Durante semanas, el gobierno federal se dedicó a menospreciar la crisis epidemiológica del Covid-19. El Presidente hizo cualquier cantidad de llamados a continuar la vida con normalidad, a abrazarse, a salir a la calle y consumir en fondas, bajo el argumento de que estamos protegidos por el “corazón de Jesús”, al tiempo que la propia Iglesia ha cancelado todas sus actividades.

Sin embargo, este sábado, el vocero presidencial para el tema del Covid-19, el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell se despojó del optimismo y decidió entrar en pánico al anunciar que estamos ante la última oportunidad de mantenernos en nuestras casas y evitar una tragedia similar a la que viven Italia o España.

Así, mientras los jefes de estado y de Gobierno del mundo salieron a dar mensajes a sus naciones anunciando medidas drásticas para contener la pandemia, en México el gobierno ha mandado a un funcionario de segundo nivel, mientras el Presidente mantiene sus giras de trabajo, en completo desapego al llamado desesperado de su propio gobierno.

Con este panorama, México tiene su ‘última oportunidad’ para controlar el virus y evitar una situación catastrófica como la que afrontan países europeos y Estados Unidos porque se ha alcanzado un punto en que la transición deja de ser lenta para ser ‘extremadamente rápida’, dijo el sábado un desencajado López-Gatell.

El mensaje del funcionario fue inusual: no podemos perder la última oportunidad que tenemos. Y para no perderla, la única manera es quedarnos en casa, todo mundo se tiene que quedar en casa, a menos que cumpla una actividad crítica para el sustento de la vida pública, para el sustento del país. Y aprovechó para exhortar a los sectores privado y social a adoptar medidas para que los trabajadores de actividades no esenciales permanezcan en casa durante un mes.

Pero resulta que, el menos en Veracruz, el gobierno federal y el del estado no han suspendido actividades, forzando a los burócratas a trabajar a contrapelo de sus propias indicaciones. Los empleados de las delegaciones federales –incluidas las que no cumplen “con un una actividad crítica para el sustento de la vida pública”- mantienen su horario laboral con normalidad, y en algunos casos, en jornadas extras para operar los programas sociales en medio de la crisis.

Lo mismo para en el gobierno estatal. Mientras al gobernador del estado, Cuitláhuac García, no se le ve desde la reunión del Consejo Estatal de Salud (Coesa) del jueves pasado, el personal de confianza también trabaja con normalidad. El personal de base ha sido enviado a sus casas –al igual que adultos mayores y con enfermedades previas- como si la situación laboral determinara la inmunidad o el factor de riesgo de contagio. El gobierno no sigue las instrucciones del propio gobierno.

La reclusión tiene un propósito: evitar que se multipliquen los contagios de manera simultánea porque el sistema colapsará casi de inmediato. A lo largo de la semana, personal médico y de enfermería de la mayoría de los hospitales de Veracruz (Issste, Imss y del estado) ha denunciado que carecen de batas especiales, guantes, cubrebocas, es decir, lo mínimo para evitar que quienes nos deban curar, terminan contagiados, lo que nos convierte en una población más vulnerable.

Y peor aún. En México no contamos con suficientes camas de hospital y terapia intensiva para atender a los pacientes si esto se sale de control y se comporta como en China, Corea del Sur o Italia. México tiene 1.5 camas de hospital por cada mil habitantes, mientras que Italia cuenta 3.2, China 4.3 y Corea del Sur 12.3. No hay comparación en la capacidad hospitalaria y hay un temor fundado de que tampoco lo haya en el impacto de la pandemia.

El gobierno tampoco quiere realizar pruebas de Covid-19. Prefiere utilizar sus escasos recursos en atender a los enfermos. Así, mientras hasta el 20 de marzo Islandia había realizado más de 26 mil pruebas por millón de habitantes, en México sólo habíamos aplicado 2 pruebas por cada millón de mexicanos.

Para el Presidente y su gobierno siempre ha sido más fácil encontrar culpables que buscar soluciones. La crisis epidémica y económica del Covid-19 no será la excepción. En principio fue la corrupción y los conservadores los causantes de que la pandemia haya llegado a México.

A partir del sábado, entendimos que será el pueblo bueno y necio -el que no se quiso quedar en sus casas-, quien tenga la culpa de la tragedia que viviremos las próximas semanas. Serán los que no escucharon, los que no creyeron, jamás el gobierno.

Ya los “expertos en comunicación” están haciendo su tarea en redes sociales, difundiendo profusamente las acciones que antes negaron y señalaron de alarmistas. Acusan desinformación en los medios para ocultar la negligencia del gobierno. Ellos, como el Presidente, se piensan inmunes. No lo son.

Las del estribo…

  1. Muchas lecturas en el saludo del Presidente a la mamá del Chapo, donde estuvo presente uno de los hermanos del narcotraficante con orden de aprehensión en EU. Los compromisos, el cumpleaños de Ovidio, la afrenta al Ejército, el desafío a Estados Unidos. No sólo los conservadores harán un escándalo.
  2. Lamentable lo que pasa en el IVAI. Se había convertido en una cueva de ladrones, donde crearon una burocracia dorada e intocable. Como siempre sucede, la corrupción sólo facilitó el golpe de Estado.