En opinión de expertos analistas, políticos perversos como Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón Hinojosa, Miguel Ángel Osorio Chong, Enrique Peña Nieto y otros muchos más, deben tener documentada, en videos, toda la actividad que ha venido realizando el presidente Andrés Manuel López Obrador, sus hijos, su hermano Pío y sus cercanos colaboradores, cuando menos de las dos últimas campañas para acá. Se trata de los reyes del espionaje que si algo saben hacer, como lo han demostrado, es documentar todos los movimientos de sus adversarios para, en su momento sacarlos a la luz pública para exhibir y derrotar a quienes se les ponen enfrente. A lo anterior hay que sumar otra videoteca, una bomba que tiene la mecha prendida, pues desde hace aproximadamente un año fue robada del lugar donde se encontraba. Quien la tiene en su poder, puede ir administrando los videos de Pío o de muchos otros a discreción, en función de los tiempos políticos. Todavía no se sabe quién filtró el video de Pío, y menos aún cuándo y cómo podrían venir los siguientes. Así, los adversarios del Presidente parecen haber tomado por asalto la agenda política del Presidente y lo han sacado de su zona de confort mediática –el juicio a expresidentes, caso Lozoya, la rifa del avión, Genaro García Luna-, para postrarlo ante la incertidumbre de lo que se pueda conocer públicamente en las próximas semanas y de aquí a la elección del año próximo. Podrían aparecer en estos videos personajes tan cercanos, tan actuales, como en su momento lo fue el propio René Bejarano, lo que confirmaría que a lo largo de su peregrinar en pos de la Presidencia, López Obrador –o la gente más allegada a él-, tejió una intrincada red de recaudadores de “aportaciones al movimiento” que tendría que obligar a una investigación lo mismo de la FGR –hasta ahora no ha citado a declarar a nadie involucrado en el video de Pío y el defenestrado David León- y del INE. Pero como el Presidente, quienes poseen esos videos no buscan justicia; pretenden, como él mismo, remover en la población su enojo y frustración ante lo evidente: toda la clase política, la de antes y la de ahora, la de derecha y la izquierda, los liberales y los conservadores, engendran la semilla de la corrupción y el desfalco de los recursos públicos. Se trata del mismo chiquero con diferentes marranos.