Dicho en términos jarochos, lo de Lozoya es pura cábula. Al Presidente no le interesa meter a nadie a prisión –lo de Rosario Robles fue una venganza personal-; lo que necesita es tener un distractor eficaz para lidiar con la tragedia de la pandemia y mantener a raya al priismo corrupto con el que pactó.

López Obrador lleva varios días anunciando, como tráiler de película, que las confesiones que pueda hacer Emilio Lozoya cimbrarán al país y que alcanzarán a todo el gobierno anterior, incluyendo empresarios, legisladores y hasta personajes de la 4T –el gobernador de Puebla y enemigo de AMLO, Miguel Barbosa, entre ellos-, con lo que habrá un verdadero combate a la corrupción. Pura cábula.

De hecho, el lunes se echó la puntada de asegurar que el ex director de Pemex ya había hecho una primera declaración ante la FGR y que había mencionado a personalidades, políticos y el mal manejo de dinero. “Lo que va a decir -si cumple con el compromiso- van a ser revelaciones trascendentes muy fuertes”, dijo. Lo que el Presidente nunca aclaró es cuál es ese compromiso y qué beneficios obtendrá el ahora testigo colaborador. Otra cábula.

Al día siguiente, la propia FGR desmintió a López Obrador y dijo que Lozoya no ha hecho declaración alguna y que incluso ese martes sería sometido a una cirugía, producto de las complicaciones que lo habrían llevado al hospital.

Fuentes del gobierno federal reconocieron de manera extraoficial que por esa razón los fiscales del caso no han solicitado fecha a los jueces para celebrar las audiencias donde se le imputará como presunto responsable de los delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita, cohecho y asociación delictuosa, mismos que no ameritan prisión preventiva oficiosa y que se pueden enfrentar en libertad.

¿Entonces porqué mintió el Presidente? ¿A qué personalidades y políticos habría mencionado Lozoya en una declaración que nunca hizo? ¿Cómo se enteró el Presidente si “hace meses” que no habla con Gertz Manero?

Según López Obrador, la información que aportaría Lozoya revelaría también los mecanismos de cooptación y soborno a legisladores para que aprobaran sin discusión la Reforma Energética, así como otros negocios fraudulentos al amparo del poder de otros personajes. Pero, ¿cómo sabe López Obrador de antemano lo que se va a declarar? ¿Los temas forman parte del acuerdo ya reconocido? Más cábula.

En realidad, las declaraciones o incriminaciones que Emilio Lozoya pueda hacer son irrelevantes si estas no se hacen acompañar de pruebas y documentos válidos que se puedan integrar a las distintas carpetas de investigación.

De acuerdo al nuevo sistema de justicia, las acusaciones del ex funcionarios –así como las confesiones que pudiera hacer cualquiera de los implicados- no es más que un indicio que tendrán que convertirse en elemento de prueba con la investigación correspondiente. A nadie le quita el sueño que Lozoya abra la boca si no tiene como comprobarlo.

Como dije al principio, al Presidente no le interesa que se abra un proceso penal en contra de nadie; sabe que eso le llevaría meses –sino es que años- y tiene urgencia en mantener entretenida a la plebe del Coliseo tenochca. Lo que él necesita es iniciar juicios sumarios en contra de todos los que salgan de la boca de Emilio Lozoya, para que sean juzgados “en caliente” sin importar lo que suceda en los tribunales. El ya habrá impartido justicia como parte de su campaña electoral.

Por eso la premura en acusar; por eso la mentira de decir que Lozoya ya declaró cuando supuestamente se encontraba en una sala de quirófano. La plebe quiere sangre y el Presidente está urgido en dárselas.

El lunes mismo, el Presidente López Obrador dijo desconocer que Lozoya Austin había sido trasladado a un hospital privado- algo que la propia FGR difundió a través de redes sociales-, y aseguró que era un asunto que compete sólo a la Fiscalía General de la República, al tiempo que aclaró que desde hace “cuatro o cinco meses” no habla con el fiscal, Alejandro Gertz Manero. Otra cábula.

El Presidente no sólo pactó con Peña Nieto. Ahora lo hace con Emilio Lozoya a quien ha dado un trato privilegiado, evitando incluso que pise la cárcel y dándole todos los privilegios de un “testigo colaborador”, actuando como Fiscal en funciones. No ha sido expuesto a los medios, y luego de partir desde España con cabal salud, llegó a México para convertirse en un paciente VIP de un hospital privado.

Hasta ahora nadie lo ha visto. Todo el proceso de extradición ha sido un montaje, reconocido por el propio gobierno, con la presunta intención de protegerlo. En cuanto llegó al país Emilio Lozoya supuestamente fue llevado al Hospital Ángeles, lo que pospondría sus primeras declaraciones ante la autoridad ministerial, impidiendo desahogar hasta ahora la primera audiencia.

Lozoya ha recibido mejor trato de AMLO que el que recibió el mismísimo Javier Duarte de Peña. ¡Cábulas!

Las del estribo…

1. Pues resulta que ante el fracaso del Presidente en la venta de cachitos para la falsa rifa del avión, ahora se los van a endilgar a las escuelas a través de los Comités Escolares de Administración Participativa, con la cábula de que en caso de ganarlo, tendrán que usar el dinero en mejorar escuelas y hacer obras en la comunidad. Regalan boletos y obligan a darles un destino. Pura simulación.

2. Ayer se anunció la llegada a Veracruz de un grupo especial de científicos de la OMS para analizar los casos graves de Covid que han requerido hospitalización y se han podido recuperar por completo en menos de cinco días. Eso no había pasado en ningún país del mundo. Lo que no se explican entonces cómo es que llevamos más de 40 mil muertos.