En uno de los primeros programas de la nueva época de El jazz bajo la manga en su versión radiofónica (si no lo han escuchado, enmienden tal anomalía, en la parte inferior dejo los datos para que se conecten todos los miércoles), comenté que una de las hipótesis del origen de la palabra «jazz» afirma que en alguna lengua africana o caló criollo, el término se utiliza para nombrar, vulgarmente, a la actividad sexual. Una afirmación del músico y escritor Clay Smith parecía darme la razón: «Si se supiera la verdad sobre el origen de la palabra ‹jazz›, jamás se mencionaría entre gente educada».

Raudo, como suele serlo, Óscar Javier Martínez —productor de El sexto continente— refutó por Whatsapp:

«Hay una investigación muy seria que desmiente esa teoría largamente difundida, en resumidas cuentas, el jazz tiene que ver con el vigor, fue usada por primera vez a principios del siglo XX en el contexto del béisbol. Apareció escrita por primera vez en un periódico en 1912. Su connotación sexual llegó años después».

Al día siguiente corrí a preguntarle a ese señor sabelotodo que se llama Google si conocía algún hermeneuta que me sacara de dudas, muy amable me recomendó que buscara un a señor, de nombre Manuel Recio, que publicó en el portal Jot Down un texto que se llama El perfume de jazmín de las prostitutas de Nueva Orleans y el origen del jazz. Hablé con don Manuel y, también de manera muy cortés, entre varias otras cosas me dijo:

«Entre 1897 y 1917 se legalizó la prostitución en Storyville. Alrededor de 2000 mujeres ejercían allí su profesión. Generaba tantas ganancias que se convirtió en la segunda industria de la ciudad, después del tráfico portuario. Pero Nueva Orleans contaba con un deficiente sistema de alcantarillado. Más allá del blues de Basin Street, la avenida principal, las estrechas calles sin asfaltar del distrito rojo, apenas alumbradas por la tenue luz de las farolas de gas, se convertían en un hervidero de gente y de olores. La ciudad, asentada bajo el nivel del mar, se embarraba cuando llovía o subían las aguas del lago Pontchartrain. No era lo que se dice una esencia agradable (…)

«En un intento por contrarrestar los hedores pantanosos del bullicio, y con el ánimo puesto en acaparar candidatos, las prostitutas empezaron a utilizar una fragancia de jazmín (jasmine). No les fue mal. Causaba tanto furor entre su comitiva de candidatos que no tardaron en ser conocidas como jass-belles. Aquel que abandonaba el burdel, aún impregnado del aroma de la pasión del perfume de jazmín, se decía que estaba ‹jassed›. A los músicos que tocaban en esos lugares se les pedía que lo hicieran en un estilo ‹jassed›, es decir, sexy, para que pudiera inspirar los bailes de las meretrices y satisfacer al personal masculino (…)

«Quizá sin ese pecaminoso background, el jazz no hubiera sido lo que es. Quién sabe. Es en esos indecentes lupanares donde se gestan las teorías que hablan del origen sexual de la palabra ‹jazz›, para muchos autores su sentido más literal y originario, indisociable al término.

«Parece ser que ‹jazz› antes de 1900 ya tenía una fuerte carga sexual. Podía ser verbo o sustantivo. En el argot popular se refería a realizar el acto sexual. Los negros del sur lo utilizaban como sustituto de ‹copulación› o ‹vagina›. Hay referencias de textos escritos en dialecto criollo patois como sinónimo de ‹excitar› o ‹estimular›. Hay quien dice que etimológicamente es una derivación de la palabra ‹jasm» que a su vez procede de la jerga slang ‹jism› o ‹gism› (semen), aunque también se usaban como sinónimo de ‹energía› o ‹agallas›. Sin embargo, otros estudiosos consideran que su origen está en el francés popular del estado de Luisiana en el verbo ‹jaser›, que significa ‹charlar›, ‹cotillear› o ‹burlarse› (…)

«Una de las teorías más fascinantes tiene que ver con Jasbo Brown (también escrito Jazbo, Jazzbo o Jasper, dependiendo de la fuente), un itinerante músico negro sureño que, según cuenta la leyenda, alrededor de 1915 se dejó caer por los cabarets de Chicago. En uno de ellos, el Schiller’s Cafe, actuaba junto a una orquesta de músicos también negros. El tal Jasbo tocaba el pícolo y la corneta. Cuando estaba sobrio, su sonido era plano y convencional, pero cuando lo acompañaba de unas cuantas copas de ginebra se convertía en melodías salvajes y extravagantes.

«Los clientes, obviamente, preferían esta segunda opción por lo que, entusiasmados, en un principio gritaban ‹More, Jasbo?› con la intención de rellenar su copa. Esa pregunta pasó a ser afirmación, ‹More, Jasbo!›, luego se transformó en «More, Jaz, more» y de ahí finalmente al simple ‹More, jazz›. El éxito de este enigmático músico fue tal, que los clientes acuñaron la expresión ‹a little more Jasbo in that piece›, refiriéndose a su manera de tocar poco ortodoxa.

