“López de Santa Anna, López Obrador, López Gatell, la dinastía de los López”. Yo
Todo el que se mete a la política, como militante de un partido, como miembro de una asociación o como integrante de un movimiento, aspira inevitablemente a alcanzar el poder. Y hay quienes, como Andrés Manuel López Obrador, se pasan la vida haciendo campaña, recorriendo el país, cuestionando al gobierno que pretenden sustituir con fuertes discursos de compromiso social hasta que se convierten en profesionales de la oposición. Cuánta falta le hace ahorita a nuestro presidente un líder opositor, como lo fue él, que lo ayude a servir de contrapeso y con sus críticas lo oriente hacia donde es mejor llevar al país, por el bien de todos los mexicanos.
Muchos son los paisanos que opinan que López Obrador fue un extraordinario opositor, pero ahora un pésimo presidente.
Lo tomamos como ejemplo pero de ese tipo de políticos hemos visto muchos, los hemos padecido y hemos descansado cuando terminan sus mandatos. El problema de ellos es que son tantos los aduladores que los rodean, apenas obtienen el triunfo, que se la creen, que llegan a pensar que son únicos; expertos en asuntos de la administración pública en todas las áreas; maestros de la perversión e invencibles; y que quienes se atreven a criticarlos son sus enemigos envidiosos, gente que no perdona el éxito, a la que hay que eliminar antes de que hagan daño.
Y da tristeza ver que un improvisado llegue al poder, en compañía de sus amigos y familiares, de personas sin experiencia, como él, en los asuntos públicos, o de otros improvisados producto de compromisos políticos hechos al calor de una campaña o de la ocurrencia de un proyecto espontáneo, se pongan a cometer cualquier cantidad de barbaridades en perjuicio de quienes gobiernan y haya quienes les aplaudan, los ponderen, les lancen todo tipo de elogios hasta porque la están regando, porque eso es parte del aprendizaje que forzosamente deben tener, dicen.
Nosotros somos de los que sostenemos que por eso estamos tan mal, porque al poder han llegado en Veracruz, en los últimos tiempos, puros improvisados. De Miguel Alemán para acá no tenemos un buen ejemplo, el que pudo haber sido, Miguel Ángel Yunes Linares, echó por el caño toda su experiencia por un capricho: imponer a su hijo en el cargo. Fidel Herrera Beltrán también pudo haber sido un buen gobernador; experiencia, capacidad, inteligencia, sabiduría política, le sobraban, solo que también estaba excedido de ambición, su objetivo era amasar fortuna, por eso se rodeó de un grupo de chamacos a los que enseñó a corromperse, a confundir el arte de gobernar con el de robar, y también mandó al despeñadero a los veracruzanos: no realizó obras de ningún tipo, dedicó la mayor parte de su tiempo a las relaciones extramaritales y a disfrutar el poder mundano.
Un buen candidato que se convierta en un buen gobernante es aquel que concibe un proyecto para aplicarlo en la práctica, ya sea como presidente municipal, como gobernador de un estado o como presidente del país. No es posible que se le aplauda a un improvisado que por suerte cayó parado en un importante cargo y que por un plazo que la ley marca, años, dependa de su desempeño la vida de quienes va a gobernar, su futuro económico, su seguridad, su salud, sus niveles de vida, su crecimiento. Llegar a aprender cómo conducir una comunidad es sinónimo de fracaso, el costo se mide en pérdida de vidas, en deterioro de la salud de todo un pueblo, de la caída en la calidad de vida, de rezago social… Y todavía hay quien les aplaude… Está aprendiendo, argumentan, y si es de lento aprendizaje, ¿cuántas vidas más tendrán que sacrificarse?
Un cambio verdadero, deseable, se logra con alguien que te dice qué piensa hacer, cómo lo va a hacer, qué estrategias pondrá en práctica para resolver los problemas más graves, en fin, votando por quien te muestra un proyecto de gobierno.
Dos líneas en el caso de la rectora de la UV
Durante la mesa para la Coordinación de la Construcción de la Paz celebrada en Palacio de Gobierno, promovida en medios por el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, la (su) Fiscal General del Estado, Verónica Hernández Giadáns, anunció que ya se cuenta con dos líneas de investigación en torno al homicidio de la rectora de la Universidad Valladolid… Tremendo adelanto.
Dice que gracias a los trabajos de investigación de la Policía Ministerial y de la Dirección de Servicios Periciales se consiguieron datos importantes que permitirán dar con la captura de los responsables materiales e intelectuales de este hecho delictivo. Y ante los integrantes de la mesa, presidida por el gobernador Cuitláhuac García Jiménez, la Fiscal indicó que gracias a la colaboración y coordinación con fuerzas federales y la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz se pudo obtener información importante sobre este homicidio. Por ello, Verónica Hernández Giadáns garantizo que pronto se dará con los implicados en este caso, con el objetivo de que ningún delito quede impune y se garantice la procuración de justicia en Veracruz.
No la mencionan en el comunicado de Eric Cisneros, pero Vero se refiere a la rectora de la Universidad de Valladolid de Xalapa, Guadalupe Martínez, ejecutada el pasado lunes por la mañana en las instalaciones de la propia institución. Poco después de las 9:00 horas, dos sujetos no identificados ingresaron a las instalaciones de la universidad y dispararon contra ella. Tras el incidente se produjo una intensa movilización policiaca, incluso el mismísimo secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, hizo acto de presencia, pero para maldita la cosa, no hubo nada, como si ni hubiera ido.
Eso sí, efectivos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) desplegaron un operativo vía terrestre y aérea para tratar de localizar a los agresores.
Mientras tanto, la indignación de la sociedad xalapeña crece ante la ineficiencia de las corporaciones policíacas y de la Fiscalía del Estado, que no da una desde que la Vero es la titular, y es que la maestra Lupita, como era conocida en un amplio sector social xalapeño, gozaba de estimación y reconocimiento académico… Los costos de la improvisación, pero déjenlos, están aprendiendo, cuando ya no quede ningún veracruzano vivo se estarán graduando.
16 mil vale la vida de una inocente
El gobierno de la Ciudad de México y del Estado de México sólo apoyaron con 16,000 pesos a la familia de Gabriela Gómez Cervantes, de 26 años, quien murió durante el atentado contra el titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC), Omar García Harfuch.
Gabriela vivía en el municipio de Xalatlaco, en el Estado de México, y el 26 de junio cuando se dirigía en un auto Aveo junto con su hermana Tania y su esposo José García Soto a la estación del Metro Auditorio para vender quesadillas, tuvo la mala fortuna de que una bala que iba contra García Harfuch le arrebatara la vida.
Gabriela Gómez Cervantes dejó huérfanas a dos niñas, de nueve y tres años, quienes ahora se quedan en una complicada situación económica. En una entrevista con Animal Político, Rosa Gómez, hermana de la víctima, explicó por la cuarentena la habían pasado mal. “Con esto que está pasando de la pandemia a nosotros nos habían descansado. Íbamos empezando apenas y ahorita nos pasa esto. No tenemos dinero ni nada de esto. Necesitamos que nos apoyen”.
Reflexión
Hasta ayer no encontraba las rodilleras que le quedaran a la medida el presidente AMLO para llevar a su entrevista con Donald Trump, en los Estados Unidos de Norteamérica, donde fue Enrique Peña durante su mandato y López Obrador le dijo “vendepatrias”. ¿Para qué las rodilleras?, quién sabe, esas son multiusos.
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