Cd. de México.- En una auténtica carrera contra reloj, y como una de las mayores proezas científicas de los últimos tiempos, aquello que desde hace meses se perfilaba como un arma fundamental para abatir la pandemia de Covid-19 se logró: una vacuna.

Y no sólo una, de hecho, sino un valioso y variado puñado, del cual algunas -con aprobación de emergencia- han comenzado a distribuirse ya por el mundo y a aplicarse a millones de personas; mientras que varias otras, aún en fases de investigación clínica, podrían estar listas próximamente.

Pero mientras este masivo y global esfuerzo contra la contingencia sanitaria da sus primeros pasos inoculando, de forma general, al personal de salud, es imposible no sentirse un tanto escéptico y al asedio de numerosas dudas, como las que las científicas mexicanas Angélica Cuapio, Carol Perelman, Sandra López León y Talia Wegman Ostrosky intercambian en un chat de amigas.

Inquietudes frecuentes cuyas respuestas, basadas en evidencia científica, por supuesto, las especialistas comparten ahora con Grupo REFORMA.

¿Cómo confiar en una vacuna que fue desarrollada en menos de un año, cuando generalmente suelen tomar muchos más, incluso una década?

Para la oncogenetista Talia Wegman Ostrosky (CDMX, 1980), la respuesta está en que, a pesar de esta rapidez, vacunas como las desarrolladas por Pfizer y BioNTech o por Moderna Inc cumplieron con cada una de las estrictas fases de investigación clínica en las que se analiza qué tanto pueden proteger y si lo hacen de forma segura.

El que hayan estado listas tan pronto, continúa, responde a tres cosas: la enorme cantidad de dinero que se destinó para su desarrollo -«y en ciencia, cuando hay dinero, todo evoluciona más rápido», apunta-; a que hubo muchos voluntarios, cuando en otros casos ha tomado meses o hasta años conseguirlos, y a que se agilizaron los trámites burocráticos.

«Científicamente hablando, no se saltó ninguna etapa; todo se hizo como se debe hacer. Las vacunas están cuidadas y científicamente avaladas», remarca la directora de la Clínica de Cáncer Hereditario del Centro Oncológico Internacional.

«(Además), por primera vez en la historia, antes de concluir la fase 3 ya estaba la producción, y eso también fue increíble, porque las farmacéuticas se pusieron a producir miles y miles y miles de dosis, incluso sin tener los resultados de las pruebas clínicas. Eso es algo inédito porque, obviamente, si hubiera salido algo mal, todo se va a la basura», destaca, por su parte, la química farmacobióloga Carol Perelman (CDMX, 1977).

Sandra López León (CDMX, 1976), doctora en epidemiología y genética molecular por la Universidad de Erasmus en Róterdam, añade que algunas de las fases clínicas se hicieron de manera simultánea. Y, sobre todo, que hubo una colaboración entre academia, industria y Gobierno como nunca se había visto.

Finalmente, en el caso de estas dos vacunas de tipo ARN mensajero (o mRNA, por sus siglas en inglés), aunque se le ha denominado como una tecnología nueva, en realidad ha sido explorada por los científicos desde la década de los 80, como explica la doctora en inmunología y especialista en células asesinas naturales Angélica Cuapio (CDMX, 1981).

«Se comenzó a estudiar para tratar algunos tipos de cáncer; después vinieron las infecciones virales, y en paralelo se ha estado utilizando ya en algunos ensayos clínicos para una variedad de enfermedades virales y cancerosas: leucemias, cáncer de páncreas, de pulmón, diferentes tipos de cáncer neurológico e infecciones virales como VIH, influenza y Zika».

«Es decir, hay ya toda una gama de enfermedades en las que se puede aplicar esta tecnología. Desde hace mucho tiempo ha sido desarrollada, y ahora nada más faltaba refinarla para Covid-19», precisa Cuapio, investigadora del Centro de Enfermedades Infecciosas del Instituto Karolinska, en Estocolmo, Suecia.

