Qué bonita es Bogotá,
de la América es la Atenas.
(Bogotá.
Mario Galeano /
William Holland)

«En Colombia se conoce un poco el jazz argentino porque han ido muchos grupos argentinos, pero del resto de países latinoamericanos casi no se conoce nada. Cuando vi el movimiento de jazz que hay en Ciudad de México, me sorprendí mucho porque, la verdad, allá no llega nada de jazz mexicano», me dijo Daniel de Mendoza Lozano en esta segunda parte de la conversación en la que nos habla de su primera estancia en Xalapa y, especialmente, de sus experiencias en JazzUV.

El buscapiés

Hace unos ocho años, cuando todavía estaba en la universidad, tuve una novia que me dijo voy a irme a México de intercambio, ¿por qué no te vas conmigo? Yo estaba muy metido en el jazz, no veía nada interesante de música en México porque no conocía y dije no, lo que yo quiero es tocar jazz y allá no veo un buen panorama.
Unos años después me empecé a interesar más en la música folclórica, tanto de Colombia como de otros países: Perú, Bolivia— estuve unos meses en Bolivia viendo cosas de música— y otros lados; luego, un amigo de la universidad vino acá de intercambio y cuando regresó me dijo estuve en Xalapa y y ahí hay una música hermosa que se llama son jarocho, deberías ir a estudiar. Lo estuve pensando y justo en esos días fue a Bogotá una chica que es de aquí pero vive en Ciudad de México, no se dedica profesionalmente a la música pero toca la jarana y compone sus propios sones, tiene un estilo más libre; me invitó a tocar con ella y, aunque todavía no conocía mucho, empezó a gustarme.
Hay un bar que se llama Matik Matik, es el bar más emblemático en Bogotá de música de jazz, música experimental y cosas más alternativas, uno o dos meses después de que conocí a esa chica, vi que en ese bar iba a haber un concierto de son jarocho con Los pájaros del Alba y decidí ir. Era un martes, me acuerdo porque los martes no suele haber mucho público en ese lugar, pero cuando llegué estaba lleno, me tocó sentarme en el piso. Cuando escuché tocar a Los Pájaros del Alba dije ¡wow! Fue impresionante el ambiente que lograron, todo el mundo estaba conectado, fue un concierto excepcional. Les compré un disco, hablé con algunos de ellos, hice contacto con Sael [Bernal], el jaranero. Ese concierto fue clave para mí porque descubrí el son jarocho.

