A río revuelto, ganancia de pescadores.
Las agendas de los partidos políticos y sus alianzas han demostrado, en el caso de Veracruz, fortalezas y debilidades; MORENA no tiene dirigencia oficial, quienes parecen poner la agenda son Esteban Ramírez Zepeta y Juan Javier Gómez Cazarín; entre PAN, PRI y PRD apenas oficializaron su proyecto conjunto en el estado, con falta de acuerdos todavía en municipios tan importantes como Xalapa, donde no se define si la coalición será abanderada por el panismo o perredismo.
Legalmente no son tiempos de campaña, apenas comienzan los registros de precandidaturas, pero cuando la política era de verdad, sin que comenzara oficialmente el periodo de pedir el voto por parte de los candidatos, los partidos ya tenían trabajando la maquinaria en favor de las mujeres y los hombres que aparecerían en las boletas el día de la elección; era una época de pragmatismo y lealtad a las instituciones, de verdadero trabajo en favor de un partido y un proyecto, los acuerdos internos bastaban para que todos los miembros sumaran para el éxito de la campaña.
Ha sido tan fácil, el menos en la pasada elección, hacerse de un puesto de elección popular que hoy todo mundo quiere su cacho de pastel; está tan trivializado el trabajo del servidor público que lo de menos es eso, servir, lo importante es fortalecer tribus politiqueras para mantenerse en la chamba, poder por el poder.
Cuando nos enteramos de la creación de nuevos partidos políticos en Veracruz, en medio de la incertidumbre y desgaste que las siglas de instituciones históricas en México han sufrido, pensamos que serían una vía sana para canalizar el talento de las y los ciudadanos que no han encontrado el respaldo honesto en los viejos partidos. Podemos, Unidad Ciudadana y Todos por Veracruz llegaron con fuerza y generaron una alta expectativa social y mediática porque sus líderes ya tenían una formación política y no se trataba de improvisados, imaginamos que marcarían agenda y trasladarían su discurso desde sus redes sociales hacia los ámbitos donde verdaderamente se hace política, a los medios y a todos los sectores con los que se debe trabajar.
Una elección no es una carrera para que gane el que llegue primero, gana el que sume más; la carrera arranca antes de eso y termina cuando inicia la campaña. Por ejemplo, Xalapa, un reto posiblemente fácil de ganar por la falta de experiencia política del actual alcalde y su equipo, quienes no han pensado en la sucesión y continuidad de sus proyectos, lo que se ve comprometido por la percepción negativa que han generado en la ciudadanía; eso, para un político con experiencia, es oro molido. ¿Qué pasa entonces? Hasta el día de hoy, ni la alianza Va por Veracruz ni MORENA se deciden por impulsar a un hombre o una mujer para la candidatura a la presidencia municipal xalapeña, hay varios nombres presentes en el imaginario colectivo, pero ninguno formal de ambos bandos y, salvo quienes se han anunciado como candidatos independientes, únicamente PODEMOS ha levantado la mano con una precandidatura, que seguramente será candidatura, en la persona de Uriel Flores Aguayo.
¿Dónde están los nuevos partidos? Bien pudieron aprovechar los vacíos y las torpezas de la competencia para comenzar a posicionar un nombre, ganar terreno desde sus espacios; mostrarse como la verdadera alternativa que representan a pesar de que la pandemia con la que vivimos no permite hacer trabajo de campo como antes. Hoy nadie levanta la mano, al menos por Xalapa, desde esas “nuevas” opciones; parece que Mauricio Cuevas es el que intencionalmente está llamando la atención, quizás por un interés personal, porque hasta donde sabíamos era directivo de Unidad Ciudadana.
Ojalá les dure esa positiva expectativa que generaron al inicio de su vida política como partidos, porque con ilusiones no se ganan elecciones, al menos que seas López Obrador, el río sigue revuelto y no se ve para cuándo aviente la atarraya.