En los primeros momentos de un domingo recién nacido, en las primeras sonrisas de un mundo recién creado en Cauz por la feliz conjunción de un grupo de estrellas, Iraida Noriega y Tonatiuh Vázquez Jazz Orchestra, era inevitable saludar y platicar brevemente con una cantante que se veía fatigada, se escuchaba un poco afónica, pero estaba tan prendida como siempre.
—¿8M y 9M?
—No entiendo
—Ocho de marzo y nueve de marzo, Día de la Mujer y paro nacional de mujeres.
—Es un tema complejo. Yo soy una persona que cada vez más navega con menos banderas, ni la del jazz ni la de nada; trato de simplificar el banderismo y esa es una bandera que dispara para muchos lugares, en algunas cosas puedo entender la necesidad de hacerlo pero también siento que el tema se ha vuelto muy manipulable. Yo siempre sospecho, para mí el coronavirus es como una conspiración, etcétera, o sea, mi mente siempre va para allá, siempre digo a ver, antes de nada más aceptar las cosas, hay que cuestionarlas.
Siento que ahora, con las redes somos muy vulnerables a ser manipulados y con más razón no hay que dejarse llevar por las inercias sino cuestionar y cuestionar y cuestionar, sobre todo cuando algo genera tanta separación, porque sabemos que dividir es la manera en que se puede controlar a la banda; es un poco lo que siento con respecto a ese tema, pero tampoco me atrevería a desmerecerlo, entiendo que hay una necesidad.
Yo soy un ser humano que ha decidido asumir responsabilidad con mi vida, con mi maternidad, con mi música, con mi gente; cada vez estoy más afanada en pedir menos a los sistemas, trato de generar más independencia y eso me resignifica.
Creo que, en estas épocas, el silencio y la observación es un activo porque creo que es bien fácil dejarse arrastrar, y creo que hay que introspectar antes que disparar inmisericordemente, además, creo no debemos de perder de vista la que la meta es la unidad del yin y el yang, de la oscuridad con la luz. Yo siento que yo tengo la mira más puesta en lo que une —en la música como fuerza unificadora— que en lo que separa, pero entiendo la necesidad de algunas cosas y la observo y la respeto, no la desmerezco.
Estoy clara de cómo me siento y creo que hace falta poner ese ingrediente en la ecuación porque la banda piensa que yo puedo estar casada con ciertas posturas por mi actitud responsable, pero me gusta mirar un poquito más adelante.
—Hace unos años, cuando te entrevisté en Realia me dijiste que en ese momento no te interesaba tanto cantar standards de jazz y ahora me vuelvo a encontrar con la jazzista, además acompañada de una bandota.
—Esta banda está increíble
—¿Cómo ha sido esta visita a Xalapa?, ¿qué han significado para ti estos dos días?
—La verdad, te voy a confesar fue un reencuentro porque tenía rato que no cantaba este repertorio, tiene que ver con estos procesos míos de desbanderizar y de volver a encontrar sentido a que si hubiera que cargar una bandera, tiene que ser la de la música que une, la música que rompe fronteras, no importa cuál sea, olvidémonos de géneros.
He estado renegociando esto, pero la verdad es muy sencillo cuando ves gente apasionada como el Tona (Tonatiuh Vázquez), comprometida con escribir, con decir, con asumir responsabilidad de un proyecto tan complicado como el de una big bang y tener tal nivel de pasión que inspira a los demás a que esto vale la pena, y que se clavan a darle a que suene muy bien.
Me parece muy valioso lo que hace Tona de convencer a 18 personas a pararse la chinga de montar música que les implica un reto, no porque haya un varo de por medio sino porque hay que hacerlo, porque queremos ser mejores.
Esas son las cosas en las que yo quiero estar porque hay que buscar ser mejores, no sé si lo logremos pero hay que buscar hacerlo; a mí sí me alimenta la necesidad de un mundo más ideal aun sabiendo todo lo que está en contra y estos dos días han sido como refrendar eso con gente así —el Tona y los músicos y las músicas—, y descansar un poco todos estos temas terrenales y apostarle a esta cosa idílica de hacer buena música, de generar noches en donde restauramos algún tipo de esperanza.
—¿Qué sigue para Iraida?
—Por lo pronto, descansar, porque créeme que llevo dos semanas tirando a full con un cuerpo que me está pidiendo silencio y descanso.
—¿Por qué sigues?
—No sé
—¿Porque tienes que hacerlo?
—No tendría que hacerlo, solo que hay algo que sucede en el momento; esta noche yo pensaba que no la iba a armar pero sentí que algo se abrió para todos: los que estamos tocando, los que están escuchando, todos; en ese momento dices aquí se está abriendo algo, si aquí queda, que quede. Hay que generar esas cosas para contrarrestar todas estas incertidumbres: ¿estamos siendo manipulados?, ¿sí?, ¿no?, ¿es verdad?, ¿no es verdad?; no lo vamos a saber pero venir a una noche como la de hoy es renunciar al miedo y a la idea de que podemos ser manipulados por el miedo, y es reafirmar nuestra libertad.
A mí me salva la música, no sé si a los demás, pero yo sé que a mí sí. Ahorita me voy a dormir y voy a descansar una semana, y si todo lo permite, aquí estaré el 30 de mayo sonando con mi banda —la Groovy Band—, es un proyecto bien power, bien bonito.
—Te veo muy cansada, no voy a quitarte más tiempo, ¿algo para despedirte?
—Abrazos para todos.
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Las bolitas y las rayitas | Iraida Noriega / II
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