De la prometida Constitución moral, al Presidente López Obrador sólo le alcanzó para imprimir en panfleto llamado Guía Ética para la Transformación de México que en realidad se reduce a diez mandamientos que desde ahora se convertirán en el libro sagrado del cuatroteísmo.

En junio de 2018, en la víspera de la elección presidencial, la casualidad me hizo coincidir con el entonces candidato a la Presidencia en el municipio de Tejupilco en el estado de México. Asistente involuntario al mitin, pude escuchar de viva voz su planteamiento sobre lo que él llamó la instauración de la constitución moral, lo que implicaría según entonces, que los mexicanos nos tendríamos que dar nuevas normas de convivencia y de orden jurídico, que lo mismo podrían balancearse entre el liberalismo histórico de nuestro país y el conservadurismo que mueve la conciencia de actual Presidente de México.

En Tejupilco fue la segunda vez que López Obrador lo planteó de manera pública. La primera ocasión fue en cuando tomó protesta como candidato presidencial del Partido Encuentro Social (PES). “El país necesita una revolución moral y una suerte de nueva constitución para fortalecer una convivencia futura sustentada en el amor para alcanzar la verdadera felicidad. La verdadera felicidad no está en los bienes materiales”, dijo entonces. Al parecer, ninguno de los actuales miembros del gabinete lo escuchó.

Pero la Constitución naufragó en el camino. Tal vez alguien lo convenció de que se trataba de una idea disparatada o simplemente entendió que lo verdaderamente urgente era hacer los cambios necesarios para concentrar el poder político e institucional en torno del Presidente de la República.

La famosa Constitución moral ofrecida en campaña quedó reducida a una simple guía moral en el gobierno, que sin embargo, será el pretexto para intentar ideologizar al menos a diez millones de mexicanos –el tiraje de su primera edición- justo en medio de un proceso electoral. Que no vaya a estar en la boleta no impide al Presidente hacer campaña por todos los medios: la guía ética, la consulta para enjuiciar a presidentes, la vacuna contra el Covid y por supuesto, los programas sociales.

La guía consta de 20 artículos en 34 páginas que aleccionan sobre principios universales como el respeto a la diferencia, la vida, la libertad, el amor, el perdón, la igualdad o la redención, pero también la economía, el trabajo o la autoridad y el poder. Nace del convencimiento repetido por el mandatario de que la sociedad “ha perdido valores culturales, espirituales y morales” para sumirse en la “degradación y la decadencia”, algo de lo que pos supuesto no está exento su gobierno, y según parece, tampoco algunos integrantes de su familia.

Según el Presidente y sus autores, desde una perspectiva humanista, “los criminales y corruptos pueden redimirse por medio de la reflexión, la educación e incluso la terapia psicológica”. Pretender justificar en la moral el fracaso de su estrategia de seguridad no llevará al país a recuperar la paz.

La mayoría de sus críticos coinciden en que el gobierno –este o cualquier otro- no está para dictar conciencias y se corre el peligro de que esos textos acaben por fijar verdades unívocas que finalmente se conviertan en restricciones a la pluralidad. El texto resulta un panfleto inocuo para consentir la bipolar ideología presidencial que carece de un debate integral.

Presentado desde el púlpito de Palacio Nacional, resulta una homilía sin diagnóstico ni políticas de prevención; no es más que un estilo de gobierno muy marcado por símbolos del pasado y un estilo unipersonal de gobernar sin contrapesos. Es la aspiración permanente de la omnipresencia presidencial: estar todo el tiempo en todo lugar.

El documento será el catequismo de la base social y electoral del gobierno. Los millones de copias serán entregadas a los abuelos para que “analicen estos principios con sus hijos y nietos”. También alcanzarán para los millones de beneficiarios de los programas clientelares del bienestar que se entregan a adultos mayores, menores con discapacidad, pensionados y ninis becados.

Y mientras el Presidente prepara la distribución masiva de su guía ética, Manuel Bartlett, Dolores Padierna y René Bejarano, Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman, Rocío Nahle, Ana Guevara, Yeidckol Polevnsky, Luisa María Alcalde, Paco Ignacio Taibo II y Hugo López Gatell, siguen desternillados de risa luego de su lectura.

Eso sin contar al morenismo veracruzano.

Las del estribo

1. Esteban Ramírez Zepeda critica a la Suprema Corte de Justicia por una decisión que no sabe siquiera que día sucedió y en qué consiste. Gonzalo Vicencio Flores anuncia la llegada de la senadora Mónica Fernández Balboa como delegada en Veracruz y ella misma lo desmiente. ¿Qué serían sin la figura del Presidente? Morena no sería más que una caricatura.

2. Hace algunos meses, el secretario de Seguridad pública de Veracruz, Hugo Gutiérrez Maldonado, criticó que los veracruzanos se quejen y exijan al gobierno estatal de Cuitláhuac García Jiménez mayor seguridad, cuando nunca la ha habido en la entidad. Según las cifras nacionales, entonces tampoco la habido estos dos años. Hoy le toca comparecer ante el Congreso.