Así que, lejos de ser un milagro -como han considerado algunos-, el pronto desarrollo de las vacunas contra el SARS-CoV-2 es resultado de la conjunción de diferentes esfuerzos, voluntades y mucha investigación.

¿Por qué, pese a esta seguridad comprobada en las fases clínicas se habla de efectos secundarios y adversos, que pueden ir desde algo tan simple como un dolor de cabeza hasta problemas de relativa seriedad?

«Todo, todo, todo tiene efectos adversos en esta vida, y más cuando estamos hablando de aplicar medicinas», sostiene Wegman Ostrosky.

«Lo que queremos con la vacuna es causar una reacción del sistema inmune; es esperado que esa reacción nos produzca dolor de cabeza y cansancio, entre otros síntomas que pueden ser temporales».

Perelman y Cuapio subrayan que este tipo de efectos secundarios, como dolor en el brazo donde se aplicó la vacuna o en los músculos, así como un ligero aumento de temperatura, por más molestos que resulten, en realidad son benignos, pues indican que la vacuna está cumpliendo su labor de provocar una respuesta del sistema inmune.

En todo caso, prosigue Wegman Ostrosky, el único efecto secundario grave detectado hasta ahora son las respuestas anafilácticas; una reacción de alergia que sólo se da en algunos individuos.

«Sí se está diciendo que los que tienen historial de reacción alérgica fuerte (anafilaxia) no deben vacunarse con vacunas de mRNA. Pero aún así, los que tuvieron esta reacción, todos fueron tratados y todos se recuperaron» expone.

«Otras vacunas tendrán otras contraindicaciones, y por eso nos debemos de vacunar los demás, para proteger a individuos que no van a poder hacerlo».

Aunado a esto, Perelman previene sobre los posibles falsos efectos que la gente pueda comenzar a atribuir a la vacunación. Como, por ejemplo, que una persona padezca un infarto poco después de haberse vacunado, sin que el biológico sea realmente la causa.

«La gente sigue infartándose, teniendo accidentes y otros temas diferentes que, desgraciadamente, quizá se van a empezar a mal asociar con la aplicación de la vacuna, y que no vienen al caso», señala la integrante de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (Somedicyt) y de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

«También hay que tener esa mente crítica para discernir realmente qué es un efecto secundario o adverso de la vacuna, y qué es un efecto falso y meras especulaciones».

Y sobre los efectos adversos a largo plazo, ¿se estaría corriendo el gran riesgo de vacunar masiva y globalmente sin tener certeza de cuáles puedan ser?

«Esos son efectos que se dan de uno en un millón, y hasta que no tengamos ese millón de individuos vacunados, no van a aparecer», responde Perelman.

«Los pocos efectos adversos que se pueden encontrar, y que se han encontrado con muchas vacunas, son casos mínimos; apenas unos cuantos entre millones. Pero si lo ponemos al lado de la pandemia, ahora tenemos dos millones de muertos por Covid-19 en el mundo», contrasta Cuapio.

Por su parte, López León trae a cuenta la cuestión de la farmacovigilancia continua que se realiza en tanto se aplican las vacunas alrededor del mundo, lo cual, de hecho, constituye una cuarta fase de investigación clínica para detectar esos efectos adversos raros.

Una clave importante sobre qué esperar a largo plazo, opina Wegman Ostrosky, está en el propio mecanismo de acción del mRNA: esta molécula lábil, inestable y efímera que, tras ingresar al citoplasma de las células para dar instrucciones al cuerpo de crear la proteína Spike del SARS-CoV-2, y así estimular la respuesta del sistema inmune, simplemente se desintegra.

«Pensar en efectos a largo plazo es complicado porque, justamente, no hay un reservorio donde se guarde esta molécula de RNA en el cuerpo.

«Y eso es algo muy importante: No estamos jugando con el genoma de las personas; no es una molécula que afecta el DNA. Es una molécula que no llega al núcleo (de la célula)», enfatiza.

¿Es válido que la gente quiera optar porque le apliquen, por ejemplo, una vacuna de vectores virales no replicantes, como la de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, en lugar de una de mRNA?

