Hace seis años conversé brevemente por teléfono con Dannah Garay porque iba a presentarse en La Tasca (Ver: El íntimo brillo en la garganta │ Dannah Garay), en la introducción escribí:

«Recuerdo haber visto a Dannah por primera vez en uno de los Seminarios JazzFest que se realizaron aquí, en Xalapa, en los últimos veranos del siglo XX y los primeros de este milenio. Era entonces una promesa que se ha venido cumpliendo con el paso de los años. Este fin de semana volverá a Xalapa para traernos su voz, cada vez más madura, cada vez más interna».

Y la promesa se cumplió con creces, no solo porque en 2019 obtuvo el Premio Grandes Valores en la categoría Arte con Valores «por su sobresaliente trayectoria como cantante y compositora, ubicándose como una de las máximas figuras del jazz en México y Latinoamérica, promoviendo los valores universales mediante su obra artística, sensibilidad, calidad interpretativa y enorme talento», esa es solo una consecuencia, sino porque a lo largo de su carrera ha ido construyendo un lenguaje propio, una manera personal de decir sus cosas, de enarbolar sus verdades, de plantear sus valores y defenderlos, y eso, justamente eso es el jazz, más allá de técnica, la estilística, el lenguaje, el jazz una manera honesta de encontrarse con la vida y celebrarla, y ese, justamente ese ha sido el leitmotiv de Dannah Garay. Hace unos días volví a platicar con ella, esto me comentó:

Unforgettable

Hola, soy Dannah Garay, nací en la Ciudad de México el 12 de enero de 1984. No soy de familia de músicos pero sí traigo un linaje musical, en mi familia me han dicho que mi bisabuelo tocaba el piano, y mi tío abuelo, que se llamaba Óscar —a quien quise muchísimo—, tocaba la guitarra y le enseñó a mi papá y a su hermano —mi tío Javier— a tocar y les dio una gran formación en la música clásica, boleros y música con influencia flamenca. Yo crecí con todo eso, con un gran gusto de mi familia por la música clásica, por el jazz y por varios géneros que hoy son de todo mi agrado.

Cuando era pequeña me tocó la época de los LP’s y de los casetes, me tocó estar esperando en la radio mi canción favorita durante horas hasta que llegaba el momento de oprimir record y play al mismo tiempo para grabar, y pese a la facilidad con la que se consiguen hoy las cosas, debo admitir que la espera tenía su encanto, hacía valorar más lo obtenido. Muchas veces me gustaba una canción pero no sabía cómo se llamaba, entonces tenía que esperar al final a ver si el locutor decía el nombre, y si no, pues ignoraba el nombre pero por lo menos la tenía, si es que no había ruido de la radio atrás de la canción, y si había, tenía que volver a esperar. Así hacía los famosos mixes en los casetes.

También me tocó la transición al CD. Mi papá compraba muchos discos, entre ellos había una colección en la que había un disco de Nat King Cole y cuando lo escuché, la verdad es que enloquecí, me encantó; mi papá tenía un reproductor para CD´s y un dispositivo para grabar en casete, y además se podía meter un micrófono, entonces le ponía mi voz encima a Nat King Cole y hacía mis grabaciones caseras en un casete, en eso pasaba mis tardes. Siento que me aproximé de un modo muy inocente a la música, muy apasionado pero sin ninguna expectativa, más bien amando la música profundamente, queriendo acercarme a ella; recuerdo haber tenido un interés muy especial hacia la música desde mis más tiernos años.

Sueño y diseño

Si yo hubiera tenido más claro que quería estudiar música, lo hubiera hecho y creo que mis papás me hubieran apoyado, pero la música siempre fue parte de mi vida y siempre la llevé a la par de lo que hacía, entonces estudié la Licenciatura en Diseño Gráfico, que en esa época era una carrera muy artística, veíamos ilustración, dibujo de la figura humana, diferentes técnicas de pintura y muchas materias que eran más artísticas que comerciales, ahora es distinto. Actualmente también me dedico a pintar, ha sido lo que me ha dejado la pandemia, resucitar un poco esta parte artística de lo que estudié en la carrera diseño, pero que me ha servido para expresarme en otra rama del arte y, curiosamente, muchas de mis obras tienen nombres de canciones que han formado parte de mi vida musical. Es una manera de mezclar la música y la pintura.

