En esta parte final de la conversación, Pibe Árcega, hace un recorrido a lo largo de toda su trayectoria y termina con una reflexión en torno a su quehacer como músico.

Back Home Again in Colima

Diana y yo nos casamos y me regresé a Colima ya con un ofrecimiento de llevar la barra de blues y de jazz, a las dos de la tarde, en la radio de la Universidad de Colima, con el apoyo de Karina Robles, que era la directora de la estación en ese entonces. Seguí estudiando acá en Colima como podía, seguí viajando a Guadalajara a tocar blues —porque nunca quise dejar Guadalajara para seguir estudiando y estar en contacto con músicos— pero a la vez hacía este trabajo de promoción dentro del jazz.
Empezamos juntos Vibración Azul [programa radiofónico de jazz de la Universidad de Colima], después Diana se quedó con el programa y yo seguí con la barra diaria del mediodía, por muchos años estuvimos así.

Al estudio

Después, Tom Kessler se ganó el premio del Fonca con el proyecto de grabar un disco a octeto, pensó en mí para algunas partes del disco, que es bellísimo. En la grabación me tocó coincidir con puros monstruos del jazz nacional e internacional: estaba Gabriel Puentes en la batería, Nico Santella en el piano, Vico Díaz en el contrabajo, Brain Allen en el trombón, Blair Latham en el clarinete bajo, Alex Guardiola en la trompeta y yo en la armónica cromática. En la ingeniería estuvo el gran Ken Basman, fue el encargado de grabar. La grabación se hizo en el Zinco Jazz Club, los días 6 y 7 de junio de 2011. Fue el primer disco en el que participé, estaba muerto de miedo porque estaba tocando con puros monstruos del jazz, pero Tom Kessler confió en mi trabajo, incluso tuve que repetir algunas tomas porque estaba muerto del miedo por la presión.

Veinte once

Siempre recibí el apoyo de Brian Lynch, en un jam me dio como premio —porque premiaban a los mejores— un mes en el programa en línea que tenía Rafa Alcalá en aquel entonces, y en el seminario del 2010 me escogió para formar parte del ensamble que iba a llevar al Panamá Jazz Festival. Ahí me tocó conocer a Gerry López, también estaban Yaury Hernández en la batería, Nacho Alcántara en la guitarra, Diego Franco en el saxofón tenor y Sabino Paz en el contrabajo.
En enero de 2011 nos fuimos al Panamá Jazz Festival. Ese fue un año maravilloso por las oportunidades que tuve: hice este viaje, grabé en el disco de Tom Kessler, fuimos a un encuentro de la RULAC [Red de Radios Universitarias de Latinoamérica y el Caribe] que organizó Radio UNAM en la Ciudad de México y fuimos al Festival Ejazz de Puebla. Pero también fue un año de bastante tensión para mi estómago porque me sentía muy presionado, ese viaje a Panamá fue muy tenso, descubrí que me sentía muy inseguro de lo que hacía porque estaba tocando con músicos mucho más jóvenes y que tocaban cuatro o cinco veces más que yo. Cuando llegamos a Panamá, me encontré chavos supermega talentosos que ahora son estrellas del jazz internacional, me los encontré en el ensamble de Berklee Global Jazz, en el ensamble del Conservatorio de New England; eran geniales y yo me hacía cada vez más chiquito a pesar de medir uno noventa, pero Brian Lynch —que fue miembro de los Jazz Messengers— me dio toda la confianza, todo el apoyo.
Fue un viaje genial, de mucho aprendizaje; quizá en su momento no lo disfruté pero me ayudó a crecer muchísimo. Conocí a Danilo Pérez, un día tuvimos una recepción en la embajada de Francia y llegamos muy entonados a la jam, John Patitucci me escuchó y me dijo que le gustaba cómo tocaba, entonces recibí muy buenos comentarios de mi forma de tocar, obviamente, la armónica cromática no es un instrumento muy común más allá de Toots Thielemans, Grégoire Maret y algunos otros, pero a la gente le gustó mucho lo que yo estaba tocando.
Han pasado casi diez años de eso y ya me siento completamente seguro de mi forma de tocar y de lo que he logrado, y ahora tengo una hermosa familia con Diana Peña, nos hemos apoyado tremendamente. En todos estos años no he parado de estudiar y he sentido todo el apoyo de ella, de mi familia, de mi hijo Luam, para poder seguir desarrollándome en el jazz.

