Es conocido como el primer narco mediático en México, al que le gustaba destacar, presumir abiertamente su riqueza y exhibirse en público. Se trata de Rafael Caro Quintero, el “Narco de narcos” uno de los fundadores del extinto cártel de Guadalajara y actualmente uno de los criminales más buscados por México y EEUU.

El gobierno de Donald Trump ofrece por su cabeza la histórica cifra de USD20 millones, ya que debe rendir cuentas sobre el asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, en 1985, a pesar de que en México ya estuvo preso durante 28 años por ese crimen.

Justo fue la llamada que hizo una mujer con la que había huido, la que lo llevó a la cárcel, sin embargo, antes de Sara Cossio, una socialité de la ciudad de Guadalajara, existió la primera esposa de Caro Quintero, María Elizabeth Elenes Lerma, con quien tuvo cuatro hijos.

Elenes Lerma, nacida en Culiacán, Sinaloa, es identificada por el gobierno estadounidense como una de las principales cómplices en la red de Caro Quintero junto con sus hijos: Héctor Rafael, Roxana Elizabeth, Henoch Emilio y Mario Yibran.

La joven de sociedad

El poder que le daba el dinero a mediados de los ochenta le permitió al “Narco de narcos” acercarse a los círculos políticos en la ciudad de Guadalajara, donde habría conocido a una joven llamada Sara Cosío Vidaurri Martínez, hija del entonces secretario de Educación estatal, César Cosío, y sobrina del ex gobernador de Jalisco Guillermo Cosío Vidaurri, uno de los 10 mandatarios estatales en la historia del país que ha tenido que renunciar a su puesto por presiones políticas o demanda ciudadana.

Sobre esta historia existen distintas versiones, ya que ni Caro Quintero, ni la misma Sara, ni la familia ha querido contar su parte de la historia.

De ella se sabe que era conocida en los centros nocturnos y en los restaurantes más caros de Guadalajara. Su carácter caprichoso le había dado fama en distintos círculos, lo cual era algo en común que tenía con el capo, quien siempre se hacía notar por sus arrebatos.

Los dos tenían mucho en común, lo que los habría llevado a iniciar una relación sentimental que no era aprobada por la familia de la joven, a la que continuamente el capo trataba de halagar enviando costosos regalos, entre ellos autos de lujo, que cuando eran rechazados, según la leyenda urbana, Caro Quintero estallaba en cólera y los estrellaba.

A pesar de la oposición de la familia de Sara, la relación habría crecido, pero todo cambió en febrero de 1985 cuando fue asesinado en México el agente de la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) Enrique Camarena Salazar, quien había logrado infiltrarse en el Cártel de Guadalajara.

Meses antes de su asesinato, Camarena Salazar habría ubicado un gigantesco plantío de marihuana en el municipio de Jiménez, en el estado de Chihuahua. Se trataba del rancho llamado “El Búfalo”, propiedad de Caro Quintero, en el que de acuerdo con la revista Proceso llegó a tener una plantilla de 10.000 trabajadores y custodia de militares.

En venganza, el narcotraficante habría ordenado el asesinato Camarena y de su piloto Alfredo Salazar. A partir de entonces, el gobierno de Estados Unidos inició una cacería en contra de Caro Quintero, quien para ocultarse de las autoridades tuvo que salir huyendo de México en un jet privado hasta llegar a Costa Rica.

Pero en su huida no fue solo. Con él iba Sara, a quien sus familiares reportaron como secuestrada por el capo. Los dos se refugiaron en la lujosa finca en la Quinta La California, dentro de la comunidad de San Rafael de Ojo de Agua en Alajuela, que después de ser incautada por el gobierno costarricense fue convertida en instalaciones olímpicas.

Las autoridades mexicanas habían intervenido los teléfonos de la familia de Sara en Guadalajara para poder rastrear cualquier llamada que recibiera por parte del capo y que pudiera dar con su ubicación.

El 2 de abril de 1985, Sara llamó a los suyos para decirles que estaba bien y que se había ido por voluntad propia. La charla fue suficiente para rastrearlos.
El narcotraficante fue encarcelado 28 años, hasta que en 2013 un juez le otorgó la libertad por inconsistencias en el proceso. Inmediatamente el gobierno de México pidió su reaprehensión con fines de extradición. Pero era tarde. Hasta hoy se encuentra prófugo

La reina de belleza

Cuando estaba recluido en el penal de Puente Grande, en Jalisco, Caro Quintero buscó conocer a Diana Espinoza Aguilar cuando la vio por primera vez en la televisión, en el año 2010, al ser coronada reina de belleza de la cárcel donde los dos estaban presos.

Espinoza Aguilar fue detenida en 2008 con su entonces pareja, acusados de tráfico de drogas.

Pero no fue hasta dos años después cuando el capo la vio en la televisión en unas imágenes relacionadas con el concurso de belleza de la cárcel de Puente Grande, Jalisco. A sus 39 años, ella había sido la ganadora, entonces Caro Quintero buscó la manera de conocerla.

Según reveló a la periodista mexicana Anabel Hernández, en una entrevista de agosto de 2016, se conocieron gracias a la conductora de un programa de música grupera que llevaba bandas musicales a las cárceles de hombres y de mujeres.

«Ella fue quien nos dijo, pueden hablar si están solos los dos, ¿por qué no hablan? En ese entonces yo era reina de belleza de ahí de la cárcel y entonces fue él quien me vio… le preguntó por mi a esta chica que era conductora de televisión, ella nos presentó y fue así como empezó a crecer esta relación, este sentimiento. Él estaba solo, yo igual», narró a la periodista.

Cuando ella sale de prisión, en 2011, sigue visitándolo, deciden tener un hijo y empiezan a hacer planes para formar una familia cuando él terminará su condena.

Reconoce que la soledad de la cárcel los acercó, pero «me doy cuenta que no es ese perro rabioso que describen», además de su deseo de «vivir con dignidad» los años que le quedaban.

INFORMACIÓN/INFOBAE

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