Eran finales de siglo, la agenda política nacional tenía como reciente suceso de calenturas legislativas l aprobación del FOBAPROA, el PRI tenía el poder de manera hegemónica, era todavía ese monstruo institucional imbatible. El panismo comenzó a conquistar el voto urbano en algunas regiones del país después de la campaña presidencial de su candidato Diego Fernández de Ceballos, un buen manejo de difusión en medios y el papel del Jefe Diego como crítico del régimen priista, señalando a la que hoy se conoce como mafia del poder encabezada por Carlos Salinas.

Por otro lado, el PRD escaló notablemente en la escena nacional gracias al triunfo de su líder y fundador Cuauhtémoc Cárdenas, ganando la primer elección a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México en 1997; a nivel de estados, ese partido estuvo a punto de ganar la gubernatura de Campeche postulando a Layda Sansores, priista en aquellos años y a quien su partido le negó su candidatura y, por ello, pasara al PRD donde sí la arroparon para contender por el gobierno campechano; curiosamente ese interés de Layda continúa latente y acaba de registrarse como aspirante a candidata para ese cargo ahora por MORENA.

Acá vamos atando cabos y comparando el presente con la historia, una de las estrategias perredistas en aquel fin de los 90´s fue cobijar a expriistas, lo mismo que sucede con MORENA desde su fundación; el ejemplo más útil para la reflexión sobre la realidad del partido que hoy está en el poder es lo que sucedió con Ricardo Monreal, actual senador por ese partido y una de las figuras mas notables en el discurso de la 4T. En 1998, como parte de los movimientos políticos del PRD, se complementó su sólida base en con un candidato que aportó su capital político trabajado en otro partido, el mismísimo Ricardo Monreal, quien dejó al Revolucionario Institucional para ganar la gubernatura de su estado, ahora subido en la corriente de izquierda y donde permanece el día de hoy pero con las siglas MORENA.

El panorama de aquella etapa ponía la batalla electoral en encuentros bipartidistas dividiendo a México en dos, norte, centro y oeste se disputaba entre PRI y PAN; y en el sur los jaloneos eran entre PRD y PRI. Los esfuerzos de la oposición, de aquel momento, se enfocaban en un trabajo loca y regional; y sumado al abandono paulatino de activos políticos del PRI para formar parte de las otras corrientes, dio como resultado que Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática comenzaran a distender sus diferencias ideológicas, buscando estrategias conjuntas de organización electoral.

Todo este contexto histórico es necesario para señalar que la búsqueda de alianzas partidistas, en afán de derribar un régimen, no son nuevas en México y han funcionado desde lo regional hasta lo nacional. Hoy los papeles se han invertido, y a quienes les resultó una buena alternativa hace veintitantos años hoy la unión entre PRI, PAN y PRD se les hace una abominación, pero olvidan un dato relevante; Andrés Manuel López Obrador estaba al frente del PRD a nivel nacional en aquel momento de lucha y unión entre azules y amarillos, entre derecha e izquierda, entre conservadores y liberales.

Como se documenta en el libro “ La Alianza para el Cambio en Nayarit, 1999: El primer precedente exitoso de la estrategia aliancista anti-hegemónica en los estados”, de Diego Reynoso y Orlando Espinosa, un trabajo editado por el Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico de la BUAP, y que forma parte de un proyecto editorial muy serio y profundamente documentado, dedicado a las Ciencias Políticas; la alternancia en la gubernatura del estado de Nayarit es el primer precedente exitoso de una alianza política en México y el episodio involucrar a nuestro actual presidente de la república, ese que hoy no le gusta ver unidos nuevamente al PRD y al PAN.

Andrés Manuel López Obrador sucedió a Cuauhtémoc Cárdenas en la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática a finales de los 90, en aquel tiempo la dirigencia nacional del PAN abiertamente no era centralizada, en favor de generar estrategias locales y regionales que quitaran del poder al PRI; a esa estrategia se sumó el PRD de AMLO, quien dio total libertad y visto bueno al perredismo nayarita de estrechar mano y buscar junto a la derecha conservadora panista una gubernatura en común, asentada en un candidato formado en el priismo, exiliado del priismo pero que con su priismo enriqueció el triunfo. Todo lo anterior se combinó para dar inicio, dentro de la “democracia” moderna nacional, a las alianzas antihegemónicas, hoy los papeles se han invertido y uno de los facilitadores de esas alianzas electorales podría ser víctima de si mismo, el peor enemigo del AMLO de hoy es el AMLO del pasado.

La historia está para revisarse, corregir errores y no escupir para arriba. Les recomiendo leer el extraordinario trabajo de Diego Reynoso y Orladon Espinosa quienes coordinan los portes de otras y otros autores especialistas en Ciencias Políticas, pueden encontrarlo como libro electrónico en internet.