Ciudad de México.- El homenaje que el mundo de las letras y las artes rindió al poeta y traductor José Luis Rivas en ocasión de su 70 aniversario inició en la Universidad Veracruzana (UV), en Xalapa (https://bit.ly/2VFxM2e), y continuó en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM), que organiza la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en esta ciudad.
La FILPM reunió el sábado 29 de febrero a los escritores, editores y críticos literarios José María Espinasa, Christopher Domínguez Michael y Adolfo Castañón para comentar la vida y obra del poeta oriundo de Tuxpan, Veracruz. Espinasa fungió como moderador de la mesa y en su comentario explicó que la obra de Rivas, a casi 40 años de la publicación de Tierra nativa, sigue marcada por el entusiasmo, la polémica y la admiración.
Espinasa también refirió que durante el coloquio en honor a Rivas, celebrado en Xalapa la primera semana de febrero, hubo consenso: la obra de Rivas dejó ya su propia huella. “Hay libros que trascienden el hecho literario”, señaló al respecto.
El editor, poeta y profesor reafirmó que la obra de Rivas “celebra, ríe, festeja” y se coloca al lado opuesto del nihilismo que pudo marcar la época en la que se publicó Tierra nativa, la obra del tuxpeño que lo puso al centro del diálogo y el debate cultural.
Por su parte, Christopher Domínguez Michael festinó lo que llamó una reunión de camaradas y cómplices de Rivas. De su anecdotario personal, refirió su primera lectura de Tierra nativa, cuando aún no pertenecía al mundo de las letras, según sus propias palabras.
Fue una lectura “inocente”, explicó, de una obra que calificó como nueva y poderosa, un viaje maravilloso por el mundo costero personal de Rivas, cercana a su manera a los mundos de Salgari y Verne, que por entonces Domínguez Michael ya conocía bien.
El crítico también dijo que la obra de Rivas comprende una evocación inédita de la infancia, de los mitos, el amor y la naturaleza. “Atrás de Rivas”, explicó, “están, por supuesto, Neruda, Rimbaud, Saint-John Perse”, y añadió que en términos personales estableció con la obra de Rivas una relación como lo hizo en su momento con Cien años de soledad, de García Márquez.
Tocó el turno al amigo, admirador y uno de los primeros promotores de la obra del tuxpeño, el ensayista, investigador, poeta y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Adolfo Castañón.
El también investigador de la UNAM, definió al encuentro como “un acto muy conmovedor que tiene que ver con lo misterioso y con el hecho de encontrar en algún momento un texto que en cierto modo está ligado y va a justificar las utopías, las esperanzas y los presagios de un joven crítico, editor y después forjar ese lugar con la amabilidad, la generosidad de la persona, sonriente y sabia”.
En el momento que se conocieron y debido a la humildad de Rivas, no era posible imaginar la amplitud y la grandeza del proyecto que traía entre manos, que “era un pasaporte para ir a la otra orilla pero no se detuvo ahí este peregrino”.
Resaltó además su labor como traductor de otros poetas como Arthur Rimbaud y Saint John Perse puntualizando su traducción de Omeros, libro insignia de Derek Walcott.
Castañón consideró que este ejercicio fue un punto de inflexión en el proceso creativo de José Luis Rivas, calificándolo como un antes y un después del cual se nutrió para su obra actual. Es “una fidelidad a una vocación de un señor que no pierde el rumbo, no sé cómo lo hace”, subrayó.
Al cederle la palabra al homenajeado reconoció que han sido los amigos quienes hicieron posible el descubrimiento de su poesía: “Son ellos quienes realmente a lo largo del tiempo han encontrado quién sabe cuántas cosas en mis libros; cosas que yo he escrito nada más movido por una pasión de recrear un mundo que me fue cercano, paradisiaco y porque de mi infancia guardo un recuerdo entrañable, creo que no he podido desalojar de mí al niño y ese niño que ha pervivido ha sido saludado de modo tan amable”.
Manifestó que nunca ha escrito desde el resentimiento, por el contrario, sigue escribiendo motivado por la respuesta que tiene entre sus amigos y lectores, “creo que esto me ha llevado a continuar traduciendo, escribiendo, editando; todo se cifra en una expresión que hago ostensiva a todo: Muchas gracias”.
Para finalizar, Rivas leyó algunos versos de Tierra nativa, empezando con “El diario del viejo capitán”; entre el público estuvieron presentes las poetas Elsa Cross y María Baranda, así como la rectora de la UV Sara Ladrón de Guevara y Édgar García Valencia, director Editorial de la UV.