De pronto pareciera que vamos despertando de una pesadilla para darnos cuenta simplemente que no hemos podido salir de la pesadilla anterior. La historia de mi generación, durante los últimos cincuenta años, es la de gobiernos, administraciones y políticos señalados por corrupción, empezando por los presidentes y gobernadores. Ningún “sexenio” se ha salvado, desde Echeverría y López Portillo, hasta Peña Nieto, en lo nacional, y desde Acosta Lagunes hasta Yunes en Veracruz.

Durante la semana pasada nuevamente hemos sido testigos de la tragedia nacional de un país que es saqueado exactamente cada seis años por aparatos organizados de poder de acuerdo con la teoría de la autoría mediata, expuesta por Claus Roxin.

En el paroxismo de la Cuarta Transformación o “4T” (sic), cuya bandera principal es terminar con la corrupción “histórica”, se inventaron un ente público que por su solo nombre nos da una idea de un “estilo personal de gobernar” como diría Daniel Cossío Villegas, pero que también abre la puerta de la imaginación de manera exactamente proporcional a la ambigüedad de su nombre: Instituto Nacional para Devolver al Pueblo “lo” Robado.

En realidad no sé qué pensar al escuchar el nombre de esta institución del Estado mexicano. De repente me imagino una especie de “Banco Gringotts” de la novela de Harry Potter, con un gran hall como recepción en un edificio de estilo cásico con grandes columnas romanas, bajo el cual se esconden y adentran en el subsuelo, a través de infinitos pasillos, cientos de salones y cuartos donde unos “burócratas” clasifican, ordenan, organizan y guardan, todo “lo” robado y recuperado en los gobiernos anteriores. O bien me viene a la memoria la escena final con la que terminaban las películas de Indiana Jones, en la que se ven unas grandes galerías y almacenes donde se van apilando los tesoros recuperados a esas mafias de tráfico de reliquias históricas y clasificadas con el sello en rojo de “top secrets” o “super secretos”. Y desde luego el dibujo animado de mi infancia de la bóveda de Rico McPato, que alentaba todo tipo de deseos y anhelos de la riqueza capitalista del famoso tío de Hugo, Paco y Luis.

Me pregunto también cómo estará organizado ese Instituto y si tendrá secciones, que estarían distribuidas físicamente en esas bóvedas de “Gringotts”. Así, estaría la sección de “lo” robado por sexenios, y dentro de ésta, unas subsecciones por presidente; o bien una sección de gobernadores, y subsecciones por nivel o grado de “transas” o por prioridad empezando por Coahuila, Tamaulipas o Veracruz; o la sección de empresarios y la sección de prestanombres; desde luego la sección de paraestatales donde estaría PEMEX a la cabeza y que requeriría un bóveda gigante; o bien la sección sindical; igualmente una sección de “lo” robado por el mismo pueblo que no paga sus impuestos, que da “mordidas” y que no quiere pagar servicios.

Por otro lado, está la cuestión de cómo se devuelve “lo” robado; cómo se decide a quién devolver de entre el pueblo. Es decir, como lo indica una parte de su nombre, primero el Instituto tiene que saber, organizar y guardar “lo” robado. Pero por el otro está la tarea de devolver, y ahí también se abre una puerta a la imaginación o a la tentación de sacar ejemplos en la literatura o caricatura universal. Aquí, por supuesto, está la figura de Don Quijote en los diferentes episodios donde quiere hacer justicia y restaurar el orden de las cosas; la del famoso Robin Hood; o la del El Zorro, en su versión de Joaquín Murrieta, el legendario héroe californiano y, de quien, dicho sea de paso, un tío mío asegura que es mi antepasado.

En la ingeniería constitucional o el diseño institucional de un país, debe haber pesos y contrapesos, para hacer efectivo, entre otras cosas, la rendición de cuentas, así como para evitar el abuso o concentración de poder, ya no digamos de la corrupción. En nuestro caso están el papel de la Cámara de Diputados Federal o de los congresos locales, en sus tareas de supervisión de la cuenta pública, así como la Auditoría Federal o los órganos de fiscalización en los estados. Igualmente el recién creado Sistema Nacional Anticorrupción que establece diversas instituciones de vigilancia y combate a la corrupción.

Por otro lado, el Presupuesto de Egresos tanto el federal como el de los estados, es un mecanismo igualmente de control y rendición de cuentas. El Presupuesto se construye a partir de los ingresos estimados o calculados para cada año, siendo una de sus fuentes principales los impuestos de todos los ciudadanos.

Digo esto porque me parecería lógico que si el Estado, a través de sus instituciones de fiscalización y anticorrupción, al recuperar bienes y recursos que hubieren sido producto de “lo” robado, tendría que regresar ese recurso a la Secretaría de Hacienda, que finalmente esa sí es la gran bóveda de la nación y el tesoro nacional, para que se reintegre a los ingresos y que luego se transforme en egresos a través del presupuesto.

En otras palabras, “lo” robado debe ser primero identificado, luego recuperado y luego reingresado al “tesoro” o tesorería, y en un segundo momento debe ser convertido en proyectos incluidos en el presupuesto de egresos.

Esto es, se trata de un esquema institucional y legal y no discrecional, porque de otra manera se estaría cayendo precisamente en lo que se quiere combatir, y se estaría traicionando el pacto federal y fiscal.

¿Quién devuelve? ¿Cómo se devuelve? ¿A quién se devuelve? “lo” robado. ¿Quién robó? ¿Qué pasó con el que robó? ¿A quién robó? El Estado no es un ente caprichoso o arbitrario, el Estado es la organización de la sociedad en instituciones a través de un diseño constitucional y legal.

Me gusta mucho la idea de la Cuarta Transformación como un ideal moral y ético de revisión y de cambio de rumbo, y desde luego se pueden crear nuevas instituciones y equilibrios, pero esas nuevas instituciones no pueden ser ambiguas, ni en sus nombres, ni es sus funciones.