JazzUV

Busqué la oportunidad de hacer un intercambio en JazzUV y, hace tres años, me vine. Cuando llegué busqué a Sael, me dijo que daba clases en la Casa de Nadie, fui a tomarlas y me enseñó a tocar jarana y algo de zapateado. Cuando escuché la leona dije ¿qué es esto? Me parece un bajo increíble, me compré una y tomé clases con Arantxa [Peláez Cházaro].
Tomé clases con Abi Pineda y estuve tocando contrabajo en su grupo de son jarocho SonTrack. Tuvimos varios conciertos y viajes.
Estuve seis meses en JazzUV, fue interesante pero un poco extraño al principio porque en Bogotá, la escuela de jazz es muy abierta, casi ninguno de los profesores estudió en Estados Unidos, algunos son autodidactas, algunos estudiaron folclor y luego jazz, entonces, para ellos no es tanto el swing sino que son muy abiertos y fomentan mucho la improvisación, por lo tanto hay muchos proyectos con música folclórica y con improvisación libre. Al llegar acá me sorprendió mucho ver que era muy enfocado al jazz tradicional y decía qué raro que en Xalapa, que es un lugar tan folclórico, sean tan tradicionalistas del jazz; luego conocí a los maestros y vi que la mayoría estudió en Berklee, en Estados Unidos. El nivel de ellos tocando jazz tradicional es muy bueno, pero a veces yo decía qué raro que no haya más proyectos fusión, ya después vi que hay muchas cosas dentro del son, pero sí me sorprendió.
Me dio clases Aldemar [Valentín], me pareció muy interesante porque lo veía más abierto a otras cosas, me decía oye, tú haces una cosa rara pero me gusta. Estuve en un ensamble con él y fue muy bonito, tocamos música muy linda. Leonardo, que estaba recién llegado, daba clases de contrabajo y también fue muy chévere estudiar con él.
También tuve clases con Tonatiuh [Vázquez Vilchis] y fue muy interesante, y también me pareció impresionante ver que aquí hay tantas big bands porque en Bogotá no hay, se arma una para el festival Jazz al Parque pero el resto del año no existen, y aquí hay muchas, nada más en la escuela había dos.
Conocí a Son de Madera, no los pude ver en vivo pero conocí a Óscar Terán, me alquiló su contrabajo y tocamos juntos un par de veces.
No me tocó el festival JazzUV porque vine en el semestre de enero a julio y el festival iba a ser en octubre, pero me platicaron que vienen músicos como Miguel Zenón, [John] Patitucci, y dije qué lástima que no voy a estar; pero estuve en un congreso y me gustó mucho, fue cuando la big band de JazzUV tocó con Ximena Sariñana (risas), fue bastante divertido. También conocí a Magos Herrera y me pareció muy interesante, ese disco que hizo con cuarteto de cuerdas [Dreamers] me parece muy bueno. Conocí a algunos músicos del DF como Vico Díaz, que ahora está tocando en el trío de Ik’Balam.
En la escuela había un saxofonista argentino que ya terminó JazzUV pero todavía está aquí, se llama Leo Rey; él también era renegado de la escuela, decía ya no quiero bebop, ya no quiero tocar jazz. Estuvimos juntos en algunas clases, en una teníamos que componer un blues tradicional y yo dije voy a componer un blues diferente. Lo hice y me dijo oye, me gustan tus composiciones, ¿por qué no armamos un grupo? Eso me animó a armar un proyecto, invité a Priscila [Bocanegra] —creo que es de Mérida o de la zona de Yucatán—, es una guitarrista muy chévere, Axel Velásquez, baterista; y armamos un cuarteto de jazz latinoamericano —que es lo que más estoy haciendo ahorita— al que le pusimos Cuarteto Buganvil. Fue interesante porque para ellos era algo en verdad muy nuevo, estaban acostumbrados a tocar solo swing o latin y lo hacían increíble, pero si les traía un landó peruano decían pero esto, ¿cómo es? Intenté que lo aprendieran no como un patrón sino que sintieran la energía de esa métrica que es tan diferente. Trabajé con ellos de esa forma y tratamos de buscar nuevas formas de hacer el jazz, no solo hacer el jazz estadounidense sino decir yo, como persona latinoamericana, ¿cómo puedo apropiarme el jazz realmente y hacer algo que me represente de alguna forma?

La Atenas veracruzana

Siempre fue una sorpresa para mí ver el movimiento de música y de cultura en general que hay en Xalapa porque es una ciudad muy pequeña y si la comparo con este tipo de ciudades en Colombia, no me encuentro una igual, la que más se compara es Ibagué, que se conoce como la Ciudad Musical de Colombia, pero es solo un título porque tiene un conservatorio famoso y hay uno que otro evento, pero no hay una cultura en las calles todo el tiempo y aquí, uno sale a la calle y en una esquina hay alguien tocando son, en la otra, jazz, en la otra, ópera. También me parece interesante cómo el jazz se ha apropiado tanto de Xalapa, me llama la atención que haya tantos grupos, y tan buenos, de jazz; está la sinfónica y la música clásica también tiene un nivel buenísimo.

 

(CONTINÚA)

 

PRIMERA PARTE: Palomas que andan volando
TERCERA PARTE: Una música en la que quepan todas las músicas

 



 

 

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