Tiene razón el Presidente: se deben reducir las prerrogativas a los partidos políticos y el costo de las elecciones como se supone que sucederá en Veracruz y Tabasco donde sus Congresos ya han aprobado estas disposiciones. Sin embargo, si fuera un verdadero demócrata, López Obrador tendría que suspender sus conferencias de prensa durante el proceso electoral para que haya piso parejo.

En su conferencia de prensa de este martes, el Presidente dijo que el resto del país debería seguir el ejemplo de Veracruz y aprobar la reducción del 50% en el monto de las prerrogativas a los partidos políticos. Esta medida ya había sido propuesta a nivel federal, sólo que en diciembre pasado, con el voto en contra de sus aliados, el Congreso desechó la iniciativa, así que los partidos tuvieron un poco más de recursos a pesar de que el 2020 no era año electoral, salvo para algunos estados.

La operación jarocha que se ha puesto de ejemplo tampoco es un hecho consumado. Los partidos políticos interpondrán recursos ante la Suprema Corte y esta deberá responder si fue legal o no la norma aprobada por la mayoría morenista en el Congreso local. En el caso de Tabasco lo resolvió a favor de la reforma y los partidos reciben menos financiamiento público estatal.

Y tiene razón el Presidente porque nadie ignora que el sistema electoral en México es el más caro del mundo. Elegir a un Presidente cuenta un mundo de dinero no sólo por los presupuestos asignados sino por toda la operación electoral que realizan los gobiernos a todos los niveles. Criticadas hasta el hastío, por ejemplo, el caso del reparto de despensas sigue siendo una práctica vergonzantes que se sigue realizando por los gobiernos de Morena.

Por otra parte, debilitar a los organismos electorales no traerá más democracia; desaparecerlos como en el caso de los OPLEs, tampoco. Si las elecciones son caras es por la culpa de todos: de quienes cometían fraudes de manera reiterada y de quienes con justificada desconfianza exigían cada vez más candados. Al final, ambas prácticas llevaron a procesos electorales sumamente sofisticados pero altamente confiables, lo que permitió que el país haya vivido al menos tres transiciones pacíficas con gobiernos de todas las corrientes políticas.

El problema no está en el costo de las elecciones –algo que de suyo nos debe preocupar en las actuales circunstancias económicas- sino en que los actores se sometan a las reglas y acepten jugar en un piso parejo. Lo que antes los gobiernos hacían a escondidas, ahora el Presidente lo hace desde el púlpito presidencial cada mañana: incidir en los procesos electorales más allá de sus atribuciones.

Hace algunas semanas, como aquí se comentó, López Obrador advirtió que se convertirá en “guardián” del próximo proceso electoral, cuando en términos de honestidad y transparencia ya conocemos el método del cuatroteísmo: acusar frenéticamente –con pruebas o sin ellas- a sus adversarios y mostrarse condescendiente y hasta cómplice con sus aliados. Un guardián así no le sirve ni al país ni a la democracia.

Las mañaneras es todo un mecanismo de propaganda, no de transparencia. No son efectivas ni siquiera como estrategia de comunicación social del gobierno, ya que en ellas el presidente no marca una agenda o posiciona temas, ya que sólo 8% de las nota principales de los medios son de un tema del que habló el presidente un día anterior, de acuerdo con las mediciones de SPIN Taller de Comunicación Política.

Por tanto, el riesgo de que se convierta en un instrumento de campaña electoral es altísimo. Un presidente que desde el púlpito de palacio nacional encabezará mítines políticos para descalificar a los eventuales candidatos y a los organismos electorales, sólo contribuirá a la confrontación social y política, poniendo en riesgo su propia gobernabilidad.

En las conferencias no se informa de acciones de gobierno. El Presidente no usa datos –aunque siempre diga que él tiene los suyos y no los muestre-, sino que el propósito es simple y llano: dar de qué hablar, como cualquier otro gobierno populista, sin importar si la información es falsa, engañosa o no comprobable.

SPIN –como otras organizaciones- ha hecho mediciones sobre la veracidad de los dichos del Presidente en las mañaneras; en su primer año de gobierno contabilizó 15 mil 790 mentiras o frases no comprobables. De hecho, según el análisis de esta agencia de comunicación política, la mayor parte de sus conferencias son anécdotas, referencias al pasado e incluso chistes, y en el peor de los casos, ataques directos a empresarios, medios de información y hasta sectores de profesionistas como sucedió con los médicos.

El problema no es el dinero. Es problema es que todos acepten competir en igualdad de condiciones, y en efecto, eso supone la reducción de las prerrogativas y la cancelación de las conferencias de prensa del Presidente. Esa es la razón por la que se resisten unos y otros.

 Las del estribo…

  1. La violencia en Veracruz está desbordada; el aislamiento ha vuelto más vulnerable a la población. El asesinato ayer de la rectora de la Universidad de Valladolid, por desgracia, es una cifra más a la pesadilla que vive Veracruz desde hace un par de décadas y que prometieron resolver. Ya tienen a la policía que querían, a la Fiscal que querían, a los magistrados que quería. ¿Ahora cuál es la excusa?
  2. El 11 de junio, López Gatell dijo que la pandemia del Covid podría extenderse hasta el mes de octubre; hoy dice que en este mes podría haber un repunte por la llegada de la temporada de frío e influenza. Es vergonzoso el papel de engañabobos que juega todos los días. Son muchas las muertes que pesan sobre su perversa manipulación.