Daniel de Mendoza Lozano es un músico de la cuarta corriente, si la tercera corriente pretende crear música —no fusión— en la que el jazz y la música clásica se integren para producir, justamente, una tercera estética, inventemos una cuarta corriente que a esos dos elementos agregue la música tradicional latinoamericana. Daniel de Mendoza Lozano es un latinoamericanista contemporáneo, se ha internado en las músicas tradicionales de América Latina, especialmente las de origen afro, y ha creado versiones novedosas en las que el jazz juega un papel importante. Daniel de Mendoza Lozano es un minimalista latinoamericano, el descubrimiento de Arvo Pärt cambió su concepción de la música y ahora compone con elementos estéticos pärtianos pero no puede renunciar a la rítmica afrolatinoamericana. De todo esto platicamos hace unas semanas, cuando estaba a punto de regresar a Colombia tras una estancia en Xalapa frustrada por el confinamiento.
La sangre que va en tus venas
… la sangre que va en tus venas
es lo que te hace marchar
en busca de nuevas formas].
Tú eres bella, Bogotá.
(Bogotá.
Mario Galeano /
William Holland)
Mi nombre es Daniel de Mendoza, nací en Bogotá, Colombia, en el 91. No es que haya tenido una familia musical ni mucho menos, a mis papás sí les gusta la música pero muy normal, nunca fue algo especial. Empecé en la música en el colegio como a las doce años, empecé con la guitarra y como vi que se me facilitaba hacerlo, me fui metiendo más. Mi hermano [Santiago de Mendoza Lozano], que es un poco mayor —solo somos dos—, empezó a tocar batería y fuimos armando un grupo en el barrio; teníamos un amigo muy cercano que era el que nos enseñaba, tocábamos rock en español: Soda Stereo, Maná, todas esas cosas. En un momento me dijo:
—Solo falta el bajo del grupo, le toca a usted tocarlo
—Bueno, sí
Y empecé a sacar los bajos en una guitarra acústica que tenía; me empezó a gustar más y dije voy a conseguirme bajo eléctrico. Como a las trece lo conseguí y de ahí para delante, cada vez más metido y enamorado de la música.
En busca de la generación perdida
Después nos enteramos que mis abuelos —que murieron hace treinta o cuarenta años, no los conocimos—, sí eran músicos, no se dedicaban a la música pero uno tocaba el piano, y parece que era muy bueno, de oído, sacaba jazz y música colombiana; el otro tocaba el tiple, es un instrumento de cuerda colombiano que es muy común en el interior de Colombia, él tocaba música tradicional y también era muy musical, entonces, la música se saltó una generación en mi familia, porque mi hermano y yo somos músicos pero no hay muchos en la generación de mis padres.
Después nos dimos cuenta de que mi abuela era amante del jazz, en su época bailaba swing; cuando murió, hace como diez o quince años, nos heredó toda su colección de jazz, tenía discos de Keith Jarrett, de big bands de los treintas, que era su música preferida. Un tío, hijo de ella, ha sido melómano toda su vida, fue director de programación una emisora muy importante en Bogotá, la HJCK, luego fue director de programación de la radio de la Universidad Javeriana, que es la que tiene el programa de jazz más importante en Bogotá. Él no toca nada pero es fanático del jazz, es amigo de muchos músicos como [Gonzalo] Rubalcaba, ha ido a festivales de todo el mundo y tiene muchos discos. Cuando mi hermano y yo empezamos a estudiar jazz fue una referencia muy chévere porque decía vengan a mi casa, se metía media hora en su colección gigante de jazz, sacaba quince discos y decía llévense estos y cuando los oigan bien me los devuelven y les doy otros. Hicimos varias veces ese intercambio y con eso empezamos a formarnos una visión del jazz muy interesante porque de verdad tenía música muy buena, siento que por ahí empezamos a formarnos mi hermano y yo, y ahí empezó a surgir el gusto por cierto tipo de jazz.
Durante un tiempo, mi hermano y yo estuvimos trabajando de programadores en la emisora, hacíamos los guiones y los leían los locutores de la estación y ponían la música les indicábamos. Conocimos un montón de música porque en la emisora tenían muchos discos de jazz, tanto en digital como en físico. Estuvimos como un año y medio o dos haciendo esos programas, era muy interesante hacer una hora de jazz que fuera interesante para el público. Fue linda esa época. Esa es la historia familiar.
