Nuestra nueva realidad está haciendo que se actualice y revalide la frase bíblica de que “somos extranjeros en este mundo”. Para mi esta idea simboliza cualquier aproximación al aprendizaje, a la adquisición de nuevos hábitos o nuevas competencias personales o colectivas. No somos de este mundo, pero estamos en este mundo, y por lo tanto nos toca vivir en él.
John Rawls, el filósofo de la teoría de la justicia, nos dejó el paradigma del “velo de la ignorancia”, y que me parece muy atinado usar en esta nueva realidad porque, frente a un mundo y una sociedad fragmentada, bien nos convendría revalorar y retomar este ejercicio o supuesto en el no sabemos qué lugar nos tocaría en la sociedad y por lo tanto elegimos los principios que sean justos para todos y todas.
Esta pandemia abrió con mayor dramatismo y de manera anticlimática a nivel mundial la posibilidad de una nueva realidad social llena de nuevas fracturas sociales y de divisiones que atraviesan la sociedad, la economía, las instituciones y la política, como nunca antes en la historia de la humanidad.
Y una de las manifestaciones de esa fractura social es la ausencia de diálogo, de conversaciones significativas que nos pudieran llevar a reinventarnos, a crear una nueva justicia a partir del supuesto de la “posición original” de Rawls, o de reconocernos verdaderamente como extranjeros en este nuevo mundo y actuar diferente.
Reinventarnos en este nuevo mundo abarca diferentes ámbitos y dimensiones, desde las artes, los museos, la música, el teatro, la danza, hasta los servicios, los restaurantes, el comercio, el empleo. Habrá que reinventarnos también en el uso del tiempo libre, en el entretenimiento, las actividades al aire libre, nuestra relación con la naturaleza. Reinventarnos en nuestras relaciones personales, familiares. Y reinventarnos en nuestras diversas movilidades, urbana, entre ciudades o países, y las diferentes opciones o modalidades de transporte.
Sin embargo, el ámbito más crucial en una reinvención de nosotros mismos es el personal y el interpersonal. Esta nueva realidad ha traído incertidumbre, sufrimiento, angustia, depresión. Nadie se escapa, los niños, los adolescentes, los adultos y adultos mayores. Los suicidios han crecido en 300 %, si antes había 1 suicidio cada tercer día, ahora son dos o tres diariamente. Esto nos lleva a replantearnos la forma en la que estamos conviviendo.
En esta nueva realidad se ha hecho evidente la necesidad de los profesionales de la salud, de psicólogos y psicólogas. Sobre todo en los niños, niñas y adolescentes, se ha hecho casi urgente recurrir a estos y estas profesionales para afrontar esta nueva realidad abrumadora y desconocida. Para reinventarnos necesitamos más psicólogas y coaches que nos ayuden a reinterpretar y a movernos a nuevas acciones, a nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el entorno. Seguiremos siendo extranjeros en este mundo, pero necesitamos esa ayuda para recuperar nuestros propósitos existenciales y trascendentales que den sentido a sus vidas, a nuestras vidas.
Un ejército de psicólogas, psicólogos y coaches que nos ayuden a ser competentes en este nuevo mundo que deberíamos elegir y construir desde el velo de la ignorancia y desde esta nueva posición original. Necesitamos nuevas competencias del lenguaje o, mejor dicho, aprender las competencias del lenguaje que nos permitan tener nuevas conversaciones.
Esas competencias deben construirse desde la sinceridad, desde la responsabilidad y desde la confianza. Sobre todo en nuestra cultura latina donde hemos construido nuestras relaciones, convenciones e instituciones desde la desconfianza, a diferencia de la cultura anglosajona donde se parte del supuesto de la confianza. Los diversos grupos sociales hasta el Estado y los gobiernos, necesitan partir de esa declaración de confianza que nos permita una nueva convivencia social y que enfrente este nuevo mundo que se nos presenta ya más fragmentado.
Esta fracturación o fragmentación de la sociedad provoca mucha incertidumbre, desconcierto y zozobra, tanto en las personas como en los colectivos. No podemos permitir que nuestros nuevos psicólogos sean Netflix o Amazon Prime. Por más que estas plataformas tengan excelentes películas o series que nos muestran magistralmente relaciones personales y familiares cotidianas, en la casa o en el trabajo, entre amigos o entre familias, ello no puede movernos a nuevos aprendizajes o acciones, si no es a través de la experiencia personal, de la adquisición de nuevas competencias en el lenguaje, del aprendizaje de actos del lenguaje como el manejo competente de juicios y declaraciones, de la fundamentación de juicios y sobre todo de la entrega de juicios.
Para reinventarnos verdaderamente necesitamos una intervención personal y colectiva de gran envergadura, que nos lleve a nuevos aprendizajes y competencias en nuestros juicios, conversaciones y acciones.
Pienso en mis hijos, pienso en los niños y niñas, en los y las adolescentes. Cuando salgan otra vez a la calle, a este mundo nuevo que les tocará construir: ¿con qué nuevas herramientas? ¿Con qué nuevas competencias?
Este nuevo mundo requiere de nuevas personas, aunque sigamos siendo extranjeros en este mundo, porque nunca dejaremos de ser extranjeros. Nos toca reinventar la realidad, el mundo, este mundo nuevo.