«Si (las vacunas) fueron aprobadas por las autoridades sanitarias, quiere decir que el beneficio es mayor que el riesgo y que se consideran seguras y eficaces. No creo que estemos en situación de poder escoger, porque también cada país tendrá diferentes vacunas. La que te toca es la que te toca, y tienes que confiar», insta López León.

«Yo le diría al público, muy claro: vacúnense, no importa con cuál. La que puedan. Si está aprobada, es que es segura y eficaz», reitera Wegman Ostrosky.

Perelman refiere que la distribución regional de las vacunas también dependerá de las condiciones que cada una exige, pues algunas, como es sabido con la de Pfizer, requieren de ultracongeladores que las mantengan a -70 grados; mientras que algunas otras pueden almacenarse a tan sólo 4 grados, lo que permite llevarlas a zonas rurales y con menos infraestructura.

«Entonces, también las propiedades de la vacuna van a indicar dónde se va a administrar cada una, y creo que como dice Sandra: No estamos en la postura de escoger. Siempre y cuando esté aprobada, pienso que vacunarse es excelente alternativa», afirma la química farmacobióloga.

¿Cómo estar seguro de que me están aplicando una vacuna que se ha mantenido en las condiciones adecuadas?

«Pfizer se ha encargado muy bien de cómo se va a distribuir, y la ha mandado en paquetes con hielo seco donde se pueden quedar perfectamente por periodos de 10 días. En cuanto se saca de ahí, pueden estar hasta cinco días refrigerados en temperaturas de 2 a 8 grados», detalla López León.

«Pero están dando tan pocas vacunas, que esas vuelan. Entonces eso (el almacenaje) no me preocuparía tanto».

En torno a esto, Perelman encuentra cierta seguridad en que algunas de las vacunas que México tiene comprometidas, como la de AstraZeneca, Sputnik V o CanSino Biologics Inc., no requieren de esa ultracongelación.

«También eso creo que nos debe de dar confianza, porque se parece al manejo de las demás vacunas de polio, de tétanos, que sí requieren ciertos manejos que ya sabe hacer el sector salud», apunta.

«México sí está preparado para vacunar masivamente; como un país de vacunación, es de los mejores en el mundo. Es un voto de confianza a México porque tiene las enfermeras, los esquemas, las maneras de vacunar, y tenemos todas estas instituciones públicas que ya tienen experiencia en estas vacunaciones masivas», celebra Wegman Ostrosky.

De cierta manera, las científicas consideran más importante que las personas sepan exactamente cuál vacuna les aplican, pues todas requieren de una segunda dosis que, forzosamente, debe ser del mismo tipo.

«Que más que el manejo, esté disponible esa segunda dosis para aplicarle a la misma persona en el tiempo designado como la ventana del refuerzo», señala Perelman.

Y es que aplicarse una vacuna de un tipo y otra de otro, alerta López León, sí podría acarrear efectos adversos graves que no se han estudiado.

Si alguien ya tuvo Covid-19, desarrolló anticuerpos e inmunidad, ¿tendría que vacunarse de todas formas?

«Sí, por supuesto. Con Covid-19 no se sabe muy bien la evolución natural de la enfermedad; es posible que nos reinfectemos, o que variaciones o mutaciones del virus produzcan una enfermedad más fuerte o diferente», advierte Cuapio.

«Si ya te dio Covid-19 una vez, es posible que te vuelva a dar; puede ser que vuelvas a ser asintomático, que no lo notes. Entonces, por beneficio propio y de los demás, se tiene uno que vacunar. La respuesta inmune va a estar ahí, se va a seguir generando; sin embargo, la vacuna va a producir una respuesta quizá más potente que la propia respuesta natural».

¿Recibir la vacuna significa que la gente ya puede volver a reunirse, abrazarse, besarse, olvidarse de los cubrebocas y el gel antibacterial?

Haciendo referencia a las palabras del doctor Anthony Fauci, el mayor experto de Estados Unidos en enfermedades infecciosas, Perelman enuncia: «esto no es como un switch automático».