Terminando la carrera me di cuenta que quería dividir mi vida entre el diseño y la música, pero la música inclinó la balanza. Siempre fui freelance en el diseño, nunca me contraté con una empresa porque no quería que me quitara tiempo para poder seguir en la música. Actualmente, de la música —y particularmente del jazz que no es como otros géneros más comerciales—, de la docencia y de la pintura es de donde vivo, realmente soy muy feliz y obtengo un sustento. Mi esposo también se dedica a la música, es pianista clásico, se dedica a la docencia y vivimos auténticamente del arte. Se puede vivir muy bien del arte, se puede vivir tranquilamente y es una bendición enorme poder vivir de lo que amas, es algo muy gratificante.

Tiene aproximadamente unos dieciséis años que doy clases de canto, me di cuenta desde las primeras sesiones que podía ayudar a mis alumnos, que podía pasarles consejos basados en la observación de mi propio cuerpo, de cómo funcionan mis resonadores, de cómo funciona mi respiración; después me metí a investigar en varios libros y prácticamente ya he creado un tratado de cómo abordar la voz a nivel anatómico pero desde una perspectiva muy personal, y ha sido fascinante.

Desde hace un poco más de un año estoy trabajando en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, soy maestra titular de la carrera de Canto Contemporáneo y, pese a que por la pandemia no he podido ir a atender a los alumnos físicamente, a ver lo que están haciendo, trato de acercarme a ellos lo más posible y trato de transmitirles lo más posible a través de las plataformas digitales que nos han permitido mantener el contacto en esta pandemia, y siento que han avanzado mucho, los veo muy contentos, los veo muy entusiasmados. Además de eso, doy clases privadas.

Música viva

Mi aproximación al jazz fue con este disco de Nat King Cole que te comento que estaba en mi casa y poco a poco empezó a pegarse en mí esta música, aunque, la verdad, yo era muy ignorante al respecto, tan sólo tenía como doce años y no sabía que esta música seguía viva y mucho menos que había en nuestro país; yo pensaba que esa música se había quedado en esas grabaciones y cuando me di cuenta de que seguía viva, que seguía evolucionando, que en todos los países del mundo había ya largo curso de este maravilloso género que todo el tiempo está en evolución, que todo el tiempo se puede aprender de él, se me voló la cabeza.

Soy una persona autodidacta, no estudié en una escuela de música pero me he dado cuenta de que el que quiere ser músico, en realidad es autodidacta —haya estudiado en una escuela o no—, las instituciones nos ayudan mucho a formarnos y defintivamente hay mentores, pero el que quiere realmente destacar, el que quiere realmente encontrar su propia voz, su propia manera de decir las cosas, encuentra la manera de hacerlo desde un camino muy personal. A veces, en la cátedra nos dicen mucho lo que tenemos que hacer y de repente es difícil para algunos encontrar su propia voz, entonces no me arrepiento de ser autodidacta porque me ha permitido encontrar mi propio camino y creo que el hecho de poder cantar y de poder expresarme a través del arte me ha dado un lugar en el mundo, me siento especial, siento que tengo un lugar en el mundo, que tengo algo que ofrecer para la gente que está a mi alrededor y eso me llena de dicha.

En 2008 o 2009 comencé a ir a los seminarios Jazz Fest en Xalapa, en los que Javier Flores siempre procuró tener a los mejores exponentes del jazz, estuvieron Rufus Reid, Antonio Sánchez, Marco Pignataro, que es un gran saxofonista italiano. En ese tiempo también conocí a Matt Marvuglio —que en paz descanse—, quien era rector de Berklee. Ellos escogieron participantes del festival para formar un ensamble representativo de la Fundación JazzFest y yo fui una de las elegidas. Con ese ensamble pudimos representar a México en varios países y participar en varios festivales importantes a nivel nacional, y lo que se concretó con el team de Berklee, con Matt Marvuglio, Óscar Stagnaro y todos los artistas que estaban ahí esa noche, fue que formamos parte de la serie de conciertos inaugurales del Berklee Global Jazz Institute; dar un concierto en la casa magna de la educación de la música contemporánea a nivel mundial —porque es una escuela muy importante a nivel mundial—, fue una experiencia muy grata, llena de aventuras; ir a Boston a cantar justamente a esa escuela fue algo maravilloso y muy importante.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: Cuenten conmigo

 

 



 

 

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