Dieciséis años después, el Presidente López Obrador exige a la opinión pública derecho de réplica: pide que se hable de los video escándalos de hoy tanto como se habló en el pasado de aquéllos que lo involucraron a él, a quien fuera su Secretario particular René Bejarano, y a la plana mayor del PRD. Escándalo que un año después le costaría perder la Presidencia por primera vez.

Hoy pide que el asunto “Lozoya” sea tratado como un asunto de Estado y que la Fiscalía General de la República haga públicas las declaraciones del ex director de Pemex, lo que evidentemente violaría el debido proceso y no aportaría ningún elemento al caso que ya estos dichos deberán ser probados. En el caso Bejarano no sucedió ninguna de las dos cosas, acaso el silencio absoluto del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal.

En esta segunda temporada de video escándalos, las comparaciones son inevitables: en el video del caso Lozoya no son portafolios como en el caso de Bejarano, “aquí son maletas”, dijo el Presidente ayer como si eso disculpara la diáfana explicación que dio el propio Bejarano hace algunos años: era dinero para las campañas electorales.

Además, dice López Obrador que el video de sobornos “muestra la inmundicia de un régimen de corrupción”. En eso tiene toda la razón: mientras en los videos de Bejarano y compañía aparecerían sólo dirigentes perredistas y empresarios, en los videos actuales aparecen colaboradores muy cercanos de legisladores panistas y se infiere que funcionarios públicos vinculados a Pemex. Toda la fauna del poder.

Es decir, la “inmundicia del régimen de corrupción” se convirtió en metástasis en estos años, sólo que las reses de ayer se convirtieron en los carniceros de hoy.

¿Cómo fue la historia de los video escándalos? En 2004 el diputado panista Federico Döring filtró en el noticiero televisivo El Mañanero el video que levantaría un escándalo político al mostrar al perredista René Bejarano –ex secretario particular de López Obrador y en ese momento Presidente de la Asamblea Legislativa-, recibiendo 45 mil dólares​ del empresario argentino Carlos Ahumada.

Pero René Bejarano no fue el único ni el último político en ser grabado mientras recibía fajos de dinero. Meses antes, en unos videos filtrados a medios se involucraba a personajes del partido y al Secretario de Finanzas del Gobierno del Distrito Federal en presuntos actos de corrupción, que desataron un escándalo político en el país. La entonces presidenta del partido, Rosario Robles –hoy encarcelada por corrupción por sus viejos correligionarios-, tuvo que dejar su cargo tras acusaciones de desfalcos y presunta vinculación con personajes corruptos.

El primer vídeo exhibido en televisión abierta mostraba a Gustavo Ponce Meléndez, Secretario de Finanzas del Distrito Federal, apostando en un casino de Las Vegas; Ponce escapó esa misma noche. Posteriormente, la Procuraduría de Justicia del DF reveló que el exfuncionario era investigado por lavado de dinero pero nunca pisó la cárcel. López Obrador dijo entonces que nunca estuvo enterado.

La segunda bomba cayó unos días después. En el noticiero El Mañanero (Televisa) -conducido por Víctor Trujillo en su caracterización de Brozo-, se mostró un video donde René Bejarano recibía grandes sumas de dinero del empresario argentino Carlos Ahumada. Bejarano señaló después que el dinero había sido entregado a la entonces presidenta del partido, Rosario Robles, algo que sonó a venganza ante la relación sentimental de Robles con Ahumada.

En otros videos también se mostró al delegado de Tlalpan Carlos Ímaz, recibiendo dinero de manos del mismo Carlos Ahumada; Rosario Robles también fue señalada como responsable. Semanas después, Bejarano salió en otro video, negociando con Ahumada la asignación de puestos públicos en la delegación Álvaro Obregón. Los escándalos repercutieron en la precipitada renuncia de Robles al partido y la derrota en la elección presidencial que López Obrador ya tenía amarrada.

Esta vez la ola del escándalo amenaza al corazón del panismo y el calderonismo, lo que provocará el deslinde de la actual dirigencia y el éxodo partidista de los involucrados. Para Morena, la verdadera oposición es el PAN –como lo fue el PRD para el PRI en aquéllos años-; esa es la razón por la que los videos, subidos a YouTube y transmitidos desde Palacio Nacional, no alcanzan –al menos hasta ahora- a ningún priista de renombre.

Es necesario que esta vez la justicia alcance a los responsables, y no se trate sólo de un escándalo político que termine en una lapidación pública y la exoneración penal como sucedió en el caso Bejarano.

Pagan a empresarios para enfrentar la crisis

La pandemia ha dejado sin dinero al gobierno y las empresas. Por eso no se puede regatear el esfuerzo que ha hecho la Sefiplan para reanudar el pago de adeudos con proveedores heredados de administraciones pasadas.

Desde octubre pasado, meses antes de la pandemia, la Secretaría de José Luis Lima Franco puso en marcha tres esquemas para la liquidación de pasivos. Los proveedores podrían optar por pagos directos –lo que implicaría un periodo de tiempo mayor-, el factoraje y las cadenas productivas. En cualquiera de los casos les permitiría tener dinero fresco para enfrentar la crisis.

Sin embargo, muchos de ellos no pudieron resolver su adeudo debido a que el costo del factoraje –la ruta financiera más ágil- representaba un costo del 25% del monto contratado, por lo que la mayoría prefirió seguir esperando y aceptar la prestación de algunos bienes y servicios con el actual gobierno.

Este lunes, el Gobernador anunció la reanudación de los pagos gracias a que el costo del factoraje se redujo al 9% y que bajo ese esquema se liquidarán los primeros adeudos a empresarios veracruzanos. En una primera etapa se pagarán 48 millones de pesos a 80 empresas, para después incrementar el monto y así finiquitar las deudas.

Por supuesto que el adeudo aun es grande, sin embargo se ha dado prioridad a las pequeñas empresas y prestadores de servicios. Y si bien la cantidad pareciera no ser importante en medio de la emergencia económica, ningún otro gobierno había querido pagar la deuda a pesar que muchos ya la habían acreditado formalmente.