De acuerdo con padres de pacientes, el desabasto se ha agravado con la llegada de 2020 y del nuevo Insabi, que es responsable de diversos hospitales en el país.

“¿Por qué el presidente dice en sus conferencias mañaneras que ya hay medicamento para los niños con cáncer si realmente no los hay”

Felipe Romero se hace la pregunta sentado en una de las sillas verdes de plástico que hay en el Hospital Regional de Río Blanco, en el municipio de Orizaba, en la zona centro del estado de Veracruz.

Son las diez de la mañana del jueves 30 de enero y hace algo más de tres horas que Felipe bajó desde la sierra de Zongolica por estrechas y zigzagueantes carreteras que lo llevaron desde Soledad Atzompa hasta la sala de espera del piso tres de Oncología Pediátrica.

Aquí, junto a su pareja, una mujer indígena de largo cabello negro que peina hasta la cintura, acompaña a su hijo Bryan; un joven espigado de 14 años que, como todos los niños que van a recibir una sesión de quimioterapia, oculta la tristeza y el cansancio de su rostro con un cubrebocas.

Felipe también está cansado, se nota en sus ojos enrojecidos que contrastan con el esmalte blanco de sus dientes y la tez cobriza de su rostro.

Pero, sobre todo, dice, está preocupado y asustado.

Desde que irrumpió en sus vidas la Leucemia, una palabra de la que desconocía su significado hace tres años, cada día es una pesadilla para su familia. Tanto por la enfermedad y los dolores físicos con los que castiga a Bryan, como por el desgaste de combatirla: los estudios y los medicamentos, que pueden ir desde los 4 mil a los 40 mil pesos, son extremadamente caros para un salario que apenas supera los 100 pesos al día en los campos de maíz.

Pero lo peor, subraya Felipe, es “la lucha continua” para que el Hospital de Río Blanco, que depende de la Secretaría de Salud de Veracruz, les dé medicamentos para el combate a la Leucemia, como la Vincristina, o el Methotrexate, Y, más importante, que se los proporcione con la regularidad y la puntualidad que exige el tratamiento.

El desabasto, dice el campesino, se ha agravado con la llegada de 2020 y del nuevo INSABI que mantiene a este Hospital, y a muchos otros de toda la República, en una transición complicada debido al desabasto de medicinas.

Situación que, desde el 1 de enero, ha desatado protestas de más padres de niños con cáncer en el mismo estado de Veracruz, como la que tuvo lugar el pasado 7 de enero en el Centro Estatal de Cancerología (Cecan) de Xalapa; y en otros estados, como Yucatán, y Puebla, donde el jueves pasado varios padres denunciaron que los médicos del Hospital del Niño Poblano utilizan medicinas alternas para tratar a los menores, por la situación de desabasto.

“Antes, con el Seguro Popular, tampoco había muchas medicinas, pero algo había. Ahora, en cambio, no hay nada de medicamento. Nada”, subraya Felipe, cuyo testimonio coincide con lo expresado fuera de grabadora por varios integrantes del personal del Hospital de Río Blanco, que, si bien admiten que con el extinto Seguro Popular también hubo momentos críticos de desabasto, ahora la situación es más crítica si cabe.

“A veces, no tenemos ni para darles un paracetamol, o unas pastillas para la gastritis”, dice una de las fuentes médicas que pide anonimato.

“Vuelva en 8 meses por su medicamento”

Tras la quimio de su hijo, Felipe necesita mucho más que un simple paracetamol. El doctor le dio una hoja en la que le señala que, durante la próxima semana, el niño debe tomar varios fármacos, entre ellos la Vincristina y la Mercoptopurina.

Por fortuna, hoy es día de inspección en el Hospital. Y ante la visita de funcionarios de salud estatal con batas blancas y folders con hojas donde toman notas, los estantes de la farmacia lucen más llenos de lo habitual, luego de que hace un par de días llegó un camión con medicamentos.

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Aun así, Felipe no se fía.

Teme que todo sea “pura fachada” para quedar bien con los inspectores.

Así que baja las escaleras hasta la primera planta, recorre laberínticos pasillos, y se dirige hasta un mostrador, donde, en una ventanita con marcos de aluminio, hay un letrero escrito en castellano y náhuatl que informa que ahí se encuentra la farmacia del Hospital.

-Buenos días -se presenta Felipe-. ¿Sí tiene la Vincristina o la Vinblastina? -pregunta leyendo con cuidado lo que el doctor le escribió en la hoja.

El boticario lo observa en silencio y a continuación voltea hacia los estantes, donde a simple vista se aprecia que hay varias cajas de cartón apiladas.

-Me parece que no hay -responde-. No hay ahorita.

-¿Y para cuándo los tendrán, más o menos? -insiste Felipe-.

El empleado cierra los ojos y niega en silencio con la cabeza.

-Nos acaba de llegar medicamento y se supone que es para todo el año -responde señalando con la barbilla los estantes-. Pero esos no nos llegaron. Eso quiere decir que puede tardar unos ochos meses…

Felipe baja la mirada y relee la hoja con los nombres de los medicamentos.

Su reacción no es de enojo. No grita, ni reclama, ni hace aspavientos para tratar de explicar que no se puede interrumpir el tratamiento de su hijo.

Más bien parece aturdido. Súbitamente exhausto.

-Oiga, ¿y qué voy a hacer sin el medicamento hasta dentro de 8 meses? -balbucea sin dejar de mirar la hoja que le dio el doctor.

A lo que el farmacéutico, con un sincero tono de pesadumbre en la voz, le responde encogiendo los hombros:

-Desafortunadamente, así es nuestro Gobierno. No nos han mandado nada.

Animal Político | Manu Ureste