Allá por los noventa, un amigo baterista cuyo hijo estudiaba percusiones en la Facultad de Música pero estaba incursionando en el jazz me dijo que Ellis Marsalis era su esperanza pues el veterano pianista de Nueva Orleans que tuvo una carrera discreta durante muchos años, cobraba fama mundial gracias a sus hijos. Para mala suerte de mi cuate, el paso de su hijo por el jazz fue breve, apenas una efímera aventura juvenil que pronto fue desplazada por la percusión clásica.

En los años ochenta, un grupo de jóvenes de Nueva Orleans, como respuesta a la creciente globalización que amenazaba con estandarizar todo, impulsaron un movimiento reivindicatorio del jazz de la corriente principal. Era una generación de músicos nacidos en los años sesenta que fue denominada Jóvenes leones, entre sus filas estaban dos hijos —Wynton y Brandford— de Ellis Marsalis y varios de sus alumnos: Nicholas Payton, Terence Blanchard, Donald Harrison, Reginal Veal, Victor Goines, Harry Connick jr.

Ellis nació el 14 de noviembre de 1934 en Nueva Orleans, una ciudad a la que le brota música por todos los poros. Se inició musicalmente a los once años en la Xavier Junior School of Music. Posteriormente se profesionalizó en la música en la Dillard University de Nueva Orleans. Su primer instrumento fue el saxofón, después se pasó al piano. En su época universitaria formó un cuarteto integrado por él al piano, Harold Battiste en la batería, Alvin Batiste en el clarinete y Ed Blackwell en la batería. En una visita que hizo Ornette Coleman escuchó la agrupación y tuvo una impresión tan buena que los invitó a que se fueran con él a California.

Estuvo un periodo breve en la costa oeste, volvió a Nueva Orleans, ingresó a la Marina y lo enviaron a Nueva York a trabajar como acompañante en un programa de televisión, experiencia que lo aproximó a varios géneros musicales y, por ende, que lo enriqueció musicalmente.

Cuando volvió a su ciudad natal, trabajó un tiempo en Playboy Club, posteriormente se lanzó a la aventura de abrir su propio club de jazz, pero los negocios no eran lo suyo y el lugar no prosperó. En esa época se casó, de esa unión nacieron seis hijos, cuatro de los cuales tomaron la estafeta del jazz: Branford, saxofonista; Wynton, trompetista; Delfeayo, trombonista y productor musical; y Jason, baterista y vibrafonista.

Nueva Orleans era considerada la capital mundial del Dixieland, pero Marsalis prefería el naciente bebop —le apasionaban especialmente Charlie Parker y Thelonius Monk—, actitud que no era bien vista en su ciudad. El crítico Nick Spitzer lo definió como un «modernista en una ciudad de tradicionalistas».

En los setenta incursionó en la docencia, profesión a la que dedicó buena parte de su vida y que ejerció con tal pasión que el propio Spitzer sostiene que «era como el entrenador del jazz. Se ponía la sudadera, soplaba el silbato y ponía al equipo a trabajar»

Ellis Marsalis, «tata» del jazz de Nueva Orleans, murió victimado por el coronavirus el primer día del pasado abril. En su cuenta de Twiter, la alcaldesa de Nueva Orleans, LaToya Cantrell, publicó: «Ellis Marsalis era una leyenda. Era el prototipo de lo que queremos decir cuando hablamos del jazz de Nueva Orleans. Era un maestro, un padre y un ícono, y no hay palabras para describir el arte, la alegría y la maravilla que le mostró al mundo». David Wilkins, profesor de derecho Harvard, expresó: «Todos podemos maravillarnos de la absoluta audacia de un hombre que creyó que podía enseñarles a sus hijos negros a ser excelentes en un mundo que rechazaba esa posibilidad, y entonces verlos llegar a redefinir lo que significa la excelencia para siempre».

El portal de la Voz de América reprodujo una anécdota narrada por Ellis III que habla de la ética y el profesionalismo de su padre:

«Él y Delfeayo, que aún no tenían ni 10 años, habían ido a ver a su padre tocar en un club. Sólo un hombre —dormido y borracho— quedaba en el público para el segundo set. Los niños preguntaron por qué no se podían ir.

«Nos miró y nos dijo, ‹No puedo irme. Tengo un concierto›. Mientras tocaba, dijo, ‹Un concierto es un trato. Me han pagado para tocar este set. Voy a tocar este set. No importa que no haya nadie aquí›».

Descanse en jazz.

 

 



 

 

 

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