Funcionarios que vivieron a lo largo de un sexenio en las villas, con todos los servicios a cuenta del gobierno; un equipo de basquetbol que requirió un área completa del hotel, cuyas habitaciones tuvieron que ser adaptadas de acuerdo a la estatura de los jugadores y que nunca pagaron un centavo; vacaciones VIP de funcionarios y sus familias con cargo al erario; y cortesías que iban desde la realización de eventos, fiestas o consumos en bares y restaurantes, hasta la firma infinita de periodistas y amigos.

“Conocimos verdaderas historias de terror. Nos encontramos un potrero lleno de fango y estiércol”, resumen algunos de los actuales funcionarios del Instituto de Pensiones del Estado (IPE).

Sin embargo, su actual directora Daniela Griego Ceballos no se refugia en excusas. Dos años después, hace un diagnóstico de la institución. Reconoce que tiene patologías previas que se agravaron con los vicios promovidos por el propio gobierno. Así, a la crisis estructural del sistema de pensiones, se sumó la ineficiencia en la recaudación de aportaciones, la mala operación de los activos del instituto, y lo más grave, la corrupción y los excesos en el uso de la infraestructura y el consumo de los servicios que presta a través de sus empresas.

“Hoy son más los pensionados que los activos; las aportaciones que hacen los trabajadores durante su vida laboral equivalen a ocho o nueve años de pensión, sin embargo, la expectativa de vida permite que cobren por 20 años o más. Y hay una gran disparidad en los criterios para establecer una pensión: no es lo mismo lo que aporta un funcionario público, un maestro universitario o un empleado municipal. En muchos casos, hubo salarios muy bajos a lo largo de su vida laboral pero lograron –por la razón que sea- jubilarse con una cantidad muy superior al promedio que aportaron”, dice al tiempo que comparte anécdotas y datos duros.

Es necesario hacer una nueva revisión de la Ley del IPE. No se trata de perjudicar a los trabajadores imponiendo nuevas reglas del juego, sino de garantizarles una pensión digna. En otros estados, por ejemplo, las aportaciones totales –trabajadores y patrón- equivalen al 40 por ciento mientras que en Veracruz seguimos apenas en el 32%. Pero es difícil encontrar un parámetro cuando existen más de ¡mil sistemas de pensiones en el país!, pero es una tarea que compete al Congreso, sugiere.

Explica a detalle lo que se ha tenido que hacer para estabilizar a la institución que hoy vive un proceso de recuperación, con una relación estable con los sindicatos y alejado de las tentaciones financieras del gobierno. “No hemos tenido problemas para pagar puntualmente las pensiones a los trabajadores del estado que no tienen la culpa de la crisis del Instituto. Tenemos recursos suficientes para cubrir todas las obligaciones de este fin de año”, confía.

Las cifras y los números caen con el vértigo de una cascada. El rescate de la reserva técnica, la revisión del padrón de pensionados y la seguridad social (IMSS), el pago de la deuda de instituciones del gobierno estatal, organismos autónomos y Ayuntamientos, la recuperación de bienes inmuebles y su valor inmobiliario son signos vitales de un paciente desahuciado por administraciones anteriores.

El IPE no es un organismo pobre, sino una institución empobrecida. Por años, no sólo se hizo discrecional de los recursos de su reserva técnica, sino que se permitió que los entes dejaran de hacer sus aportaciones. La reserva técnica ha recuperado 317 millones de pesos y tiene pagos pendientes por parte del gobierno estatal por 8 mil millones de pesos, el equivalente al presupuesto anual de la institución.

Tampoco se han salvado de la pandemia. “Hemos tenido que implementar la revista de supervivencia por vía internet, llamadas telefónicas o redes sociales. Había personas que habían fallecido por las pensiones se siguiendo pagando por años; y no se trata sólo de quitar y mantener la pensión, sino que se tienen que pagar al IMSS cerca de 400 millones de pesos al año por servicios médicos que no se utilizan”.

Daniela Griego reconoce que sin la intervención de la Secretaría de Finanzas hubiera sido imposible conciliar los adeudos no sólo del gobierno estatal sino también de las instituciones y de los Ayuntamientos. La colaboración ha sido fundamental para el rescate del IPE. Hace algunos años, en medio de una de tantas crisis, este columnista fue testigo de cómo el diferendo entre un director del IPE y un alto funcionario de Finanzas terminó a los golpes en medio de los esfuerzos del titular de Sefiplan por separarlos.

Los Ayuntamientos están dispuestos a pagar. Hemos firmado, dice, 41 convenios de reconocimiento de adeudos con los Ayuntamientos y con entes de la administración estatal, lo que nos permitió recuperar más de 500 millones de pesos. Además, “estamos en curso de pago de alrededor de 170 millones de pesos y con la tarea de ir a los entes incorporados, sobre todo a los Ayuntamientos y algunos organismos autónomos.”

Griego Ceballos apenas hace pausas para contar anécdotas de su formación como socióloga y su trabajo como promotora, capacitadora y activista social, lo que le llevó irremediablemente a la política. Recuerda cada paso de los 3 mil kilómetros que recorrió para hacer campañas. Por ahora, los cargos de elección no le ocupan.

Lo que desea es que el potrero vuelva a ser rentable.

 Las del estribo

  1. En realidad, la resolución del TEPJF no tiene ningún efecto sobre los partidos políticos estatales. Acaso restituye prerrogativas a los partidos con registro nacional pero a los locales los deja como estaban, es decir, con la asignación anual que tenían. Lo importante será la resolución que hoy emita la SCJN respecto a la reforma electoral de Veracruz, lo que podría ser el primer golpe al morenismo en este proceso electoral.
  2. Como se esperaba, la comparecencia del Secretario de Finanzas, José Luis Lima Franco, resultó un paseo por el Congreso. Incluso la aguerrida fracción azul reconoció el desempeño del funcionario, a diferencia de lo que pasó un par de días antes. Ante la pandemia, el escenario financiero es poco halagador, pero al menos hay responsabilidad y autocrítica.