«No, porque en algunos lugares no fue la tercera sino la primera, por ejemplo, el puerto de Veracruz tenía más población afrodescendiente que blanca», me respondió la doctora Sagrario Cruz Carretero cuando le pregunté si era correcta la expresión «tercera raíz» para referirse al ingrediente afro que tiene nuestra cultura. Después le pregunté si decirle «negro» a un afrodescendiente es peyorativo pues en el jazz sucede lo contrario, si a un músico blanco se le dice que toca como negro, se le está halagando.
«Si a un basquetbolista le dices juegas como negro, también, depende del contexto —me respondió—. Ahora estamos tratamos de educar a la gente para eliminar frases como ‹trabajar como negro para vivir como blanco›, ‹el prietito en el arroz›, muchas expresiones racistas que tratamos de quitar del vocabulario porque al usarlas normalizamos el racismo, pero en el caso del que me hablas, es otro contexto, una vez le pregunté a una afroamericana:
«—¿A ti te molesta que te digan negra?
«—Depende, por ejemplo, un piropo que me gusta mucho es que me digan brown sugar
«Azúcar morena era un piropo muy bonito para ella, entonces creo que depende de la intención. Las palabras tienen una carga emotiva y de contexto, no es lo mismo que le digas azúcar morena a que pongas palabras ofensivas al etnónimo ‹negro› o a la característica de negro. Ahora hay una corriente feminista que se enoja porque se clasifica a las personas por color, tengo una compañera que reacciona muy violenta cuando le dicen ‹mi negrita›, dice a ver, ¿por qué a ella no le dices ‹mi blanquita›?, ¿por qué yo soy la negrita? Creo que también tiene que ver mucho con la historia personal, entonces no podemos hablar de generalidades, pero sí, la idea de usar el color para ofender se debe de quitar».
La conocí en una conferencia que impartió en JazzUV hace un par de años y constaté su vasto conocimiento —del que ya tenía noticia pero al que no me había aproximado— sobre la vida que llevaron y la huella que dejaron los esclavos africanos en nuestro continente, especialmente a la zona del Caribe y el Golfo de México, tema del que conoce la historia y la situación actual, pues además de investigadora es activista en favor de los derechos de la población afrodescendiente.
El mes pasado le pedí que me concediera un poco de su tiempo para platicar sobre todos estos temas, accedió amablemente y cuando llegó a mi estudio, yo quería saberlo todo: ¿cuándo llegaron los primeros africanos a este continente?, ¿cómo era la captura y el traslado de los esclavizados?, ¿cómo los comercializaban?, ¿cómo los trataban?, ¿qué trabajos hacían?, ¿qué pasó cuando fueron libres?, ¿cómo se adaptaron a una tierra y una cultura que les resultaban tan ajenas?, ¿qué huellas dejaron en nuestra cultura?, ¿cuál ha sido el destino de sus descendientes?
A cada una de mis preguntas sucedió una cátedra, durante el par de horas que se prolongó la conversación, además de disipar mis dudas, me hizo una serie de revelaciones de las que yo no tenía la menor idea. Para entrar en contexto, le pedí que me platicara cómo se introdujo en el estudio del tema, qué fue lo que la hizo que se interesara en él. Durante su relato me habló de los jabao, un grupo étnico de piel clara pero con características negroides. En otro momento de la charla me comentó que la población afrodescendiente tiende a negar su origen por la histórica discriminación de que ha sido objeto.
Busqué en Internet información sobre los jabao y me encontré un poema del escritor y músico puertorriqueño Fortunato Vizcarrondo, con esos versos comenzamos y cedo el micrófono a la doctora.

¿Y tu agüela, aonde ejtá?

