Ahora que las vacunas empiezan a dar esperanzas para salir de la pandemia, el fin de semana pasado, las autoridades británicas advirtieron sobre una nueva variante altamente contagiosa del coronavirus que circula en Inglaterra.

Tomando como referencia la rápida propagación del virus en Londres y sus alrededores, el primer ministro Boris Johnson impuso el bloqueo más estricto en el país desde marzo.

“Si el virus cambia su método de ataque, debemos cambiar nuestro método de defensa”, afirmó.

Una multitud que intentaba salir de la ciudad a toda prisa cuando las restricciones entraron en vigor abarrotó las estaciones de tren de Londres. El domingo, los países europeos comenzaron a cerrar sus fronteras a los viajeros del Reino Unido, con la esperanza de cerrarle el paso a la nueva versión del patógeno.

En Sudáfrica, surgió una versión similar del virus que, según los científicos que la detectaron, comparte una de las mutaciones observadas en la variante británica. Ese virus se ha encontrado en hasta el 90 por ciento de las muestras cuyas secuencias genéticas se analizaron en Sudáfrica desde mediados de noviembre.

A los científicos les preocupan estas variantes, pero no les sorprenden. Los investigadores han registrado miles de pequeñas modificaciones en el material genético del coronavirus a medida que se ha propagado por todo el mundo.

Algunas variantes se vuelven más comunes en una población solo por casualidad, no porque los cambios de algún modo sobrecarguen al virus. Sin embargo, a medida que se hace más difícil que el patógeno sobreviva, debido a las vacunas y a la creciente inmunidad de las poblaciones humanas, los investigadores también esperan que el virus obtenga mutaciones útiles que le permitan propagarse con mayor facilidad o escapar a la detección del sistema inmunitario.

“Es una verdadera advertencia de que debemos prestar más atención”, señaló Jesse Bloom, biólogo evolutivo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle. “Sin duda, estas mutaciones se van a propagar y, en definitiva, la comunidad científica necesita monitorear estas mutaciones y describir cuáles tienen efectos”.

La variante británica tiene alrededor de veinte mutaciones, incluyendo varias que afectan la manera en que el virus se fija en las células humanas y las infecta. Estas mutaciones pueden permitir que la variante se replique y se transmita con mayor eficiencia, afirmó Muge Cevik, experta en enfermedades infecciosas de la Universidad de San Andrés, en Escocia, y asesora científica del gobierno británico.

Sin embargo, la estimación de una mayor transmisibilidad (los funcionarios británicos dijeron que la variante era hasta un 70 por ciento más transmisible) se basa en el modelado y no se ha confirmado en los experimentos de laboratorio, añadió Cevik.

“En general, creo que necesitamos tener un poco más de datos experimentales”, dijo. “No podemos descartar del todo el hecho de que algunos de estos datos de transmisibilidad puedan estar relacionados con el comportamiento humano”.

En Sudáfrica, los científicos también se apresuraron a señalar que el comportamiento humano estaba impulsando la epidemia, no necesariamente nuevas mutaciones cuyo efecto sobre la transmisibilidad aún no se ha cuantificado.

El anuncio británico suscitó la preocupación de que el virus pudiera evolucionar para hacerse resistente a las vacunas que acaban de darse a conocer. Las preocupaciones se centran en un par de alteraciones en el código genético del virus que podrían hacerlo menos vulnerable a ciertos anticuerpos.

No obstante, varios expertos pidieron cautela, con el argumento de que el virus tardaría años, no meses, en evolucionar lo suficiente como para volver impotentes a las vacunas actuales.

“Nadie debería preocuparse por la posibilidad de que surja una sola mutación catastrófica que, de repente, inutilice toda la inmunidad y los anticuerpos”, afirmó Bloom. “Va a ser un proceso que sucederá a lo largo de varios años y requiere la acumulación de múltiples mutaciones virales. No funciona como un interruptor de encendido y apagado”, agregó.

El matiz científico importó poco a los vecinos del Reino Unido. Los neerlandeses, preocupados por la posible afluencia de viajeros portadores de la variante, dijeron que suspenderían los vuelos desde el Reino Unido a partir del domingo 20 de diciembre de 2020 hasta el 1 de enero de 2021.

Italia también suspendió los viajes aéreos y, el domingo, los funcionarios belgas promulgaron una prohibición de 24 horas para las llegadas del Reino Unido por aire o por tren. Alemania está elaborando un reglamento que limita los viajeros procedentes del Reino Unido y Sudáfrica.

Según los medios locales, otros países también están considerando prohibiciones, entre ellos Francia, Austria e Irlanda. España ha pedido a la Unión Europea una respuesta coordinada a la prohibición de los vuelos. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, pidió al gobierno de Donald Trump que considerara la posibilidad de prohibir los vuelos procedentes del Reino Unido.