«En primer lugar, después de la segunda dosis, la vacuna tarda unos días en generar esta respuesta inmune. Pero, en segundo, esto es una transición paulatina de una población que requiere llegar a la inmunidad de rebaño, colectiva, para la que un 70, 75 u 80 por ciento de la población requiere estar inmunizada al virus.

«Lograr esta inmunidad de rebaño va a llevar cierto tiempo, durante el cual el virus va a seguir circulando. Y hasta que no deje de circular, vamos a tener que seguir usando cubrebocas y manteniendo las prácticas de distancia también», sugiere la química farmacobióloga.

Además, sigue, porque la vacuna no es 100 por ciento efectiva. «Entonces, por más que yo me vacune, no sé si estoy dentro de ese 5 por ciento donde no fue efectiva la vacuna».

Para López León, un tema importante por el cual no habría que bajar la guardia es porque aún no se sabe si la vacuna logrará evitar la transmisión del virus.

«Que tú te vacunes es eficaz para que no te vayas a enfermar de Covid-19, pero lo que no sabemos es si aún así te va a infectar el virus y tú puedas contagiar a otros. Entonces tú te vacunas para no enfermarte, pero mientras que no salgan los estudios confirmando que se evita la transmisión, se necesita usar cubrebocas.

«Pero bueno, los estudios en primeras fases en laboratorio sí muestran que (la vacuna) también es eficaz para evitar la transmisión, pero se tiene que comprobar en humanos», explica la doctora en epidemiología y genética molecular.

Empezar por el personal de salud en la primera línea de combate de la pandemia, y luego seguir con la población segmentada por etapas desde los adultos mayores hacia los más jóvenes, ¿les parece la mejor estrategia de vacunación?

«Es una pregunta difícil, porque la respuesta ideal sería que todos nos pudiéramos vacunar al mismo tiempo y acabar con esto en un solo día, pero es logísticamente imposible. Entonces hay que empezar por alguien, y los comités éticos se han reunido desde hace meses para decidir realmente cómo asignar esas vacunas, porque el que cierto grupo tarde más (en recibirla) también le confiere el riesgo de en ese tiempo enfermarse.

«Sí es un dilema a quién asignarle la vacuna primero, y por eso los países hicieron sus etapas y las delimitaron; pero es una asignación debatible siempre. Lo que no es debatible, y en eso creo que estamos todos de acuerdo, incluso la OMS los ha declarado como los primeros y los importantes, es que en primer nivel son los trabajadores de la salud, clarísimo, y las personas mayores de 65 años», sostiene Perelman.

Y es que, subraya Wegman Ostrosky, «cuidar al personal médico es cuidarnos a todos».

«Si yo me voy a enfermar, yo quiero que la persona que me atienda sea lo más sana posible, y que pueda estar protegida de no infectarse, y de no infectarme o no infectar a otros pacientes», estima la directora de la Clínica de Cáncer Hereditario del Centro Oncológico Internacional.

«Definitivamente, la estrategia que se ha usado en todo el mundo de primero vacunar al personal que enfrenta al Covid-19 y al resto del personal sanitario es la mejor estrategia para cuidarnos a todos, no solamente a los médicos».

Cuapio recuerda que México es uno de los países con un mayor número de médicos fallecidos a causa de la pandemia. La posibilidad de desarrollar Covid-19 grave, añade López León, está asociada a una mayor carga viral, y es justo el personal de salud el más expuesto a ésta.

Si a partir de la segunda etapa de vacunación, México debiera contemplar criterios más amplios, como las comorbilidades, o la aplicación a otros trabajadores esenciales y en gran riesgo de contagio -como el personal de seguridad o los repartidores, incluso los maestros para allanar el regreso a clases-, es una duda que Perelman considera válida.

«Pero pienso que México poco a poco va a ir dando más claridad en ese sentido. Supongo que estamos todavía en etapas de ir afinando ese plan para ver si se van a ir incluyendo otros trabajadores esenciales, comorbilidades y otros factores que puedan ser de riesgo», confía.

