«Yo me aventuro a decir que soy
los libros que he leído, la pintura
que he visto, la música escuchada
y olvidada, las calles recorridas.
Uno es su niñez, su familia,
unos cuantos amigos, algunos triunfos,
bastante fastidio. Uno es una suma
mermada por infinitas restas.
Uno está conformado por tiempo,
adicciones y credos diferentes».
Sergio Pitol
«Miles Davis —me dijo Alex Mercado hace unos años— no es Miles Davis; Miles Davis es cultura, historia, idiosincrasia, afroamericanismo, racismo, segregación; es todo lo que comió, es todo lo que vivió, es sus papás, es su historia, es África, y más atrás, hasta el inicio de los tiempos, entonces, cuando toca es todo eso; el sistema tradicional hace que tú nada más escuches la nota que toca, el timbre, la duración, pero atrás de esa nota, está todo lo que te acabo de decir».
En efecto, atrás de cada nota de Alex Mercado están las clases de José Luis Arcaraz —su primer maestro de piano—, está la noche en la que fue a ver a Keith Jarrett a la Sala Netzahualcóyotl, concierto que lo hizo voltear la mirada —y la vida entera— hacia el jazz; están los años de Berklee y sus interminables horas de estudio; están los mares que surcó, durante cuatro años, tocando en cruceros; está su regreso a México, los restaurantes en los que tocó y los alumnos que tuvo antes de incursionar en la escena jazzística nacional.
Cuando, en 2012, grabó The Watcher acompañado por Aarón Cruz y Gabriel Puentes, ya tenía un bagaje, tanto interpretativo como composicional, suficientemente sólido para integrarse a una escena tan competida y llena de luminarias como la de la Ciudad de México, pero era desconocido. «Después de grabar The Watcher —me dijo en aquella ocasión— la gente me empieza a conocer, empieza a preguntar ¿de dónde saliste?; hay un artículo de Antonio Malacara en La Jornada que ilustra en una frase exactamente lo que pasó, dice ‹surgió de la nada›.
«Surgí de la nada y aparecí de pronto pero con un proyecto fuerte, un proyecto con potencial. La gente del medio empieza a conocerme y empiezo hacer entrevistas en las que no tengo la menor idea de qué decir porque me preguntan ¿en dónde estabas? o ¿qué hacías antes?».
The Watcher es una convocatoria al escucha para que no permanezca como observador pasivo sino como partícipe de la música, como constructor de su propia experiencia estética. «El observador determina el curso de la realidad mediante su percepción, moldeándola como una escultura de barro», afirma en la nota que acompaña al disco.
La grabación de su segundo disco, Symbiosis (2014), para el que convocó a Scott Colley y a Antonio Sánchez, lo situó definitivamente en las ligas mayores del jazz nacional y lo dejó listo para enfrentar un reto que, si bien es una tradición en el piano jazz internacional, en México es poco habitual: la grabación de un disco a piano solo. En 2015 apareció Refraction, el disco en solitario que lo consolidó como intérprete y compositor.
Symbiosis apuesta por una relación interactuante e interdependiente entre el emisor y el receptor de la música; una imbricación, justamente, simbiótica. Refraction es una invitación a conocer su espacio personal, su intimidad; un disco introspectivo que pretende ser el prisma mediante el cual el escucha pueda filtrar sus propias experiencias para refractarlas en una realidad transfigurada.
En 2017 retomó el formato de trío, nuevamente con Gabriel Puentes en la batería y con Israel Cupich en el bajo, grabó Paisajes. En contraste con Refraction, Paisajes es un disco extrovertido, un recorrido por la paisajística natural, urbana y cultural que nos rodea y nos define.
En 2018 exploró un formato novedoso en su producción: el dueto. En complicidad con doce grandes de la música clásica y del jazz, grabó Convergencias, una docena de conversaciones íntimas entre dos creadores, una docena de intercambios de conocimientos, de experiencias, de maneras de entender y de vivir la música.
El año pasado volvió al piano solo pero, por primera vez en su carrera fonográfica, aportó solo una de las piezas que contiene el disco. Tesoros Escondidos es el nombre del álbum cuyo objetivo es la presentación en público de doce piezas de grandes pianistas mexicanos (entre ellas, una de Antonio Sánchez quien, si bien es conocido mayoritariamente como baterista, también es pianista y compositor) que nunca habían sido grabadas. Partituras escondidas de Eugenio Toussaint, Enrique Nery, Héctor Infanzón, Miguel Villicaña, Eduardo Gamboa, Alejandro Corona, Olivia Revueltas, Francisco Téllez, Abraham Barrera, Antonio Sánchez, PP Morán, Mario Patrón, José Luis Arcaraz y Jorge Martínez Zapata son expropiadas y apropiadas por Alex para dar cuerpo a un álbum que rinde un doble homenaje: a la composición y a los pianistas de jazz mexicanos.
El fin de semana platiqué con Alex sobre Tesoros Escondidos y sobre sus proyectos por venir, mañana publicaré la conversación, hoy dejo la liga del disco para que vayan conociéndolo.
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