«Una variante de esta historia también tiene al Schiller’s Cafe como protagonista, aunque en este caso la banda era la Stein’s Dixieland Jass Band, antecedente inmediato de la famosa Original Dixieland Jass Band, la primera en grabar un disco de jazz. En mitad de la actuación, un actor de revista jubilado y con unas copas de más gritó ‹Jass it up, boys›, siendo ‹Jass› una palabra del argot negro sureño empleada en los bajos fondos de Chicago para describir el comercio sexual y los placeres asociados a él (…)

«Tal vez en las manifestaciones de los espectáculos de minstrel y vodevil se encuentren algunos de los antecedentes más verosímiles de la palabra jazz. La expresión ‹Jaz her up› era de uso común en ambientes circenses y de vodevil para animar al personal. Por ejemplo, entre bastidores se usaba ‹put in jaz› para introducir más comedia en el espectáculo.

«En ese sentido, ‹Jazbo› —nada que ver con Jasbo Brown— equivalía a «paparruchas» o lo que es lo mismo, elementos cómicos vulgares. Paul Whiteman sostiene que el término jazz deriva de ‹Jazzbo›, palabra usada en los viejos shows de minstrel para improvisar sobre la canción. Pero ‹Jazzbo› también hace alusión al fin de fiesta, el momento en el que los músicos, comediantes y bailarines se reúnen sobre el escenario para bailar todos juntos.

«Asimismo, cuando el número decaía, los actores chillaban ‹give ‘em the jasbo› o ‹jas it up› para pedir el aplauso del respetable. Otros autores piensan que dicha locución se utilizaba más bien para dar vitalidad a un número. También los hay que opinan que directamente la palabra ‹jazz›, en los antiguos vodeviles, significaba ‹agitar las cosas› (…)

«Músicos como Dizzy Gillespie hablan de una raíz africana, en la palabra ‹jasi› que significa ‹vivir aceleradamente›. Encontramos más expertos que ahondan en las teorías transatlánticas para explicar el origen. En la zona del Golfo de Guinea, en el África Occidental, existía la palabra ‹jaz› con el sentido de acelerar las cosas y que los esclavos incorporaron al dialecto patois de los criollos. También estaba el término ‹jaja› para referirse a bailar o tocar música y que podría ilustrar una posible ascendencia onomatopéyica en el sonido de los tambores africanos.

«En relación con esa teoría encontramos reminiscencias árabes en la voz ‹jazib› y por extensión ‹jazibiyah›, que alude a encanto, belleza o poder de atracción. En el idioma indostánico está la palabra ‹jazba›, que expresa un deseo violento. En oposición a esa interpretación están quienes opinan que jazz proviene de una corrupción de Jezebel, mujer malvada que aparece en la Biblia, fomentada por predicadores negros en sus sermones.

«Una de las teorías más extravagantes fue publicada en 1920 en la revista londinense Dancing Time y establece una explicación divina. Los marineros ingleses del siglo XVII recogieron la palabra ‹Dios› del portugués (tal cual se cita en el artículo de la revista, confunden portugués y español) y la llevaron más tarde a sus colonias indias y de ahí se extendió a China. La peculiar pronunciación de los chinos la convirtió en ‹Joss›, término usado con un marcado sentido religioso. Cuando los chinos emigraron a California en la última década del siglo XIX la introdujeron en el país. En San Francisco se fundó la Frisco Chinatown Joss Orchestra, que gozó de gran aceptación entre los negros de la zona. La Joss Orchestra en el slang de esos negros dio lugar a la Jazz Orchestra (…)

«No nos alejamos de California. Todo apunta a que, en un primer momento, los usos de la palabra ‹jaz› no se corresponden con la música sino con el deporte. La primera vez que apareció escrita fue en 1912 en Los Angeles Times, en un artículo titulado Ben’s jazz curve —descubierto recientemente— donde jazz hacía referencia a la curva de la suerte de un jugador de béisbol local. En 1913 la prensa deportiva de San Francisco usaba jazz como sinónimo de energía o vitalidad en referencia al buen ritmo del entrenamiento del equipo de béisbol (…)

Igual que ustedes, me quedé en la mismas, pero el recorrido especulatorio resultó interesante, y coincido con don Manuel, lo mejor es poner un disco, servirse una copa, acomodarse en un sillón y sin duda «el chasquido de los hielos al caer sobre el vaso puede ser el inicio ideal para dejar volar nuestra mente e imaginar a cualquier jass-belle del distrito prohibido de Nueva Orleans frente al espejo, desnuda, mientras perfuma su cuerpo voluptuoso con el arrebatador aroma del jazmín».

 

 

 

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