Ariles y más ariles…

A la par de estudiar jazz, conocí a un buen músico xalapeño, llamado Kamal González, que me empezó a introducir al mundo del son jarocho y me invitó a grabar con él un par de discos, también me llevó al encuentro de jaraneros de Tlacotalpan, del cual quedé enamorado, y desde entonces, el son jarocho ya es parte de mi improvisación.
Los maestros que venían al seminario internacional nos decían: tienen que clavarse en su raíz, está chido tocar jazz, swing de Nueva York, pero ¿qué van a aportar ustedes como mexicanos?; eso se me quedó muy grabado. Antes teníamos el son abajeño del lado de Colima y de Jalisco, pero ya es muy poco y se ha deformado mucho con el mariachi que formó el grupo Televisa con la trompeta y los mariachis bailando y todas estas cosas que hacen que el mariachi realmente ya no me guste, pero cuando me topé con el son jarocho dije wow, siento lo mismo que cuando toco jazz o cuando toco blues. Sentí esa raíz africana y tuve la fortuna de que en Colima hubiera gente que estudiaba el son jarocho: Isolda Rendón, Kamal, que iba a los seminarios con Los Cojolites, y Kamal y yo empezamos a intercambiar conocimientos: yo le pasaba lo que sabía de jazz y de improvisación, y él me pasaba cosas de son jarocho y me enseñaba sones.

… y no me parezco a nadie

Siempre me gustó mucho, también, la experimentación con música electrónica. Los primeros años de mi vida los pasé en el centro de la ciudad de Colima, después nos fuimos a vivir a una de las colonias de la periferia y había muchos chavos que se iban a Estados Unidos a trabajar y regresaban con casetes de rap, eso fue a finales de los años ochenta, la época de oro del rap, cuando todavía era underground. Lo escuché y me enamoré del hip hop cuando era muy niño y también lo empecé a meter a mis influencias y a esa mezcolanza musical de música electrónica, rap, son jarocho, radio-arte —que también lo tuve muy cerca cuando estaba trabajando el radio—, el arte sonoro y la improvisación en el jazz; mezclo todo eso en mi estilo musical, procuro ser Pibe Árcega y Pibe Árcega es un conjunto de situaciones y de experiencias, yo no podría tocar como Toots Thielemans porque Toots es un señor de Bélgica y una persona muy dulce, y uno de los retos que tiene mi instrumento, una de sus debilidades es que puede sonar muy cursi muy fácilmente.

La Nueva Orleans veracruzana

En 2005, nos invitaron a un encuentro nacional de radiodifusores del jazz que se iba a realizar en el festival JazzFest de Xalapa, yo sabía de ese festival que organizaba Javier Flores Mávil porque Flavio Meneses había ido y me había platicado. Cuando surgió la invitación, la subdirectora de la estación nos apoyó para que nos enviaran, a Diana y a mí, con todos los gastos pagados. Fuimos, yo empezaba a tocar jazz pero no me sentía preparado, y fue un golpazo de realidad que me entusiasmó pero dije órale, hay músicos que están estudiando en serio, que traen buen nivel; y como productores de radio, Diana y yo nos sentíamos chiquitos porque había gente que tenía catorce años con su programa, otros tenían nueve años y nosotros teníamos un año con un programa de jazz, éramos los más jóvenes. Pudimos entrevistar a Eddie Gómez, conocimos a Oxama [Óscar Javier Martínez, productor de El sexto continente], conocimos a Luc Delannoy; fue un encuentro muy importante.
En las noches, iba a los jam al Tierra Luna, llevaba mi armónica pero nunca me animé a subirme porque no estaba preparado, y qué bueno que no lo hice porque es muy traumático cuando no te va bien en un jam o en una presentación; solo iba a observar. Me enamoré de Xalapa, fue mágico estar en esa ciudad llena de música, llena de jazz y me sirvió muchísimo esa experiencia. No he regresado a Xalapa pero he tenido muy buen contacto con muchos amigos de Xalapa, como el amigo, muy querido, Aleph Castañeda.

