Por Adrián Rodríguez Tonche

Recorrer el sur de Veracruz con los ojos del pasado y encontrarse con los vestigios de un progreso que nunca llegó, es una realidad en este presente. Hace unos días estuve en Coatzacoalcos, hace ya más de cinco años que no recorría las calles del puerto. Quise observar aquello que los diarios locales narran y que los ciudadanos padecen, la soledad. Sí, es una soledad que aterra, no es una soledad que ayuda al buen pensador. Es aterrador observar las calles del puerto vacías, las cortinas abajo, los escaparates deshabitados. La ciudad es ruina de viejas promesas.

Más allá de la soledad se encuentran el miedo, asombro, la naturalidad y el apego de los ciudadanos que viven el día a día dentro de aquel territorio ultrajado por el enemigo. Ninguno se salva dicen, de la delincuencia que impera, reina y podríamos decir gobierna en el sur de Veracruz. El gobierno del estado es el invitado ausente, el que no responde ante el llamado, ese que ahora se burla de los canales y la libertad de quienes mantienen informado a sus ciudadanos. Al gobernador se le ve harto, fastidiado, desesperado tal vez ante la agonía de un estado corrompido hasta el tuétano.

Las preguntas que las autoridades no se han hecho son las preguntas que los ciudadanos del sur se hacen todos los días ¿Cuándo detendrán el crimen en la ciudad? ¿Habrá una estrategia para protegernos? ¿Protegerlos? Si en todo el estado el panorama es difícil, les pega hasta el municipio más pequeño de Veracruz. Las dudas son más ante la desconfianza que se tiene frente a las instituciones que tienen la obligación de protegernos.

Finalmente, al parecer los únicos en esta tierra que se salvan por el momento son ellos, nuestros gobernantes, existe tal vez hoy un pacto de silencio entre ellos, un pacto que pronto sacudirá el polvo sobre sus cabezas, como ahora les pasa a los viejos servidores públicos del peñanietismo. Recuerden como dice el refrán ‘cae más pronto un hablador que un cojo’ y ahora los del poder hablan mucho.

Twitter: @AudelTonche