La escena es patética hasta para su feligresía que se asume efectivamente como liberal. El Presidente balbucea, busca en sus bolsillos, y encuentra un par de amuletos e imágenes que levanta y observa en silencio ante la mirada atónita de los reporteros y el éxtasis de sus publicistas. Nada de lo que hagamos nos hace daño: si somos inmunes al ridículo, lo seremos a la epidemia susurran con cinismo en la intimidad.

Ayer durante su conferencia mañanera, el Presidente parece perder la razón tanto como ha perdido la brújula. En cadena nacional y con medios internacionales como testigos, presumió que su “escudo protector” contra el coronavirus es la honestidad y el no permitir la corrupción, pero también sus amuletos como la oración “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, un billete de dos dólares y un trébol de cuatro hojas.

Pero, si el escudo es la honestidad y los amuletos son su fuerza, para qué necesita el fondo de 180 mil millones de pesos -y el permiso para adquirir otros miles más en deuda pública- que ayer le aprobaron los diputados de su partido?

Extraviado, alejado de la realidad, el Presidente asegura que “el escudo protector es como el detente; el escudo protector es la honestidad, eso lo que protege, el no permitir la corrupción. Miren esto es lo que protege, esto es lo que me da la gente. Son mis guarda espaldas”, dijo mientras se buscaba en su cartera sus oraciones. Al mismo tiempo, el país lo mira en una mezcla de indignación, desesperanza y éxtasis.En otro tiempo, al término de su conferencia, el Presidente habría sido recluido en un hospital psiquiátrico, donde tendría que enfrentar además todos los agravios cometidos al Estado mexicano.Resulta que el más liberal de los juaristas se encomienda a su escudo protector y sus amuletos, ignorando por completo la naturaleza del Estado laico que está en nuestra constitución. López Obrador, en su misticismo, no es más que una mala copia de Vicente Fox arriando el estandarte de la Virgen de Guadalupe, creyendo que su fe está por encima de las instituciones.Ante los países extranjeros somos el hazmerreir. Mientras todas las naciones del mundo, ricas y pobres, echan mano de todos sus recursos para tratar de controlar la pandemia, en México estamos condenados a la ignorancia e irresponsabilidad de un Presidente que se asume tocado por el mandato de Dios. Ni siquiera la Iglesia se ha entregado a la voluntad de sus santos. Su estulticia sólo nos vino a confirmar que no hay una estrategia de contención de la pandemia del Covid-19. Que el país vive una realidad distinta a la que se observa desde la burbuja de un Palacio Nacional convertido en refugio de brujos.

Hace muchos años, cuando recién concluía mis estudios en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, una de mis compañeras más destacadas tuvo la oportunidad de viajar a Suecia para estudiar el idioma durante un semestre. Eran los convulsionados años del inicio de la administración de Ernesto Zedillo: el levantamiento zapatista, el asesinato de Colosio, el error de diciembre y la persecución a Carlos Salinas y su familia.

En uno de los pasajes más tristemente célebres de la justicia en nuestro país, la entonces Procuraduría General de la República recurrió a una vidente para desenmarañar el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, teóricamente a manos de su ex cuñado Raúl Salinas. Todo resultó un montaje, y los huesos encontrados en una finca no eran sino de los parientes fallecidos del yerno de la vidente.

Fue entonces que mi compañera tuvo que sortear la poco agradable experiencia de ser mexicana, originaria de un país que fundaba su sistema de justicia en brujos y videntes, no en ministerios públicos e investigadores. Si así se resolvía un caso que involucraba al mismísimo ex Presidente, ¿qué pasaría con la justicia para el resto de la población?

¿Dónde queda México? ¿Qué país es más grande, Haití o México? ¿Porqué le encargan a una vidente investigar un homicidio tan importante?, preguntaban los suecos con ánimo de entender lo que pasaba, suponiendo que en ambos casos se trataba de pequeños países caribeños que no contaban siquiera con instituciones de justicia y tenían una organización casi tribal.

Bueno, pues ayer vimos algo muy parecido en Palacio Nacional, con un presidente extraviado y sin una solución para atender la pandemia del Covid-19, dejando a la buena ventura de imágenes religiosas la vida y la salud de millones de mexicanos. Y en su criminal desvarío, recurre a la “honestidad” como escudo para prevenir la enfermedad. ¿O sea, señor presidente, quién se contagie es corrupto?

López Obrador es un priista profundamente conservador que ha mutado a un falso liberal reformador. No es más que la copia remasterizada de “La Paca” y Vicente Fox:

Las del estribo…

  1. Y mientras el Presidente presume amuletos y escapularios, la Iglesia anuncia la cancelación de todas las celebraciones de la Semana Santa para no dejar la responsabilidad terrenal en manos de Dios. Parece que todos lo han entendido menos él. El costo político será alto.
  2. Las candidatas y candidatos de la Secretaría de Gobierno a ocupar la silla de consejero del IVAI van viento en popa. El titular sigue ganando espacios lo mismo en la Secretaría de Finanzas como en los órganos autónomos. Según los momios, es más probable que se vaya el Gobernador antes que él.