El Presidente López Obrador tenía razón: después de tantas crisis económicas en que los beneficiarios de los rescates financieros siempre eran los empresarios y la banca, es tiempo de que sean ellos quienes asuman su parte para solventar el costo de esta pandemia económica. Los más pobres ya no tienen más qué dar, salvo que se les excluya de cualquier programa social.

Tras la ola de críticas por su negativa de apoyar al sector privado y financiero –algo que ya están haciendo todos los gobiernos del mundo-, para enfrentar la gravísima crisis que se cierne sobre el país a causa de un desastroso manejo económico de su gobierno y las consecuencias de una prolongada emergencia sanitaria del Covid-19, el mandatario obligó a las empresas y al sector privado en su conjunto a reconocer que había otras alternativas más allá del financiamiento público.

Esto estuvo muy bien. Los grandes empresarios –no los pequeños comerciantes, ni las pymes-, ya se había acostumbrado a que si se metían en líos siempre estaba el gobierno para rescatarlos. Que no había de qué preocuparse ni porqué andar buscando salidas arriesgadas, bastaba con asustarnos con el petate del muerto de la recesión, la devaluación, la deuda pública o la pérdida de empleos para que el gobierno lanzara de inmediato un bote salvavidas que los llevara a buen puerto.

Esta vez no ha pasado así. Frente a la peor crisis de la historia, el gobierno cerró la llave del dinero público. Sabedor de la situación financiera que atraviesan muchas empresas emblemáticas, el Presidente buscó aprovecharlo para doblegar al único sector que aun le hace contrapeso: el empresarial.

Con la crisis encima, López Obrador establecería nuevas reglas en su relación con los empresarios y empezaría a imponer un modelo mixto de economía de Estado donde todas las decisiones pasaran por su gobierno, algo que no podría imponer en medio de una economía boyante. En efecto, la pandemia le había caído como anillo al dedo.

Sólo que los grandes capitales –aquí y en China- suelen ser de todo, menos ingenuos. La estrategia del Presidente la han venido oliendo desde su campaña, así que una vez que López Obrador les confirmó que no habría rescates, entonces todos se pusieron a buscar alternativas: el Banco de México (Banxico), el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y hasta el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Y entonces al Presidente ya no le gustó. No le gustó que el plan de rescate dependa de otros y no de él; no le gustó “el modito” de que nadie le haya pedido opinión, pero sobre todo, lo enojó que los empresarios hayan tomado distancia y no se hayan sometido como suponía. El rescate ni implica uso de dinero público, por tanto, no podrá presumir que rescató la economía.

El miércoles pasado, el Banco de México lanzó un verdadero programa de contingencia económica al hacer más barato el costo del dinero mediante la disminución de tasas de interés y apoyando a las instituciones de banca múltiple y desarrollo para mejorar las condiciones crediticias para las familias y las Pymes afectadas por la parálisis económica.

No sólo bajó en 50 puntos la tasa de referencia fuera de calendario para dejarla en 6%, sino que también anunció 10 medidas adicionales para inyectar recursos por 750 mil millones de pesos a través de los mercados nacionales, con el fin de asegurar que haya crédito, liquidez y orden.

Ayer domingo, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) y BID Invest, miembro del Grupo BID que financia empresas y proyectos sostenibles, anunciaron un acuerdo para facilitar el financiamiento de las cadenas productivas y apoyar a más de 30 mil micro, pequeñas y medianas empresas del país, el cual prevé recursos por hasta 12 mil millones de dólares.

El plan parecía tan bueno, que hasta las secretarías de Hacienda y de Economía lo festinaron en sus redes sociales, asegurando que los créditos contarían con el aval del gobierno federal. Hasta que esta mañana se les atravesó López Obrador y dijo que se negaría el aval que su gobierno había anunciado la noche anterior. “Ni que estuviéramos de florero”, reviró.

El rechazo del Presidente no tiene otro fundamento que su paranoia. “No me gustó mucho el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes, si ya no es como antes. Antes el poder económico y el poder político se nutrían mutuamente, ahora hay una separación de poder económico y del poder político”, dijo en conferencia.

Si en efecto hay esta separación, lo mejor que puede hacer el Presidente es que si no ayuda, que no estorbe.

Las del estribo…

1.     Por la mañana, el gobernador Cuitláhuac García presumía que no se había registrado un solo homicidio en el estado en las últimas 24 horas; para quitarle la sonrisa, sicarios ejecutaron ayer mismo al Fiscal de Acayucan, Raúl Téllez, un municipio que es tierra de nadie. Ya entrada la noche, ni el Mandatario estatal ni la Fiscal se habían pronunciado sobre el homicidio.

2.    Este sábado iniciará el periodo ordinario de sesiones del Congreso local; las sesiones serán a puerta cerrada y hasta este momento no hay mayor asunto que tratar que la convocatoria para elegir a un nuevo Fiscal del Estado y al Fiscal Anticorrupción. Habrán de incorporar también la designación de nuevos consejeros del IVAI donde hay una verdadera purga.