«También es un tema de riesgo-beneficio, y entonces en esa misma escala se va a ir decidiendo esta estrategia».

¿Tendría que poderse comprar la vacuna? ¿Que quien tenga el recurso pague para ‘saltarse la fila’ y vacunarse antes, como muchos han clamado?

«Este hecho de querer privatizar el acceso a las vacunas entorpecería todo el gran esfuerzo que se ha hecho hasta ahora. Porque hay que darle también mucho seguimiento a cada individuo que recibe una vacuna, pues no ha sido completamente aprobada, sino sólo de emergencia», remarca Cuapio.

«Para poderle dar un seguimiento clínico, científico y saber qué vacuna va a funcionar mejor en qué población, se tiene que hacer de una forma muy metodológica. Entonces, privatizarlo de verdad entorpecería los beneficios a nivel global, y la equidad desaparecería».

Asimismo, Perelman trae a cuenta la promesa del Presidente Andrés Manuel López Obrador acerca de que la vacunación será universal y gratuita, pues, opina la científica, «ése es el sentido de la vacunación».

«Es un esfuerzo conjunto de la ciencia con la política pública, y ese es el resultado. La eficiencia de la vacuna está en la vacunación, no en nada más tener una vacuna extraordinaria. Está en la vacunación, y ésta la puede hacer el Gobierno mexicano con sus estrategias; y pienso que mientras la vacuna esté bajo ‘aprobación de emergencia’, no es el momento de pensar en ello (ponerla a la venta)».

¿Estas vacunas van a ser eficaces contra la variante de SARS-CoV-2 de mayor transmisibilidad encontrada en Reino Unido, y otras que vayan surgiendo?

«Las vacunas se crearon pensando en esto. No es que es una sorpresa que ¡uy!, de repente apareció una variante. No, se hicieron pensando en que iba a haber estas variantes y en cómo abordarlas», apunta Wegman Ostrosky.

«Entonces, todo lo que tenemos de información hasta este momento es que la vacuna es eficaz contra estas variantes que existen ahora»

Si el virus continúa mutando, la vacuna se puede actualizar, pues la plataforma ya se desarrolló y la actualización es relativamente sencilla, señala López León.

«La plataforma ya está. Es muy fácil ahora poder variar la vacuna, poderla ajustar», remarca Cuapio.

«Ahora estamos viendo la producción en masa de esta vacuna. Y así como ahora se elaboró ésta, va a ser mucho más rápido desarrollar una nueva basada en la misma tecnología, en caso de que se necesitara», continúa la investigadora del Centro de Enfermedades Infecciosas del Instituto Karolinska.

Para Perelman, algo importante de esta variante es que no va a ser ni la primera ni la última. «Entre más personas infecte este virus, mayor va a ser la posibilidad de que siga perfeccionándose; porque, finalmente, como Darwin diría: es selección natural.

«Esto lo vamos a ir viendo porque el virus va a ir evolucionando entre más lo estemos propagando nosotros. Quizá es una razón más para seguir cuidándonos y no ayudarle al virus a que siga contagiando», recomienda.

Al mismo tiempo que hace la gestión para traer las vacunas desarrolladas en otros países, ¿tendría el Estado mexicano que estar apoyando financieramente los propios proyectos nacionales para crear una vacuna contra SARS-CoV-2 -que son varios-?

«Lo más importante para cualquier nación es invertir en ciencia, investigación y tecnología. No nada más para las vacunas, sino en general; la ciencia en México tiene también un potencial muy importante, entonces se tiene que impulsar», opina Cuapio.

«(En esta pandemia) estamos viendo cómo con el apoyo gubernamental, y con el recurso suficiente, la ciencia da resultados importantes para la población. Creo que es una apuesta que puede mejorar la vida de todos los mexicanos y de todo el mundo», estima, por su parte, Perelman.

«En todo el mundo, en Europa y Estados Unidos, todos los científicos piensan que debe de haber más dinero para poder hacer investigación. Y todos esperan que con esto de la pandemia los gobiernos abran los ojos y vean la importancia de invertir», concluye López León

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