Pesadilla diabólica de Gonzalo López Barradas

Soñé que la luz al final del túnel, el primer rayo de la aurora, la señal de un faro en aguas borrascosas, un madero para el náufrago, la fecha de tránsito entre las calles Clavijero, Enríquez y Ávila Camacho. Ya era hora. Como siempre nos ocurre a los veracruzanos, la suerte nos socorre casi milagrosamente cuando parece venírsenos encima el mismo cielo.

El doctor Pedro Hipólito Rodríguez Herrero acepta reelegirse en la Presidencia municipal porque los correligionarios de su partido Morena y el pueblo en general se lo piden.

En estas épocas en que algunos jalapeños viven bajo el signo de la confusión, la zozobra y la jodidez, surge el doctor Hipólito y de pronto, así sin decir “ahí les voy”, anuncia que está dispuesto a seguir al frente de la Comuna jalapeña. Insólito acto de disciplina, desprendimiento y abnegación que pone un ejemplo –simbólico mascarón de proa que abre surco en las olas- a quien aún a estas alturas buscan sólo su provecho personal, el poder por el poder o como trampolín para sus lujos y egos, vanidades o aspiración de viles riquezas materiales.

El hecho fue en la colonia Progreso Macuiltépetl, donde viven los padres del gobernador Cuitláhuac, lugar, que según los politólogos profundos, no termina la bella Jalapa sino empieza. Fue ahí, en el sitio marcado casi al norte en la rosa de los vientos jalapeños, donde el doctor Pedro Hipólito se comprometió a un nuevo sacrificio. Nadie pensaba que iba a tomar esa bandera y envuelto en ella se arrojaría  desde la torre mocha de la catedral. Nadie pensaba hasta ese momento que el hombre sereno, medido, inteligente hasta con cierto aspecto de burgués medianamente acomodado pudiera ser capaz de tales rasgos de desinterés. Tal vez por ello su declaración de principios causó conmoción y dejó, momentáneamente mudos, largamente estupefactos a quienes lo rodeaban.

“Gustosamente volveré a dirigir los destinos del municipio jalapeño si mi partido Morena y el pueblo me lo piden”, dijo el doctor Pedro Hipólito, según escribieron los periódicos Diario de Jalapa, Al Calor Político, Notiver, blog.expediente y Formato siete. Y en un aparte, como para sentar las bases filosóficas de su partido, agregó: “Seguiremos siendo democráticos, capaces, inteligentes para hacer obras y engrandecer la cultura y seguir embelleciendo la ciudad”.  No dijo que funcionarios ni qué tan altos ni en que gloriosas universidades y academias van a tomar ese curso de inteligencia y administración municipal.

Retomando el hilo de sus cuestiones personales, después de ese paseo por los campos de la teoría pura, el señor Pedro Hipólito confesó con sinceridad y cierto dejo de modestia: “Yo por lo menos no sé de algún morenista que quiera  que (yo) salga del Partido”. Sin embargo, admitió que pueda haber por ahí alguien que no lo quiere, pero “Se trata de gente interesada ajena a nosotros como los comerciantes, locatarios, boleros, taxistas, transportistas, empresarios, sindicatos, empleados municipales y de limpia pública, y de la Comisión del agua y la agrupación Pueblos Unidos por México que al primer mes de su gobierno municipal pedían que se fuera porque “Hipólito no sabe gobernar” porque es ineficiente, inútil, inefable y bueno para nada”.

Tengo para mí que no se ha dado a este acontecimiento la difusión que merece. Me preocupa ahora saber si los miembros de MORENA, en un arranque de egoísmo aunque también de gratitud y admiración, exigirán al señor Pedro Hipólito que siga encabezando la comuna jalapeña.

De ser así, ¡Estamos Salvados! La providencia seguirá protegiendo a los jalapeños.

Desperté a las 3 de la mañana. Brinqué de la cama con los pelos parados. Los ojos desorbitados, caminé hacia la sala y me pregunté a mí mismo:” ¿Qué pasó, sería por la copa de tequila que tomé antes de acostarme”?…