Llegué de trabajar a eso de las 8:00 pm, el cansancio me colmaba los pies, la monotonía me estaba consumiendo lentamente y la soledad me ahogaba. Esa noche, según recuerdo, prendí la televisión y lo primero que me encontré fue la noticia de una niña de doce años que había sido decapitada por su propio padre, «¡mierda!», me dije, pero no cambié el canal.

Me senté a la orilla de la cama, había pensado en cenar cuando, por la rendija de la puerta, miré la sombra de alguien yendo y viniendo. Con sigilo recuerdo haberme asomado desde la esquina de la ventana sin ver a nadie, sin embargo, apenas me despegaba de la ventana y esa silueta reaparecía. Tenía la sensación de que mi hora me estaba llegando. Decidí poner seguro a la puerta, tratar de calmarme un poco, si acaso pudiera, y sentarme en mi sillón de nuevo a mirar las noticias más atroces, después todo fue blando y nubloso. Cuando abrí los ojos y el televisor estaba en señal muerta, caí en cuenta de haberme dormido, me enderecé de inmediato pensando en la silueta de afuera, pero mis ojos no podían ver, sabía que debía llamar a alguien, a Sonia tal vez, sin embargo, errante, no podía sujetar el teléfono.

La puerta, recuerdo, crujió. El miedo me invadía, aunque debía voltear para encarar a quien fuera que estuviera merodeando, yo no quería. Temblaba, más aún cuando se escuchaban los pasos viniendo hacia mí, entonces, por más que rezaba y me persignaba, debía voltear. Giré con lentitud mi cabeza y no queriendo abrí mis ojos y ahí estaba, ese intruso con mi cara misma, con mi corbata mal acomodada, con mis ojeras… me veía trémulo. Estiró su brazo diciéndome «hay que irnos», luego vio hacia el sillón en el cual yo me había sentado y, mirándolo también, me vi ahí apenas y con la carne pegada a mis huesos.

La corbata que tanto odiaba yacía enredada en lo que quedaba de mi cuello, ¿cuánto tiempo? No sé, para mí todo había parecido un sueño, unas horas, un momento. Me rehusaba a irme, pero los vecinos, tan fastidiosos como siempre, se habían estado quejando del mal olor de mi cuerpo.

Tan mal, todo tan mal…

 

 

 

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