En pleno apogeo del bebop, era insólito que un altista no intentara imitar a Charlie Parker, Lee Konitz no solo no lo hacía, tocaba de manera diametralmente opuesta; alguien—pero no recuerdo quién— escribió que las de Parker y Konitz eran las versiones dionisíaca y apolínea del saxofón alto, pero hay que verlos más como complementarios que como antagónicos.

Cuando era niño, Lee Konitz escuchaba en la radio las big bands de swing, le gustaba especialmente la Benny Goodman por lo que pidió un clarinete. Se lo regalaron cuando tenía once años. Después se cambió al sax tenor y finalmente, al alto —aunque también tocaba el soprano.

Inició su carrera profesional a los dieciocho años —nació en Chicago, Illinois, en 1927— con las bandas de Teddy Powell y Jerry Wald. En 1946, cuando tenía diecinueve años, conoció al músico que se convirtió en su gran maestro y mentor, Lennie Tristano, con quien trabajó en un pequeño bar y después grabó varios álbumes. En una entrevista, le dijo a Enrique E. Monfort:

«Recuerdo que en esa época se hacía una música muy especial, que era muy inspiradora para mí. La big band de Kenton dejaba poco margen para los solistas pero era una buena formación en la que había que esforzarse al máximo para destacar entre los metales. Pero fue con [Lennie] Tristano cuando encontré por primera vez la auténtica inspiración y fue con él cuando de verdad me planteé hacer música seria. Le debo mucho».

En 1948 se unió a la banda de Miles Davis con la que grabó, entre 1949 y 1950, uno de los álbumes históricos del jazz: Birth of the Cool. Esa experiencia y la de Tristano lo convirtieron en uno de los pilares del cool jazz.

«Konitz —escribe Yahvé M. De La Cavada en El País— fue un músico extremadamente personal, capaz de extraer nuevas ideas de cualquier tema por muchas veces que lo hubiera tocado. Escucharlo improvisar sobre piezas que grabó innumerables veces, desde standards como Stella By Starlight, Lover Man o What’s New a composiciones propias como Palo Alto o Subconscious-Lee, siempre es una experiencia musical renovada».

Afirmación que confirma el propio Konitz en la nota de su álbum The Real Lee Konitz (1957): «Creo que cuando se improvisa, la canción debe funcionar como vehículo para inventar variaciones musicales. Por eso nunca me preocupé demasiado por encontrar nuevos temas para tocar. A veces pienso que podría tocar y grabar las mismas composiciones indefinidamente, y siempre encontrar nuevas alternativas y variaciones».

«Fuese en el contexto que fuese (desde sus diferentes nonetos al formato en dúo, del que era un auténtico maestro) —continúa de la Cavada— su creatividad era torrencial e inagotable: en 1974, por ejemplo, grabó una improvisación sin acompañamiento sobre el standard The Song Is You durante casi 40 minutos para su álbum Lone-Lee, sin extravagancias ni efectismos; solo ideas melódicas y desarrollo cabal».

Lee Konitz fue uno de los músico sine qua non para el desarrollo del jazz, siempre fue fiel a su compromiso con la creación instantánea y, sobre todo, al valor supremo del jazz, la libertad. Hasta hace poco más de dos meses, era el último sobreviviente del noneto que dio vida a Birth of the Cool. El pasado15 de abril, se convirtió en una víctima más del nefando virus que tiene al mundo en jaque, murió en un hospital de Nueva York por una neumonía provocada por el covid-19. Tenía 92 años.

 

 



 

 

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