Festival de Jazz de Colima

A raíz de las experiencias del JazzFest de Xalapa, Diana cursó un diplomado en gestión cultural impulsada por otra gran amiga —que también ya falleció—, Dolores Contreras. Se introdujo en el mundo de la gestión cultural y creó el Festival Internacional de Jazz de Colima. En el primer festival me presenté con dos grupos en los que estaba tocando: el ensamble del seminario Tónica —que dirigía Brian Lynch— con el que fuimos a Panamá, y el octeto de Tom Kessler; la gente mal pensada de Colima dijo que me habían metido a fuerza en esos dos grupos porque Diana organizaba el festival y era una condición para que se presentaran (risas); yo ya tocaba en esos dos grupos, pero, bueno, eso siempre pasa, pueblo chico infierno grande, y un festival de ese tipo siempre desata muchas críticas y muchas envidias.
En el primer festival había todas las facilidades, pero en los siguientes, cada vez se ponía más difícil. A mí me tocaba apoyar a Diana y fue muy difícil porque cada vez había más trabas; terminábamos casi divorciándonos, y yo terminaba harto del jazz y le decía ¿sabes qué?, yo ya no te voy a apoyar en nada, ya estoy harto de todo esto. Después le decía a mí no me metas en nada de organización previa, preproducción, yo te voy a ayudar en el festival, y sí, me tocaba ir por los músicos, armar el jam en la noche, chambear de las nueve de la mañana a las tres de la mañana y dormir un poco, y al otro día, igual.
Fue un gran trabajo pero creo que la gente que estaba lejos de este círculo de músicos terminó amando el festival, lo terminó respaldando y esas seis ediciones fueron maravillosas y de mucho aprendizaje; fueron muy difíciles pero nos llevaron a conocer gente importante. En la música, siempre me acomodado en el lugar correcto, con la gente correcta; mis deseos han sido de aprender, no «farolear», no de sentirme ¡wow!, jazz star o esas cosas porque siempre tuve la fortuna de aprender de gente muy humilde como persona, y de saber que ser músico no te hace ser nada especial, simplemente eres, como un buen artesano, un buen artista y no eres superior a los demás; de repente muchos músicos se sienten así y es al revés, yo creo que como músicos debemos estar al servicio de la música.

I am the champion

Entré al primer campeonato que organizó Hohner y Casa Veerkamp en México hace un par de años y me tocó ganarlo con una canción de Vico Díaz que se llama Colima, me acompañó Xinto Stevens, que es un enamorado del requinto jarocho, y la acompañó con jarana porque es una fusión con el son. Gané el primer lugar y eso me ha abierto muchas puertas porque, al parecer, a la gente le encantan las competencias.

En el jazz la vida es más sabrosa

Últimamente me he ido a trabajar un par de temporadas a la Costa Alegre —esta hermosa zona de playas de Jalisco que colinda con Colima— y me ha ido estupendamente bien con el público canadiense y americano, les ha encantado mucho lo que hago, se sorprenden de que esté tocando armónica.

The Long and Winding Road

Nuestra familia ha crecido dentro del jazz, nuestra relación nació con este amor a estudiar y a aprender, lo hemos hecho a lo largo de todo este tiempo y ahora Diana es una reconocida productora e impulsora del jazz nacional y a mí ya me empiezan a conocer como un armonicista del jazz en México gracias a ese concurso y a mi trabajo. Estamos muy felices y con todas las ganas de seguir creciendo y aprendiendo del jazz; al final de cuentas, el jazz es vida, es improvisación, y en la vida se improvisa todo el tiempo, sabes lo que quieres pero no sabes cómo lo vas a hacer, y aunque aquí en México, cuando se dice improvisación se piensa que es algo malo —esta es una idea contra la que tenemos que luchar—, creo que la improvisación es saber lo que quieres y llevarlo de ciertas maneras espontaneas a ese punto que quieres.
Cuando conocí al Pájaro —Miguel Ángel de la Mora— le pregunté oye, ¿como cuánto tardaste en tocar jazz y decir ya me gusta lo que estoy tocando, ya está sonando como quiero? Me dijo como diez años y dije chin, el camino es largo, y exactamente a los diez años empezó a gustarme y ahora que tengo más de esos diez años, ya me empieza a gustar lo que hago. Ha sido un camino largo, un camino de vida, pero tengo la fortuna de haber estado bien acompañado en este camino.

 

 

PRIMERA PARTE: Viaje a la raíz
SEGUNDA PARTE: The Feeling of Jazz

 

 


 

 

 

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