Cada que hay un decreto emitido por el gobierno estatal, en el que se ordena cerrar vialidades como medida para mitigar contagios de coronavirus, muchos nos preguntamos si de verdad la medida incide significativamente. Está comprobado que el auto, utilizado por personas que cohabitan el mismo espacio bajo condiciones de salud óptimas, es un espacio seguro, siempre y cuando las ventanas del vehículo se encuentren cerradas y el filtro del aire acondicionado esté en condiciones; otros estudios afirman que, en autos con un deficiente o nulo sistema de aire acondicionado, lo mejor es llevar las ventanillas abiertas y cerrarlas al estar parados en zonas con peatones.

El problema no es que los autos circulen por las calles, es lo que hacen sus ocupantes en los lugares donde descienden, pero cerrar el centro de los municipios en el estado de Veracruz no ha asegurado que la movilidad peatonal disminuya; al contrario, se aprovechan las vialidades cerradas como grandes espacios peatonales para aprovechar el centro de la ciudad, dar paseos en familia, consumir en los comercios de la zona y sin que las autoridades vigilen y controlen el cumplimiento de medidas de prevención individuales y en los comercios.

El asunto vuelve al mismo punto, somos una sociedad que le vale madre el prójimo y las susodichas autoridades no implementan acciones de verdad contundentes, medio vigilan, medio sancionan, tibiamente como han gobernado desde que nos cayó la cuarta.

La vida podría seguir, en la medida de lo posible, para quienes basan su economía en las ganancias diarias dentro de actividades mal llamadas informales. Por ejemplo, miles de personas basan su alimentación y sustento en los mercados, fijos y ambulantes; el debate no se centra ya en si representan, o no, un foco de infección, si no en la irregular implementación de pruebas, los huecos en el sector salud y la falta de aplicación escrupulosa del distanciamiento social en esos espacios.

Tampoco es echarle la culpa solamente a los mercados y locatarios, lo importante es que haya una definición formal de que puedan operar de manera segura; eso, al menos en Xalapa, nadie lo ha hecho. Hace pocos días el titular de Protección Civil de la capital estatal mencionó la posibilidad de volver a cancelar la instalación de tianguis y mercados por el repunte de contagios, afirmación que deja en claro que no hay tal definición sobre la seguridad en esos espacios, al parecer solamente la autoridad local toma decisiones basadas en un tanteo político, no en un ámbito técnico o médico.

Del otro lado, la ciudadanía sigue acudiendo a los mercados y tianguis porque es donde encuentran una variedad de productos en un precio muy accesible pero la resistencia a usar mascarilla o portarla adecuadamente es común todavía.

A casi un año del inicio de la estúpida Nueva Normalidad, lo normal para la sociedad es ver muerte diariamente, desacatar las medidas y estar ante autoridades que no tienen el valor ético y moral para impedir o regular la interacción social en espacios de riesgo; gobiernos que nunca han dado clara certeza de apoyo a los sectores que dependen del trabajo diario en la calle para obligarlos a resguardarse en casa, mostrando una enorme falta de sensibilidad y conocimiento de las razones que hacen que las personas deban salir a buscar la chuleta, aunque se contagien.

Les sobra pueblo, pero les falta barrio.