El ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, se fue a la tumba creyendo que había salvado a la nación de una conjura internacional promovida tanto por la CIA como por la KGB (hazme el favor lector) que pretendían boicotear los Juegos Olímpicos del 68, provocar el caos y desestabilizar al país.
Nunca, ni por asomo, pensó que las manifestaciones de estudiantes eran producto del hartazgo al sistema paternalista y opresor que ya los tenía hasta el cepillo. Jamás escuchó otra voz que no fuera la de su Secretario de Gobernación, Luis Echeverría, que le habló de conspiraciones y hasta golpes de Estado promovidos desde el exterior por “fuerzas oscurantistas ajenas a nuestra idiosincrasia”.

Más de cincuenta años después la historia se repite con un individuo primitivo y sectario que se siente tocado por un hálito divino y poco le falta para autoproclamarse Salvador de la Patria. A diferencia de Díaz Ordaz que al menos escuchaba a Echeverría, Andrés Manuel López Obrador no escucha a nadie que no sea al propio Andrés Manuel López Obrador. Y por eso mete la pata con mucha frecuencia.

Su soberbia machista le impide ver que las protestas contra el acoso, el hostigamiento, la violencia, violación, tortura y muerte que sufren las mujeres desde tiempo inmemorial, no son patrocinadas por “conservadores infiltrados”, sino organizadas por mujeres de carne y hueso.
Tan obtuso es que ha tomado el Día Internacional de la Mujer como una afrenta personal. El año anterior descalificó, denostó y menospreció al movimiento “Un día sin nosotras” y abrió un frente con las mujeres que no se cerrará en su sexenio.

Su empecinamiento sospechosamente patológico por hacer candidato y luego gobernador a Félix Salgado Macedonio con cinco acusaciones penales por abuso sexual, lo está llevando al abismo.
Ciego como está piensa que las protestas contra Félix son contra él y su investidura presidencial y reclama airado: “A ver, por qué hasta ahora (las mujeres) arman su escándalo”.

De poco ha valido que le digan que las denuncias también se promovieron hace años y que autoridades sin escrúpulos las guardaron en la congeladora. Nada, Salgado Macedonio va porque va. Así lo ordena el señor, el iluminado, el todopoderoso y háganle como quieran.

Así como Díaz Ordaz estuvo convencido de que una conjura internacional quería aplastar su gobierno, así Andrés Manuel está convencido al 100 por ciento que detrás del movimiento feminista están los conservadores reaccionarios que quieren dañarlo políticamente.

Si el año anterior las mujeres se unieron para exigir respeto a sus derechos y a sus vidas, este año agregaron a sus exigencias el ácido condimento de Félix Salgado Macedonio al que quieren llevar ante las autoridades. Pero Andrés Manuel dijo no, el Toro sin cerca no es negociable.
Aguas.

Díaz Ordaz minimizó el movimiento estudiantil y éste le estalló en la cara hiriendo de muerte al Sistema Político que parecía inamovible y sentando las bases de la libertad de expresión que hoy tenemos.

López Obrador minimiza, ningunea y humilla a las mujeres a las que cree inferiores. Pero ellas le pueden dar la zarandeada de su vida el próximo 6 de junio si, así como se organizaron para realizar sus manifestaciones, le hacen caso al llamado en las redes sociales que las invita desde ahora: “Si eres mujer no votes por ningún candidato de la 4T”.

¿Se parecen Díaz Ordaz y López Obrador? Pueeees… uno fue presidente y el otro…
Díaz Ordaz fue un hombre conservador autoritario, represor y amante del orden que al final de su mandato se volvió hosco, solitario e irascible.

A casi tres años de su gobierno, Andrés Manuel se ha mostrado como un tipo ultraconservador y misógino con una marcada tendencia al mesianismo. Pero además es autoritario, hosco, autócrata, terco e irascible. Y según las mujeres que marcharon el pasado lunes, también es represor.

Guste o no guste, Díaz Ordaz fue un presidente que fomentó el progreso económico de México siguiendo el modelo del “Desarrollo Estabilizador”. Durante su mandato el PIB tuvo un crecimiento de entre el 6 y el 8.5 por ciento que no se ha vuelto a ver. Y la inflación estuvo en niveles del 2.7 por ciento.

También guste o no guste, López Obrador es un luchador social que ha llevado al país a un decrecimiento del -9.0 por ciento y su política económica ha producido más de 3 millones de desempleados. Ha manejado pésimamente la pandemia del coronavirus y los medicamentos para los niños con cáncer; miente compulsivamente y gracias a su brutal y draconiano programa de “austeridad republicana” existen 10 millones de nuevos pobres.

Quizá se parecen, pero no son iguales.

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