diseño y contenido generalmente ocurría en un periodo de seis meses, y que el proceso de impresión y distribución comienza desde el año previo a la entrega, esta vez la SEP tendría cuatro meses para hacer todo el procedimiento y entregar los libros en agosto, al inicio del ciclo escolar 2021-2022.

La SEP publicó una convocatoria dirigida a artistas visuales para que realicen el acompañamiento gráfico de los libros de texto gratuito de Español, Ciencias Naturales, Geografía e Historia en el nivel primaria de tercero a sexto grado de primaria y que estará abierta hasta el 4 de abril.

La invitación, dice, es para artistas y artesanos en general, artistas urbanos, ilustradores, pintores, diseñadores gráficos, infógrafos y cartógrafos, escultores, dibujantes, fotógrafos, escenógrafos y grafiteros.

Sin embargo, no habría ningún pago monetario por su trabajo sino únicamente “una constancia por sus materiales visuales, con valor curricular, por parte de la Dirección General de Materiales Educativos, así como un ejemplar del libro en el que aparezca su ilustración y su crédito”.

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En cambio, los ilustradores deben ser capaces de “ajustarse a los cronogramas de trabajo”, pues si la convocatoria estará abierta hasta abril, solo faltarían cuatro meses para el inicio del ciclo escolar. Además, los seleccionados también deberán ceder a la SEP los derechos de su obra.

De ahí que el “Movimiento No vivimos del Aplauso”, integrado por la comunidad de artistas y creadores, emitieron una carta dirigida a la secretaria de Educación, Delfina Gómez, y al director general de Materiales Educativos, Max Arriaga, para expresar su descontento por dicha convocatoria.

“Si a quienes están convocando no es a profesionales sino a quienes realizan como pasatiempo todas las actividades enlistadas en la convocatoria, entonces los que no están siendo profesionales son ustedes. Si no hay presupuesto es mejor dejar los libros como están que hacerlos al vapor”, dice la carta.

“Es una falta de respecto pedir trabajo y querer pagar con el ‘te das a conocer’; nos parece inadmisible y reprobable porque todo trabajo debe ser remunerado, más aún cuando es una instancia del Estado quien lo solicita”. Por eso, les piden la revisión de dicha convocatoria a fin de que se conforme “un verdadero proyecto de mejoras al libro de texto gratuito”.

Mario Colín, ilustrador con más de 20 años de experiencia, advierte que “esto es una burla y una falta de respeto”. Se trata del discurso del presidente López Obrador que en diferentes ámbitos ha insistido que “debes sentirte halagado de trabajar en el gobierno”, pero eso no es suficiente, “se trata de un trabajo profesional que debe ser remunerado”.

Sobre todo porque la información gráfica que consumirán los niños en los libros “es una información visual debe curarse, tiene que ser una selección de los mejores, y el trabajo profesional cuesta”, insiste.

Al revisar el presupuesto de egresos de la Federación desde 2014 y hasta 2021, se observa una disminución de recursos en la Dirección General de Materiales Educativos, el área de la SEP encargada exclusivamente de la producción de contenidos y diseño de los libros de texto gratuito.

Durante el cuarto año de gobierno de Enrique Peña Nieto, la Dirección de Materiales Educativos sufrió el mayor recorte al pasar de 2 mil 800 millones de pesos en 2015 a 292 millones de pesos el año siguiente, aunque el recorte se trató del rubro “subsidios”, mientras que los salarios y gastos de operación prácticamente se mantuvieron igual.

En 2017 nuevamente bajó a 228 millones de pesos, aumentó durante el primer y segundo año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con 232 y 236 millones de pesos, respectivamente.

Para 2020, la dirección solo tuvo 216 millones de pesos y para 2021 registra el mínimo histórico: 204 millones de pesos, de los cuáles 74 millones es para salarios y 129 millones para gastos de operación, mientras que 150 millones de pesos está clasificado como “otros gastos”.

¿Qué hace un ilustrador?

El trabajo de un ilustrador en cualquier proyecto no solo se trata de hacer ‘un dibujo’ sino de comunicar a través de la imagen. En el caso de los libros de texto se trata de trabajos que dan mayor información y, también deben ser pedagógicos, por eso, quien lo realice, debe ser un profesional de la comunicación visual.

Así lo explica, Alma Soto, maestrante en Diseño y Producción Editorial, quien asegura que no se paga el trabajo en sí mismo, sino los años de preparación y experiencia de quien hará las ilustraciones, porque obviamente no se trata de contratar a improvisados.

“Están subestimando a quienes participen, porque las ilustraciones son igual de importantes que escribir un texto o hacer las infografías, y todos deben ser remunerados. Con un reconocimiento no se pagan los impuestos, la renta y hasta la licencia de los programas de edición”, dice Soto.

Animal Político también consultó a un exfuncionario que participó directamente en la creación de libros de texto durante el sexenio pasado para entender cuál es el procedimiento técnico e institucional que debe llevarse a cabo.

El exfuncionario, que pidió no publicar su nombre para evitar alguna represalia del actual gobierno, explica que la renovación de un libro lleva al menos seis meses y, generalmente iniciaba en agosto del año previo con presupuesto etiquetado para pagar también las colaboraciones de expertos.

Primero, desde la Dirección de Materiales Educativos se convocaba a expertos para conformar los “equipos autoriales”, quienes se encargaban de hacer desde la conceptualización del libro, el mapeo de la investigación, hasta la didáctica, es decir, el contenido de los libros.

Cada equipo tenía un coordinador, que es el experto en cada materia, dos o tres profesionales y dos maestros frente a grupo con quienes se pone a consideración la propuesta pedagógica.

A la par se incluía al equipo de ilustración, quien recibía la información que contendrían los libros, y hacían la propuesta didáctica, porque las imágenes “no son de adorno, sino de aportación didáctica”.

Una vez concluido este primer proceso, el libro completo se enviaba a otros expertos agrupados en Academias, como la Mexicana de Ciencias o de la Lengua, quienes hacían comentarios respecto a la correcta utilización de términos. Aquí el nivel de expertos incluían, por ejemplo, a la astrónoma Julieta Fierro.

Después, los libros “se ponían a prueba” entre maestros y sus alumnos, quienes realizaban las actividades previstas en los libros, desde las más simples hasta las más complejas. Todos los comentarios eran incluidos para los últimos ajustes.

Solo hasta solventar este proceso, el libro es enviado a la Conaliteg para las primeras pruebas de impresión y, posterior producción en masa.

De acuerdo con los procesos de operación, desde septiembre del año previo, la SEP tiene que hacer las actualizaciones o ajustes a los libros, para que desde octubre comience el proceso de selección de los proveedores de papel y la impresión comienza en enero y concluye en marzo.

En abril, la Conaliteg arma los paquetes de libros para cada alumno de los 148 mil planteles y el mes siguiente son distribuidos a los 233 almacenes y 362 centros de acopio de las entidades federativas.

En tanto, en junio y julio, los gobiernos estatales reparten los libros a los municipios y éstos a cada escuela, para que en agosto, al iniciar el ciclo escolar, los alumnos tengan su paquete de ejemplares.

Animal Político

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