Fue a principios de marzo, durante su primer viaje en altamar, cuando un enorme bloque de hielo llamado Covid19 abrió como una lata de sardinas el acorazado del gobierno de la cuarta transformación, el mismo que se consideraba así mismo como indestructible e incapaz de naufragar. Unas semanas después, cuando el agua empieza a inundar el cuarto de máquinas, el capitán ha ordenado a su jefe de ingenieros a que salga a dar aviso a los millones de pasajeros.

El problema es que el mortal imprevisto tomó por sorpresa a la tripulación y no hay protocolos ni rutas de evacuación, tampoco hay chalecos salvavidas suficientes y los botes de rescate se quedaron en tierra porque nunca se consideraron necesarios. Para evitar el pánico, el capitán sigue con la fiesta que se ofrece cada mañana en el salón principal del Palacio Nacional. La tragedia es inevitable.

La parábola se ajusta al momento que está viviendo México a raíz de la pandemia. La noche del miércoles, el gobierno reconoció que por la metodología utilizada para llevar el registro de contagios –el método Centinela-, el número de casos positivos podría ser hasta ocho veces mayor al oficial, lo que nos tiene que poner en alerta porque estaríamos hablando de más de 27 mil personas contagiadas en todo el país.

Hasta este jueves se registran oficialmente 3 mil 441 casos positivos y 194 defunciones. Esto quiere decir que por cada caso confirmado, hay ocho personas que están propagando el virus sin que ellas mismas lo sepan y sin que el sistema de salud nacional tenga la posibilidad de evitarlo, ya sea porque no acudieron al médico o porque no se les aplicó la prueba de detección del virus.

Eso explicaría no sólo el inusual incremento en los casos de “neumonía atípica”, sino también la explosiva demanda de atención médica que empieza a rebasar a los hospitales. Incluso, el propio personal médico de los nosocomios públicas ha tenido que recurrir a clínicas privadas porque en los suyos no hay pruebas suficientes para realizar el diagnóstico Covid19. Los médicos y enfermeras están enfermando –algunos de ellos ya han fallecido- por falta de protocolos eficientes y protección. El gobierno los abandonó.

La explicación de López-Gatell también permitió la titulación casi inmediata de cientos de expertos en actuaría y estadística sanitaria. Por un lado, los detractores dicen confirmar sus sospechas de que las cifras siempre estuvieron maquilladas y por el otro, la feligresía del cuatroteísmo busca en comparaciones infames la explicación de que el país sigue siendo modelo para el mundo en el tratamiento de la pandemia.

Exaltados por el número posible de contagios, pocos pusieron atención en un dato trágicamente revelador: la tasa de letalidad del Covid19 en México. El problema no es la cantidad de casos positivos que se están multiplicando aceleradamente, sino el porcentaje de personas que mueren respecto del número de contagios. Comparar el número de enfermos y/o fallecimientos contra el número de población total no es más que un túnel de escape a la realidad.

En México, hasta este jueves la tasa de letalidad es de 5.63%, es decir, mueren poco más de cinco personas de cada cien que adquieren la enfermedad. Y ahí es donde se esconden las cifras que ha hecho que el gobierno y el Presidente hayan entendido la magnitud de la pandemia.

En Estados Unidos por ejemplo, la zona cero de la pandemia en el continente, la tasa de letalidad es del 3.4%; con un sistema de salud más robusto que el nuestro –a pesar de la desaparición del Obamacare-, tuvieron que alcanzar 14 mil casos confirmados para llegar a 150 muertes; en México los alcanzamos esta semana con poco más de tres mil casos positivos.

Un caso más es Italia. El país peninsular registró su primer caso el 30 de enero pasado; para el día 32 ya tenía 2 mil 250 casos confirmados con 32 fallecimientos y su tasa de letalidad era del 1.5%; hace una semana, en el día 63 de la pandemia, 115 mil 356 italianos habían adquirido el Covid19 y 13 mil 882 ya habían fallecido, es decir, se letalidad se disparó hasta un 12%.

En México se confirmó el primer caso de la pandemia el 28 de febrero; para el día 32 ya teníamos 2 mil 143 casos con 94 defunciones, con una tasa de letalidad del 4.38, es decir, el triple de Italia en el mismo momento de la pandemia. ¿De dónde concluyen entonces que los mexicanos somos más resistentes que otros países?

Las cifras son consistentes. Pasó casi un mes para alcanzar los primeros mil casos; llegamos a los dos mil en sólo seis días y a los tres mil sólo en cuatro. Este fin de semana estaremos rebasando por mucho los cuatro mil positivos y se supone que la etapa crítica llegará hasta el mes de mayo. México corre el riesgo de vivir una historia similar a lo que ha ocurrido en Italia, España o Estados Unidos.

Entonces el mundo contará de nuevo la tragedia de un acorazado que se hundió en su primer viaje.

Las del estribo…

  1. Ayer el Subsecretario López-Gatell dijo que el dinero no es problema en la atención de la pandemia. Entonces podrían empezar por meterle dinero a las pruebas de diagnóstico y reducir el costo que pretenden imponer los laboratorios privados, que sería hasta de 3 mil pesos. ¿Cuántas familias de cuatro integrantes –uno de ellos con síntomas- tendrán 12 mil pesos para hacerse las pruebas?
  2. El secretario de Gobierno, Eric Cisneros, calificó de radical y autoritario al presidente municipal de Veracruz, Fernando Yunes, por el llamado a la fuerza pública para que cierren las playas. Pronto olvidó que la cultura también entra a macanazos, como sucedió con la represión de manifestantes en la inauguración de la Cumbre Tajín. Por cierto, ¿ya hay indicios del homicidio artero de Adán Vez Lira y de María Elena Ferral?