La academia
La Universidad Javeriana tiene un programa de jazz desde hace como quince o veinte años, entramos a estudiar ahí mi hermano y yo, pero después de un tiempo, él se retiró porque se aburrió de la academia. Esa escuela es muy teórica, uno ve música antigua, como cinco semestres de Bach, es interesante pero es mucha carga académica, mucho análisis y mi hermano dijo no, lo que yo quiero es tocar, no hacer esto. Yo hice la carrera de a poquito (risas), me demoré bastante pero sí terminé, estudié contrabajo jazz y contrabajo clásico. Empecé estudiando bajo eléctrico pero quería estudiar contrabajo porque es el que se usa en el jazz, yo cogía el bajo y lo tocaba como si fuera un contrabajo porque no tenía uno. Un día tomé una clase para aprendices de contrabajo y dije yo quiero esto, me compré un contrabajo y ahora toco muy poco el bajo realmente, más bien, el contrabajo es mi instrumento. Estuve como nueve años en la carrera (risas), fue bastante largo pero estuvo muy interesante, terminé hace dos años.
Menos es jazz
Cuando estaba en la universidad, un amigo me dio un disco de Arvo Pärt, compositor increíble, ya lo había escuchado y me parecía normal, pero escuché este disco —en el que la música es solo instrumental— y cada vez fue intrigándome más, me preguntaba ¿qué es lo que hace aquí? porque me llegaba muy al alma esa música, era muy emotiva para mí. Me puse a estudiar todos los procedimientos que él hacía, son súper sencillos pero logran expresar mucho para mí. A partir de ahí empecé a meterme mucho en el minimalismo, pero en un tipo de minimalismo más tranquilo y espiritual. Empecé a componer música muy inspirada en Arvo Pärt pero mezclada con música latinoamericana, eso fue lo que hice como proyecto de tesis: coger ritmos latinoamericanos en un formato que tiene un poco de jazz sumado a un cuarteto clásico de flauta, clarinete, violín y chelo; con todo eso traté de formar una sonoridad de minimalismo latinoamericano —así le llamé (risas)— para que medio encasillara con esta música. Hice un disco en el 2018 y esa fue mi tesis.
Palomas que andan volando
Mientras estudié, paralelamente estuve haciendo mucha música todo el tiempo, estuve en varios proyectos —por eso me demoré en la escuela—, entonces, cuando salí no dije ¿y ahora qué hago? sino que ya tenía muchos grupos andando, mucha experiencia.
Cuando estábamos en la universidad, conocimos a unas cantantes gemelas que se apellidan Áñez [Juanita y Valentina], nos hicimos amigos y para un examen de ellas nos dijeron ¿por qué no hacemos una canción nosotras dos y ustedes dos?, era un formato muy raro porque no había piano ni guitarra, ningún instrumento armónico, pero lo hicimos. Fue una canción que canta Lucía Pulido, una cantante colombiana que vivió mucho tiempo en México y hace un jazz muy interesante, hicimos esa versión y dijimos ¡wow!, esto suena interesante, es algo nuevo. Nos gustó mucho y formamos un grupo que se llama Bituin —escrito como suena—, ya llevamos diez años y hemos hecho muchas cosas: hemos sacado tres discos y hemos ido a tocar a algunos países. El concepto del grupo es, básicamente, rehacer música latinoamericana, sobre todo de los setenta, Mercedes Sosa y todo este movimiento que hubo de música latinoamericana pero con arreglos mucho más experimentales con bajo, batería y dos voces. Ha sido muy interesante, a la gente le ha gustado mucho, tanto a los mayores que recuerdan las canciones como la gente más joven porque tiene mucha improvisación y es muy experimental en su forma. Nos ha ido muy bien con ese grupo, este año teníamos un par de propuestas de giras por Colombia y quizá una a Estados Unidos el próximo año, pero con la contingencia todo se detuvo, capaz que va a ser hasta el 2022.
También tenemos un trío con mi hermano y un saxofonista peruano, y participamos en otro grupo de este amigo peruano, es pura música afroperuana pero experimental. También estoy en un grupo de música llanera colombiana con jazz. Hay muchos proyectos, todo el tiempo he estado rodando, entonces siempre he estado tocando con muchos amigos y músicos.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: De una Atenas a otra Atenas
TERCERA PARTE: Una música en la que quepan todas las músicas
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