Ayé me dijite negro
y hoy te boy a contejtá:
mi mai se sienta en la sala,
¿y tu agüela, aonde ejtá?
Yo tengo el pelo’e caíyo:
el tuyo ej seda namá;
tu pai lo tiene bien lasio,
¿y tu agüela, aonde ejtá?
Tu coló te salió blanco
y la mejiya rosá;
loj lábioj loj tiénej finoj…
¿y tu agüela, aonde ejtá?
¿Disej que mi bemba ej grande
y mi pasa colorá?
pero dijme, por la binge,
¿y tu agüela, aonde ejtá?
Como tu nena ej blanquita
la sacaj mucho a pasiá
y yo con ganae gritate
¿y tu agüela, aonde ejtá?
A ti te gujta el fojtrote,
y a mi brujca maniguá.
tú te laj tiraj de blanco
¿y tu agüela, aonde ejtá?
Erej blanquito enchapao
que dentraj en sosiedá,
temiendo que se conojca
la mamá de tu mamá.
Aquí el que no tiene dinga
tiene mandinga, ¡ja, ja!,
por eso yo te pregunto
¿y tu agüela, aonde ejtá?
Ayé me dijite negro
queriéndome abochoná;
mi agüela sale a la sala,
y la tuya oculta ajtá.
La pobre se ejtá muriendo
al belse tan maltratá,
que hajta tu perro le ladra
si acaso a la sala bá.
¡Y bien que yo la conojco!
se ñama Siña Tatá;
tu la ejconde en la cosina,
po’que ej prieta de a beldá.
(Fortunato Vizcarrondo.
Poeta y músico afropuertorriqueño)

Mi familia es de Cosamaloapan, pero desde que tengo memoria, mi papá trabajaba en la Comisión Federal de Electricidad y nosotros nos criamos en campamentos hidroeléctricos en la sierra norte de Puebla, pero ineludiblemente íbamos a Cosamaloapan cada mes a ver a los abuelos, teníamos una relación cercana y recuerdo desde siempre el son jarocho, la gastronomía, estilos del habla, incluso, yo distinguía que nosotros ya habíamos adquirido un habla distinta a la de Cosamaloapan por vivir fuera, pero no tomamos conciencia de que eso es una cultura afrodescendiente, porque nadie te lo dice. Yo notaba que mi familia era de piel oscura, de hecho, mi abuela lo usaba para ofender, le daba una carga peyorativa
Cuando crecí y decidí estudiar antropología, decidí hacer trabajo de investigación sobre la presencia africana en Cuba. En ese entonces estaba enamorada de la trova cubana y viajé a Cuba en mis primeros años universitarios —cuando cumplí la mayoría de edad— y me encontré con un mundo africano impresionante. Estando allá, unos amigos me preguntaron:
—¿Traes fotos de tu familia?
—Sí.
Se las mostré y me dijeron:
—Tu papá es negro y tu abuelo también, son jabaos.
—No, son mexicanos, son de Cosamaloapan.
—Pero son negros, aquí, a este tipo de negros se les dice jabao.
Los jabao son gente de piel clara con rasgos negroides, para mí fue una sorpresa pero para ellos era obvio reconocer los rasgos negroides.
Regresé a México muy confundida, lo platiqué con Ramón Arellanos, que era mi maestro de antropología, y me dijo:
—Yo creo que en lugar de estudiar la presencia africana en Cuba, debes estudiar la presencia africana en Veracruz y rastrear la presencia africana en tu familia, busca a [Gonzalo] Aguirre Beltrán.
—¿Qué no está muerto?
—No, vive y yo creo que le interesaría mucho dirigir tu tesis.
Fui con él y me dijo bueno, cuando seas pasante, vienes.
Eran los primeros años de mi universidad, cuando concluí la carga de materias fui a verlo y me dijo ok, vamos a conseguir una beca y te vas a ir a hacer trabajo de campo. Él fue, realmente, el que me puso la veleta y la brújula para hacer todo lo que tenía que hacer, me encomendó que fuera a la comunidad de Mata Clara, en las inmediaciones de Yanga. Tiempo después, su nieto me contó que el doctor le pidió que lo llevara a diferentes pueblos, se estacionaban afuera de las escuelas para ver a los niños cuando salían al recreo, se fijaba en el fenotipo de cada comunidad y determinó que Mata Clara era la que tenía una presencia afrodescendiente más fuerte.