En Inglaterra, los funcionarios de transporte dijeron que aumentarían el número de agentes de policía que vigilan las terminales, como las estaciones de tren, para asegurarse de que solo se realicen viajes esenciales. El domingo, el secretario de Salud del país, Matt Hancock, dijo que las personas que abarrotaron los trenes eran “sin duda, irresponsables”.

Y agregó que las restricciones que Johnson impuso podrían estar en vigor durante meses.

Como todos los virus, el coronavirus es un metamorfo. Algunos cambios genéticos son inconsecuentes, pero otros pueden darle una ventaja.

Los científicos temen en particular esta última posibilidad. La vacunación de millones de personas puede forzar al virus a realizar nuevas adaptaciones, mutaciones que le ayuden a evadir o resistir la respuesta inmunitaria. Ya hay pequeños cambios en el virus que han surgido de manera independiente en varias ocasiones en todo el mundo, lo que sugiere que las mutaciones son útiles para el patógeno.

La mutación que afecta la susceptibilidad a los anticuerpos (cuyo nombre técnico es la deleción 69-70, en referencia a que faltan letras en el código genético) se ha observado al menos tres veces: en los visones daneses, en personas del Reino Unido y en un paciente inmunodeprimido que se volvió mucho menos sensible al plasma convaleciente.

“Esta cosa se transmite. Se contagia. Se adapta todo el tiempo”, señaló Ravindra Gupta, un virólogo de la Universidad de Cambridge que la semana pasada detalló la recurrente emergencia y propagación de la deleción. “Pero la gente no quiere oír lo que decimos, que es que este virus mutará”, agregó.

La nueva deleción genética cambia la proteína de la espiga (conocida como proteína S) que se encuentra en la superficie del coronavirus, que el virus necesita para infectar las células humanas. Las variantes del virus con esta eliminación surgieron de manera independiente en Tailandia y Alemania a principios de 2020 y se hicieron prevalentes en Dinamarca e Inglaterra en agosto.

Varios artículos recientes han demostrado que el coronavirus puede evolucionar para evitar ser reconocido por un solo anticuerpo monoclonal, una mezcla de dos anticuerpos o incluso un suero convaleciente administrado a un individuo específico.

Por suerte, el sistema inmunitario del cuerpo en conjunto es un adversario mucho más formidable.

Las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna inducen una respuesta inmune solo a la proteína S ubicada en la superficie del coronavirus. No obstante, cada persona infectada produce un amplio, único y complejo repertorio de anticuerpos contra esta proteína.

“Digamos que tenemos mil armas de grueso calibre que apuntan al virus”, afirmó Kartik Chandran, experto en virus de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York. “Sin importar cómo el virus se retuerza y entreteja, no es tan fácil encontrar una solución genética que pueda realmente combatir todas estas diferentes especificidades de los anticuerpos, sin mencionar los otros brazos de la respuesta inmune”.

En resumen: será muy difícil para el coronavirus escapar de las defensas del cuerpo, a pesar de las muchas variantes que pueda adoptar.

Escapar de la inmunidad requiere que un virus acumule una serie de mutaciones, cada una de las cuales permite al patógeno erosionar la eficacia de las defensas del cuerpo. Algunos virus, como el de la influenza, acumulan esos cambios con relativa rapidez. Pero otros, como el virus del sarampión, no reúnen casi ninguna de las alteraciones.

Hasta el virus de la influenza necesita de cinco a siete años para reunir suficientes mutaciones para escapar por completo del reconocimiento inmunitario, señaló Bloom. Su laboratorio publicó el viernes 18 de diciembre un nuevo informe que muestra que los coronavirus del resfriado común también evolucionan para escapar a la detección del sistema inmunitario, pero eso sucede a lo largo de muchos años.

La escala de las infecciones en esta pandemia puede estar generando una rápida diversidad en el nuevo coronavirus. Aun así, la gran mayoría de la gente en todo el mundo aún no se ha infectado, y eso ha dado esperanzas a los científicos.

“Me sorprendería un poco que viéramos una selección activa para el escape inmunitario”, declaró Emma Hodcroft, investigadora molecular de salud pública de la Universidad de Berna en Suiza. “El virus todavía no necesita hacer eso en una población que en su mayoría no ha estado expuesta, pero es algo que queremos cuidar a largo plazo, en particular cuando empecemos a vacunar a más gente”, explicó.

Inmunizar a alrededor del 60 por ciento de la población en el transcurso de un año y mantener el número de casos bajo mientras eso sucede ayudará a minimizar las posibilidades de que el virus mute de manera significativa, afirmó Hodcroft.

Aun así, los científicos necesitarán seguir de cerca la evolución del virus para detectar mutaciones que puedan darle una ventaja sobre las vacunas.

INFORMACIÓN/INFOBAE

TEXTO Y CONTEXTO | Congreso y SEFIPLAN, consenso razonado