Difícilmente se puede encontrar una mejor analogía sobre la actual realidad del Partido Revolucionario Institucional, PRI, que la utilizada de forma reciente por el ex candidato presidencial de la alianza “Todos por México” (PRI-PVEM-Panal), José Antonio Meade.

El economista fue invitado como conferencista al evento “The Mexico Conference”, organizado por la prestigiosa Universidad de Harvard. En ese marco, Meade fue cuestionado sobre la candidatura por el PRI; dijo “Yo tenía un Chevy y con ese me tocó competir”.

El ex candidato, quien podría regresar a la escena pública en 2021, explicó que un amigo le cuestionó sobre un viaje que hizo a Mazatlán en uno de esos autos subcompactos, ya descontinuado, de la marca Chévrolet: «me decían que era más grande, cómoda, sobre todo para viajar con niños y yo les respondí que no tenía una Suburban, tenía un Chevy. Yo tenía un Chevy y con ese me tocó competir».

El Chevy es un pequeño auto cuya producción terminó en 2012. Digamos que fue un récord en ventas en México durante algunos años. Igual que el PRI, este miniauto tuvo sus días de gloria; estaba enfocado a las clases populares y surgió como una competencia para el Sedán de Volkswagen.

Igual que con el PRI, la gente comenzó a cansarse de este vehículo, cuyas versiones más austeras carecían del mínimo nivel de seguridad; no tenían ni siquiera radio; no había aire acondicionado, seguros eléctricos ni bolsas de aire; tampoco frenos ABS, que es una tecnología más reciente.

Finalmente, con ventas cada vez más bajas, la automotriz terminó por desplazarle con submarcas como Aveo o Spark.

Lo mismo ocurre con el PRI, partido que ha bajado su nivel de votación desde hace dos décadas, a pesar del pico que representó la contienda de 2012.

En la elección del año 2000, Francisco Labastida alcanzó el 36 por ciento de los votos, y el tricolor perdió por primera vez no sólo la presidencia, sino también la mayoría en el Congreso.

En 2006, Roberto Madrazo llevó al PRI, por primera vez en la historia, al tercer lugar; el tabasqueño apenas llegó al 22 por ciento de los votos y su partido pasó de 208 a 123 curules en la Cámara Baja.

Luego de la recuperación que significó la contienda de 2012, con el triunfo de Enrique Peña Nieto, el tricolor se desplomó como nunca antes: con Meade no llegó al 17 por ciento y sólo alcanzó 45 diputaciones, la cifra más baja desde su creación.

La otrora aplanadora priista se convirtió en una vieja cafetera, incapaz de competir por sí sola. Por eso hoy entre los priistas crece la percepción de que sin acuerdos o alianzas con otras fuerzas políticas, como Acción Nacional por ejemplo, difícilmente el partido tiene futuro.

Ese motor, que hasta hace tres décadas estaba en buenas condiciones, hoy parece desgastado, ofrece un alto consumo de combustible, tira aceite y casi está desbielado.

En Veracruz, el carro está peor, sus llantas están ponchadas; la batería se descargó;  y la marcha, el cuerpo de aceleración y la caja de velocidades no sirven. Por si fuera poco, el viejo Chevy del PRI estatal tiene un conductor que no conoce más rumbo que el que le marcan sus jefes panistas. Habrá que ver quiénes son los valientes que utilizan esa marca en la contienda de 2021. @luisromero85