La raíz de mi árbol, de tu árbol

La raíz de mi árbol, retorcida;
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
bebiendo sangre, húmeda de sangre,
la raíz de mi árbol, de tu árbol.
Yo la sien
to,
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
la siento
clavada en lo más hondo de mi tierra,
clavada allí, clavada,
arrastrándome y alzándome y hablándome,
gritándome.
La raíz de tu árbol, de mi árbol.
En mi tierra, clavada,
con clavos ya de hierro,
de pólvora, de piedra,
y floreciendo en lenguas ardorosas,
y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
y elevando sus venas, nuestras venas,
tus venas, la raíz de nuestros árboles.
(Nicolás Guillén.
Poeta afrocubano)

Empecé a trabajar en Mata Clara y a revisar los archivos históricos de la parroquia de Yanga y de la parroquia de Cuitláhuac. Anteriormente, Yanga era San Lorenzo de los Negros y Cuitláhuac era San Juan de la Punta, eran dos villas importantes porque era el primer remanso de descanso y de seguridad desde el puerto de Veracruz hasta llegar al camino a la Ciudad de México, de hecho, Córdoba se fundó porque San Juan de la Punta era el primer descanso y Córdoba fue el segundo descanso. También eran para protegerse de los negros cimarrones que asaltaban los caminos. Así fue como San Juan de la Punta empezó a cobrar importancia como centro comercial de paso.
Hice ahí mi tesis de licenciatura, ganó un premio nacional y eso me catapultó para hacer más investigación, para que me dieran una plaza de investigadora y me permitió viajar por muchas partes del mundo hablando sobre la presencia africana en México. Lo que traté fue algo novedoso para su momento —esto fue hace treinta y dos años—: hablar sobre la identidad. Le pregunté, por primera vez, a los afrodescendientes contemporáneos de esa región cómo se identificaban, y lo que encontré fue una paleta colorida de etnónimos o términos coloquiales o populares muy interesante, no es una categoría colorida oficial porque en México no tenemos esta distinción étnico-racial en ningún documento oficial a diferencia de los Estados Unidos u otros países de América Latina en los que aparece en el acta de nacimiento o en el pasaporte, pero ellos sí se identificaban unos a otros, sabían quién era negro charro, negro fino, negro corriente, una serie de clasificaciones que tenía una lógica para ellos. Esa fue mi tesis, había muy pocos trabajos anteriores que mostraran que hay una presencia africana viva en Veracruz.
En la zona de Jamapa hay un triángulo africano muy interesante formado por Matamba, Cabo Verde y Mozambique. Apliqué el mismo modelo en la región de Matamba, que es un municipio afrodescendiente muy interesante. Rastreando la etimología de la palabra me encontré con que en África hubo una reina de nombre Matamba que defendió a su pueblo y lo liberó de la invasión inglesa, es muy conocida en la historia africana; Matamba también fue un grupo étnico; en swahili, «matamba» quiere decir «bosque», quizá tiene que ver con que los habitantes de esta región de Veracruz se asentaron alrededor de unos árboles milenarios, que todavía existen, y debajo de esos árboles encontraron armas que probablemente eran las que robaban de los caminos como forma de sobrevivencia. Este fue un pueblo de cimarrones, otro palenque más como el de Yanga, pero no se había registrado en la historia de Veracruz. También apliqué el modelo en Coyolillo, que es una comunidad más conocida, muy cercana a la ciudad de Xalapa. Esas son las tres comunidades que he trabajado con más profundidad.

Yo también soy México

Yo, también, le canto a América.
Soy el hermano oscuro.
Me mandan a comer a la cocina
Cuando vienen las visitas, pero yo me río,
Y me alimento bien,
Y crezco fuerte.
Mañana,
Me sentaré a la mesa
Cuando vengan las visitas.
Nadie se atreverá
A decirme
«Come en la cocina»
De nuevo.
Entonces
verán lo hermoso que soy
y tendrán vergüenza.
Yo, también, soy América.
(Langston Hughes.
Poeta afroestadounidense)

Hoy día, a lo que me estoy abocando es a las comunidades afrodescendientes ya organizadas —o que por lo menos tienen la intención de tener un cambio en su comunidad respecto a autoidentidad positiva—, a combatir el racismo y la discriminación, y a lograr un reconocimiento constitucional que, afortunadamente, conseguimos el año pasado. Aunque fue un reconocimiento constitucional limitado, por fin, después de muchos años —estábamos peleando por el reconocimiento legal y constitucional desde 2008— se logró que en este censo, por primera vez, se haga una pregunta de autoidentidad.
Mucha gente sabe que tiene antecedentes negros pero no tiene una identidad positiva y lo niega, lo rechaza. Últimamente he venido trabajando en la ancestralidad, es muy importante conocer la capacidad de resiliencia de los ancestros, su capacidad de sobreponerse a la adversidad, saber que pasaron cosas más difíciles que nosotros y se pudieron recuperar de esa discriminación que llegó, incluso, al maltrato físico por su color, y a partir de ese reconocimiento, honrarlos y estar orgullosos de esa ancestría.
Veracruz es un estado que tiene muchísima población afrodescendiente pero no se reconoce, en el 2015 se hizo una pregunta similar a la que se va a hacer en el censo de este año y se demostró que Veracruz es el tercer estado que proporcionalmente tiene población afrodescendiente; el primero es Guerrero, el segundo, Oaxaca, y el tercero es Veracruz, pero en números totales, Veracruz sobrepasa a Guerrero y a Oaxaca, en Veracruz hay ciento sesenta mil que se reconocieron como afrodescendientes, y sin hacer campaña, le preguntaron a la gente y dijo que sí sin tener una formación instruida sobre qué es la afrodescendencia. El lugar que nos gana, y casi nadie se lo imagina, es la zona metropolitana, en el Estado de México y la Ciudad de México tienen más de seiscientos mil, eso a mí me dejó impactada porque no puedes pensar que tanta gente se reconozca como afrodescendiente, claro, estamos hablando de veinticuatro millones de habitantes, pero, proporcionalmente, no es el lugar que tiene más afrodescendientes, es el estado de Guerrero.
La pregunta que se va a hacer en el censo 2020, que comienza en marzo, es: de acuerdo a su historia familiar, cultura y ascendencia, ¿usted se considera afrodescendiente, afromexicano o negro? La gente que crea que tiene una ancestría afrodescendiente, tiene que contestar que sí. Es un gran reto porque eso no solamente va a reflejar el mosaico pluriétnico y pluricultural de México, sino también ahora, con la ley del reconocimiento a los pueblos y comunidades afrodescendientes, el Estado está obligado a proveer recursos para que los afrodescendientes sean beneficiarios de políticas públicas como lo son los indígenas, porque la ley dice que son equiparables a las comunidades indígenas, entonces es un reto para el Estado y por eso se entiende su resistencia a querer incluir la pregunta, pero fue una demanda de muchas organizaciones sociales.
La ley de reconocimiento se aprobó el 30 de junio del año pasado y la pregunta intercensal se hizo en 2015, pero desde 2008 hicimos la petición; ese año se pedía que se incluyera la pregunta en el censo de 2010, pero el Inegi se resistió como gato boca arriba para incluirla argumentando que no era viable, que no era entendible, que no había suficiente población para hacer la pregunta, que no se podían estar haciendo preguntas particulares de las minorías étnicas; dio diferentes excusas, pero como organizaciones sociales demandamos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que citara al Inegi y lo obligara a incluir la pregunta, el Inegi no asistió excusándose con que es autónomo, quien asistió fue Alejandro Encinas y él respondió por el Estado mexicano.
Logramos que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos nos escuchara porque era una demanda de la población civil que el Estado mexicano no estaba respondiendo. La reunión fue muy interesante, fue en abril del año pasado en Kingston, Jamaica; tres compañeras asistieron demandando que el Estado mexicano nos hiciera caso y, finalmente, el Estado mexicano se comprometió a incluir la pregunta en este censo. La pregunta no es del todo de nuestro agrado porque se presta a confusión, pero es necesario incluirla, máxime que ahorita, con las diferentes oleadas migratorias que México permitió que entraran, tenemos una población de migrantes afrodescendientes muy grande, tan solo en Baja California Norte hay más de ocho mil haitianos refugiados que demandaron su cruce a los Estados Unidos, se les negó y ya se asentaron en Tijuana; también trabajamos con ellos para demandar la inclusión de esta pregunta, porque ya hay afromexicanos entre estos migrantes afrodescendientes, pues ya llevan un par de años y ya hay bebés nacidos en México y son mexicanos, entonces, también había que incluirlos.
En estas oleadas migratorias de las caravanas centroamericanas, logró entrar una población garífuna. Los garífunas son población afrodescendiente que viene de varios países: Belice, Honduras y Nicaragua, son migrantes de las islas del Caribe asentados en tierra firme y tienen una mezcla de lenguas arhuacas, africanas e inglés; ahora tienen diferentes nacionalidades pero un mismo tronco común migratorio, estos son los ciudadanos que vemos pidiendo dinero en los cruceros de Xalapa y de otros puntos del estado de Veracruz, incluso ya están asentados aquí en Xalapa, o sea, es algo cercano a nosotros, no es algo que esté pasando en otras latitudes del país, está aquí, Veracruz es un corredor de paso de migrantes y muchos de ellos se quedan, y son de origen africano.

Dime cómo te llamas y te diré quién eres

La gente cree que no tiene esta ascendencia, piensa que es algo ajeno a su familia, entonces me di a la tarea de investigar la heráldica, que es el origen de los apellidos. Lo más confiable para saber cuál es tu ancestría es una prueba de ADN, mucha gente se la ha hecho y ha quedado muy muy sorprendida, yo me la acabo de hacer y también me quedé muy sorprendida de los resultados, pero si no se tiene a la mano una prueba de ADN, por lo menos hay que saber el origen del apellido, yo investigué y encontré que muchos apellidos son de origen africano, ¿cuáles apellidos?, aquellos que fueron originalmente nombres de las castas. Las castas eran categorías socio-raciales porque tenían que ver, primero, con el dinero que tenían la gente y también con su color, alguien podía nacer con una casta o categoría étnica considerada baja en la época colonial, regularmente asociada a ser negro o indio, y pagar para ascender con un documento que daba la Iglesia en el que decía que no era ni negro ni indio, entonces podía nacer como casta y morir como español o criollo, eso lo he encontrado en los archivos parroquiales.
Estas castas tenían ciertos nombres, y estas denominaciones por casta pasaron a ser apellidos, por ejemplo Moreno, Pardo, Prieto, Esclavo, Mestizo. Cuando estas personas eran esclavizadas y posteriormente vendidas, en los contratos de compra-venta aparecían sus características físicas: se registraba su complexión —delgado, obeso—, su color —canela, pimienta—, su tipo de cabello —crespo, chino; hubo una oleada de personas esclavizadas que llegaron a la Nueva España procedentes de Filipinas, eran melanésicos, tenían la piel oscura y para distinguirlos de los esclavizados africanos se les llamó negro chinos, pero venían de Filipinas, no de China, y por eso en México se dice pelo chino, de ahí viene—. Todas estas características físicas pasaron a ser apellidos: Delgado, Obeso, Canela, Pimienta, Crespo, Chino, los puedes encontrar en cualquier guía telefónica y yo estoy segura de que tus lectores conocen mucha gente con estos apellidos, pero no tiene esta correlación de que sus ancestros fueron de origen africano.
También los apellidos relacionados con números tienen ancestría africana porque llegaban y los bautizaban en un día festivo importante —San Miguel, San Juan, San José—, tenían que ponerle a todos el mismo nombre y para diferenciarlos se les ponían números, y ese número pasó a ser apellido: Primero, Segundo, Tercero.
También podemos encontrar otras ancestrías, por ejemplo, los apellidos que son nombres propios de hombre o de mujer —María, Francisco, Santiago—, son de ancestría indígena. Los de oficios, son de ancestría judaica: Carpintero, Marrero, el mío: Carretero; originalmente tenían un apellido judío y con la guerra de reconquista los oficios pasaron a ser apellidos.
Como ves, la heráldica es maravillosa y te puede dar por lo menos un panorama de tu ancestría. Una de las tareas que le encargo a mis alumnos es que reconstruyan su árbol genealógico por lo menos hasta las generaciones que los abuelos les pueden decir, y que traten de encontrar el origen de sus apellidos, porque si no sabes de dónde vienes, no sabes quién eres, cómo estás parado aquí y cuál es tu identidad.

 

 

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: El Caribe afroandaluz
TERCERA PARTE: La Torre de Babel
CUARTA PARTE: ¡Fuerza, fulgor y vida!
APÉNDICE: Poesía afrocircuncaribeña

 

 

 

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