El amor cuando se da suele ser a primera vista un refinamiento del instinto y las emociones, la creación deliberada tropieza para concluir en una obra que se debate entre debilidades y la consciencia decisiva, impulsada por la voluntad, se manifiesta abiertamente en el reflejo de atracción mutua incapaz de polarizarse sino en fuerzas dominantes, presencia directa que controla al ser que se distrae absorto y se constriñe en el destino humano. El amor define desde los primeros días de vida, Robert Louis Stevenson, era llevado por sus padres a la iglesia presbiteriana en donde escuchaba las prédicas con historias sobre Caín y Abel, el Libro de Daniel o sobre el Diluvio Universal. Alison Cunningham, llamada “Cummy”, asistía al pequeño Louis y a su madre, ya que ambos padecían de enfermedades respiratorias, acentuándose en los inviernos lluviosos y nublados en la mágica ciudad de Edimburgo; la niñera Cummy contaba historias que impresionaban al pequeño Louis con su calvinismo austero y sus narraciones nocturnas truculentas, que provocaron que el niño comenzara a tener pesadillas por las noches. Su obra fue fuertemente influida por las experiencias infantiles tempranas.

Cummy, se preocupaba por él de manera conmovedora cuando yacía enfermo en cama y le leía pasajes de algunas obras como Pilgrim´s Progress de John Buyan y de la Biblia. La obra de Stevenson A Child´s Garden of verses, que apareció por primera vez  en 1885 con el título Penny Whistles, sigue siendo hasta hoy una lectura favorita en Gran Bretaña, tiene una dedicatoria a su niñera Cummy: “A Alison Cunnigham. De su niño:

Por las largas noches en que me velaste y a mi cabecera te quedaste; por aquella mano firme por un suelo difícil andaba; por las muchas penas en que me amparaste; por tu compasión, porque me cuidaste; por los muchos libros que tú me leíste en aquellos días felices y tristes; mi segunda madre, mi primera esposa, ángel de mi infancia tan dificultosa…de aquel niño enfermo, sano ahora y adulto, toma este librito, aya, porque es tuyo. Y ojalá que al cielo cuantos los lean, les dé en su momento alguien que les quiera, y que todo niño que escuche mis versos al cálido abrigo del hogar y el fuego, perciba en la voz del mismo, cariño que la que alegró mis días de niño. R.L.S”.

El doctor tratante le escribe al novelista, cuentista, poeta y ensayista británico Robert Louis Stevenson, ya en sus últimos años de vida, para recomendarle reposo en su tarea creadora, pues si no, corre el peligro de morir joven, Stevenson le responde: “Sepa usted, doctor, que un hombre.., muera cuando muera.., siempre muere joven”.

Stevenson, es un escritor joven con encanto, cuando tiene entonces veinticinco años, ha escrito una carta a la señora Sitwell, en la que le narra sobre un hombre, el honorable Sr. J. Steed:   “… y nos contaba cosas sobre los Mares del Sur, hasta que ardí en deseos de ir allí…La isla del Navegante se llama aquel sitio, el cual es seguro bálsamo contra la tristeza”. Robert Louis Stevenson, a esa edad, es un hombre muy pobre, escritor que vive en una bohemia miserable, aunque señala orgullosamente, “voluntaria”. Trece años más tarde sus éxitos literarios le permitirán navegar en una goleta llamada el “Casco”, que zarpa de San Francisco hacia el Pacífico poniendo proa hacia un viejo sueño, acuciándole algo más que el recuerdo de un anhelo de juventud: el estado cada vez peor de su salud, para lo cual, ya no ve más solución que el suave clima de las islas, seguro bálsamo contra la tristeza, le había dicho el honorable Steed, el hombre que volvió de la isla del Navegante, o, un lugar para morir joven… demasiado joven, como todos los hombres.

La vasta obra de Stevenson, otorga un legado universal enriquecida de crónicas de viaje, novelas de aventuras e históricas y, de fantásticas aventuras clásicas como La isla del tesoro, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, que puede ser clasificada esta última como una novela psicológica de terror, algo gateliano de estos tiempos. Robert Louis Stevenson, fue reconocido y apreciado en su tiempo, y sigue siéndolo después de su muerte, sus obras tuvieron y tienen influencia en destacados escritores y pensadores como Joseph Conrad, Graham Green, Chesterton, Wells, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, entre otros. Robert Louis Stevenson, nació en Edimburgo Escocia, el trece de noviembre de 1850; agobiado por la tuberculosis y de sus padecimientos respiratorios bronquiales desde la infancia, murió el tres de diciembre de 1894 en Vailima, Samoa, en la Polinesia, a la edad de 44 años, de una hemorragia cerebral, una hora después de que Stevenson, terminara de dictar a Fanny Osbourne, su mujer, un párrafo de su novela más ambiciosa Weir of Hermiston… Un año antes había relatado en una carta: “Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito enfermo, con hemorragias, entre estertores de tos… he escrito con la cabeza dando tumbos”.

“Si los cuentos que narran los marinos, hablando de temporales y aventuras, de sus amores y sus odios, de barcos, islas, perdidos Robinsones, bucaneros, enterrados tesoros, y todas las viejas historias, contadas una vez más de la misma forma que siempre se contaron, encantan todavía, como hicieron conmigo, a los sensatos jóvenes de hoy, ¿Qué más pedir?…Pero si ya no fuera así, si tan graves jóvenes hubieran perdido la maravilla del viejo gusto por ir con Kingston o el valiente Ballantyne, o con Cooper, y atravesar bosques y mares: Bien ¡Así sea!… Pero que yo pueda dormir el sueño eterno con todos mis piratas junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños”, escribió Robert Louis Stevenson, al inicio de la hermosa novela de aventuras La isla del tesoro.

Sintácticas

De Emil Misramsh:

Escribir poesía sin tu presencia:

Ausencia presente, constante, permanente;

describirte desnuda con besos y caricias, geografía de tu océano, temporal ardiente incesante, oleaje de tu cuerpo; pensamiento constante; orografía sinuosa.

Fulgores resplandecientes; presentes-ausentes, deslumbrantes deseos;

espacio-existencia…Los cerebros perciben los círculos energéticos de la vida.

Te Deum. Gregorian Chant. Schola Bellarmina: