La vocación musical brincó una generación, estaba en sus abuelos, saltó por encima de sus padres y fue a caer en un niño que a los seis años sintió el primer llamado cuando escuchó una orquesta que llegaría a dirigir: la Orquesta Universitaria de Música Popular. Tal sacudida lo llevó a pedir, a los siete años, que lo llevaran a clases de música, ahí empezó una carrera que lo ha llevado a la interpretación pianística, el arreglo, la composición, la dirección de orquesta, la producción musical, la docencia y lo que se acumule esta semana. El propio Zurisaddái Sastré Castelán nos narra la historia.

When I’m a Kid

Yo creo que mi vida musical nació conmigo. Mi abuelo paterno tocaba corno francés en una banda sinfónica, mi abuelo materno tocaba violín, guitarra y acordeón de manera lírica —nunca estudió música pero le gustaba mucho—; yo creo que son las dos fuentes que tuve para ser músico. A mi padre también le gustó la música siempre, estudió guitarra y órgano melódico pero no tuvo las habilidades que se requieren para poder ser músico, no era lo suyo. Él y mi madre se dedicaron a hacer gobelinos y se jubilaron como maestros del taller de gobelino de la Escuela Secundaria Técnica Número 3; durante nuestra niñez, los hermanos crecimos en un entorno artístico pero de otro género.
Yo nací en el setenta, estábamos en plena revolución musical nacional, americana e internacional. Recuerdo aún que a mis cuatro o cinco años escuchaba música en la radio, en la calle, en el entorno; era la plena época de Barry White, Bee Gees, Beatles, Frank Pourcel, grupos y solistas con gran valor y aportación musical, la era de los ahora oldies.
Un día, a mis siete años iba caminando de la mano de mi madre en la calle Clavijero, casi frente a la Cruz Roja escuché una orquesta y le dije mami, espérate, escucha qué bonito se oye. Nos quedamos en la banqueta escuchando un ensayo de la Orquesta de Música Popular con el maestro Mateo Oliva. Ya desde entonces, la música me hipnotizaba, me llamaba, no sabía por qué pero llenaba mis sentidos. A los siete años le insistí a mis padres que quería aprender música. En esa misma época, en el Parque Rafael Murillo Vidal —en los Lagos— daban talleres de guitarra, danza y pintura, y fue que me llevaron junto con mi hermano de cinco años y medio a estudiar guitarra, ahí empezó todo.
En tercer año de primaria debuté con el coro de la escuela en un fin de cursos en la Sala Grande del Teatro del Estado, eramos escasos diez niños y nos acompañaba con la guitarra el maestro Julio González Guzmán, por cierto, en esa época integrante del coro de la OUMP. Esa participación me marcó. La emoción de ver cómo se levantaba la cortina color vino y sentir los aplausos de una sala llena, estar en un escenario con luz de seguidor solo para nosotros, fue una experiencia que hasta la fecha no olvido.

Facultad de Música

Al ver mis padres que había demostrado constancia y entusiasmo con la guitarra, a mis diez años años me inscribieron, junto con mi hermano, en la Facultad de Música, cuando estaba en Juárez 55. Yo estaba muy contento, me gustaban muchísimo las clases de solfeo con la maestra Nohemí Cortés, le pedíamos permiso para repetir la siguiente clase de solfeo y con singular alegría nos aceptaba. Desde el principio yo quería estudiar piano, sin embargo mis padres me persuadieron de que estudiara cello, ya que en ese entonces mis padres le rentaban un departamento a dos músicos que pertenecían a la Orquesta Sinfónica de Xalapa, Steve Richard, que tocaba cello, y Michelle Kikushi, el violín; y escuchábamos sus prácticas que se oían en la casa contigua que era donde vivíamos, de ahí la influencia del cello. Frecuentemente mis padres nos llevaban a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa pero, honestamente, a veces terminábamos dormidos.
A mis once años se creó el CIMI y nos trasladaron a esa escuela, sinceramente resentí el cambio, no me gustaba el lugar pero eran las disposiciones directivas. Ahí empecé a estudiar violoncello con el maestro Jiri Bunata —maestro checoslovaco ya fallecido—, pero no me gustaba andar cargando un instrumento tan grande y después de haberlo estudiado un año convencí a mis padres de cambiarme a piano. Por fin, a los doce años empecé a estudiar piano formalmente con el maestro Alejandro Corona, fue mi primer maestro; él venía regresando de Alemania de estudiar una maestría, ingresó a la UV y fui de los primeros alumnos que aceptó. La maestra Marcela Almazán, directora del coro del CIMI, me seleccionó para participar con un corito y tuve mi primera experiencia grabando una canción en el Teatro del Estado para un programa inaugural infantil de TV+ (actualmente RTV), ahí conocí y escuché por primera vez a tres grandes maestros de la época: Richard Siwi, Lucio Sánchez y Adolfo Álvarez, ellos nos acompañaron, en la grabación, la canción Las grandes pequeñeces de la vida. Después de cuatro semestres en el CIMI, a mis trece años me regresaron a la Facultad de Música, donde tuve grandes profesores: Eugenio Sleziak, Régulo León, Esteban Servellón, Roberto Lira, Richard Siwi, Francisco González, Lidia K., Eduardo García, Maricarmen Fink, René Baruch, entre otros.

You’re The One I Need

Me gustaba mucho la música clásica pero también me atrapaba la música popular; a los quince años me ofrecieron tocar en un restaurante, mi padre tenía un órgano melódico de doble teclado con pedales y le pedí que me lo prestara para ir a tocar, me apoyó y empecé a percibir mi primer sueldo, trabajaba de martes a domingo. La gente se asombraba de que un chavo de secundaria, a veces con el uniforme puesto, tocara el órgano decentemente.
En 1987, a mis diecisiete años la maestra Aurora Rangel Velázquez —quien fue mi madrina y madre de Rodrigo Álvarez Rangel—, por la cercanía con mi familia me recomendó para cubrir el año sabático del maestro César Trejo en la Facultad de Danza Contemporánea, cuando estaba en la calle Cuauhtémoc, frente al mercado San José, bajo la dirección del maestro Daniel Acevedo Ituarte. Acompañé las clases de las maestras Ángeles Anaya, Angélica Ramírez y Ruth Murphy, y así fue como inició mi vida laboral académica dentro de la Universidad Veracruzana. Cuando se terminó el interinato, me ofrecieron un par de horas como maestro de música.
En 1993, por azares del destino estuve un año en Cancún, en esa faceta de mi vida aprendí a tocar ritmos caribeños, latinos, salsa y otros; sin embargo, la vida cultural no me satisfacía y al siguiente año me regresé, mi destino, definitivamente, no estaba allá. Cuando regresé a Xalapa en agosto de 1994, llegué con ganas de recuperar las horas perdidas de la Facultad de Danza, sin embargo no fue posible. Concursé para dar clases de música en la Facultad de Teatro, tampoco me las otorgaron pero me ofrecieron horas como acompañante de piano de las clases de técnica vocal y de interpretación de canciones. Ahí trabajé con los maestros Cristina Chávez, Jesús Ruiz y Joel Pérez Arciniega, bajo la dirección del maestro Juan Manuel Ortiz, con quien integramos un grupo de música exclusiva de los Beatles llamado Band on the Run, yo tocaba bajo eléctrico.

Orquesta de Música Popular

En agosto del mismo año, a mis veinticuatro años, me invitaron para concursar un interinato como pianista en la Orquesta Universitaria de Música Popular para suplir el lugar del maestro Sergio Martínez «Picos», quien había sido nombrado director de la orquesta. Todas las veces que presenté examen de oposición para contratos e interinatos como pianista, me los otorgaron, además tenía el apoyo de mi amigo Alci Rebolledo, que siempre estaba conmigo. A partir de ahí cambió mi panorama, mis ambiciones, mis expectativas. En una ocasión, el maestro Sergio lanzó una convocatoria interna para componer una rúbrica para la orquesta, la mejor sería elegida para las presentaciones. Me emocioné, me entusiasmé y una voz interna me dijo «es tu oportunidad». La escribí en aproximadamente dos semanas, a mano, con papel pautado, lápiz y mi piano; llegado el día entregué el full score con todo y particellas. La empezamos a ensayar y después de terminar la primera pasada, cuando todo estaba en silencio, Sergio me miró a los ojos y me dijo en voz alta bien, Zuri; sentí una enorme satisfacción, escuchar sonoramente materializadas mis ideas, mis frases, mi composición con una orquesta de tal magnitud, me marcó.
Pasaron los años, destituyeron a Sergio de la dirección y durante un año estuvimos sin director titular; durante un tiempo estuvo como encargado oficial el maestro Gulfrano Alcántara, quien había sido mi maestro en la banda de música en la Secundaria Técnica No. 3, al igual que el maestro Luis Martínez, mi maestro de trompeta.
En 1996, se escuchaba el rumor de que llegaría a la dirección de la orquesta el famoso saxofonista de jazz Rodolfo «Popo» Sánchez, en 1997 se logró su contratación. El maestro Rodolfo traía, como parte de su equipo de trabajo, a Roberto Mejía, como ingeniero de audio, a Fernando Torres en la batería y a Leonardo Corona en el piano. Fue en esa ocasión cuando creí que me sustituirían, sin embargo, a pesar que Leonardo Corona traía una trayectoria y experiencia de gran nivel, el maestro Rodolfo me aprovechó para tocar el sintetizador y reforzar, principalmente, la cuerda de la orquesta.
Pasaron los años y vi que el maestro Rodolfo consideraba mis sugerencias y comentarios, y me integró como parte de su equipo de trabajo. Me propuso como jefe de sección, después como consejero maestro ante el H. Consejo Universitario, integrante del consejo técnico y director honorífico del coro. Posteriormente, el maestro me dio la oportunidad de escribir algunos arreglos, primero por secciones y posteriormente para toda la orquesta, poco a poco fui ganándome la confianza para dirigir ensayos en algunas ocasiones, hasta que una vez me llamó antes de una presentación:
—Zuri, estoy fuera de la ciudad y no llegaré a tiempo para la presentación, ¿crees poder dirigir la orquesta?
—Up’s, claro que sí, maestro
—¿Seguro?
—Seguro
A partir de ahí, el maestro me consideró su asistente de dirección en ensayos y presentaciones dentro y fuera de la ciudad; y fui su asistente hasta que lo destituyeron. Hasta la fecha es de las satisfacciones más grandes que me ha dado la vida dentro del ámbito artístico. Cuando analizo y reflexiono el día que a mis siete años de edad, caminando por la calle, escuché por primera vez la majestuosidad de esa gran orquesta, no imaginé jamás que llegaría a formar parte de ella como pianista y mucho menos como director honorífico asistente.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: Distinto amanecer, diferente visión
TERCERA PARTE: Orquesta Real de Xalapa

 



 

 

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