El Instituto Nacional Electoral (INE) ha sido una obsesión personal del Presidente López Obrador, a pesar de que por más de dos décadas ha fortalecido nuestra democracia, garantizando la posibilidad de la alternancia política cuando los mexicanos así lo han decidido con sus votos.

El INE demostró ser más fuerte que los programas sociales, que el clientelismo electoral, que la operación política desde el gobierno, e incluso, que la incursión de dinero ilícito en las campañas políticas. El INE soportó el embate de los presidentes, de los gobernadores y de los partidos políticos inconformes con su fiscalización y la vigilancia de sus recursos.

Y tal vez el más beneficiado ha sido el propio López Obrador, quien alcanzó la Presidencia de la República gracias a que se logró garantizar elecciones libres. Pero hoy, el gobierno morenista y sus huestes quieren hacer ver la alternancia política como un acto contrario a la voluntad de los electores.

Tal vez el único pecado que ha cometido es favorecer una burocracia dorada que no corresponde un país donde el salario de la mayoría de los mexicanos apenas alcanza para subsistir. El sueldo de los consejeros y los funcionarios y el gasto de operación del instituto ofenden a cualquiera, incluso frente a organismos electorales de otros países. Y ese ha sido el filón que ha encontrado el Presidente para intentar desacreditarlo para después desmantelarlo.

A pesar de su victoria, el INE nunca ha estado en el ánimo del partido en el poder. Primero fueron los señalamientos personales a sus integrantes, luego fue una reducción sustantiva a su presupuesto, más tarde la propuesta de reducir el periodo de los consejeros y ahora se pretende imponer a consejeros que correspondan con quien los lleve al cargo.

Como sabemos, cuatro de los once consejeros electorales del INE serán relevados en el mes de abril y la Cámara de Diputados será la encargada de designarlos. El procedimiento comenzará este mes de febrero con la presentación de la convocatoria para los aspirantes.

En los últimos días, el coordinador de los diputados de Morena y Presidente de la Junta de Coordinación Política, Mario Delgado, ha dicho que su bancada evitará caer en la práctica de “cuotas y cuates”. Y que irán por cuatro personas íntegras, convencidas de la democracia y que ayuden a fortalecer el INE como institución responsable de garantizar elecciones libres y transparentes.

Pero uno revisa los nombramientos en la Suprema Corte, en la Fiscalía General de la República, en la Comisión Nacional de Derechos Humanos o los integrantes de organismos autónomos y reguladores, y resulta que Morena es como la moderna Roma: en cuanto empezamos a revisar sus perfiles y trayectoria, resulta que ¡todos los caminos llevan a Morena!, como dijo ayer el diputado federal Héctor Yunes Landa durante un debate en Televisa.

Pese a la urgente necesidad de construir un INE demócrata e imparcial, en la elección de los nuevos consejeros hay un riesgo evidente de que la mayoría legislativa de Morena y sus aliados coloque a sus personajes afines para los procesos electorales del próximo año en que se renovará el Congreso y se elegirá a once gobernadores. Es una elección clave para el proyecto presidencial.

La primera intentona de tomar al INE por asalto se dio en noviembre pasado, cuando el grupo legislativo de Morena presentó una iniciativa de reforma constitucional para reducir de nueve a tres el número de años que puede servir el consejero presidente del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). Y aunque la ley no puede ser retroactiva, se insiste en remover al actual Presidente.

Así, cada tres años, dos tercios de la Cámara de Diputados seleccionarían una nueva presidencia de entre los once consejeros designados.

Pero el entramado de apoderarse del INE va más allá. Morena también ha propuesto que desaparezcan los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLEs) para que el nuevo INE, el de los futuros consejeros carnales, absorba su función y se encargue de las elecciones estatales.

La reforma electoral de 2014 creó un sistema «híbrido» en el que el INE absorbió cerca del 70% de las responsabilidades locales. El trasfondo era contrarrestar la subordinación de los Oples al poder de los gobernadores, sin embargo, ahora se pretende que esa subordinación de traslade al jefe del ejecutivo federal.

Hoy estamos viviendo el desmantelamiento de un sistema de pesos y contrapesos que nos llevó muchos años construir. La lógica es muy sencilla: el gobierno necesita adeptos no contrapesos.

Las del estribo…

  1. En su momento, Cynthia Lobato y Jesús Vásquez fueron diputados realmente incómodos para sus grupos parlamentarios; ambos fueron acosados, defenestrados y prácticamente obligados a renunciar al partido político al que pertenecían: hoy encabezan dos organizaciones que seguramente serán partido político a partir de julio: Unidad Ciudadana y Todos por Veracruz respectivamente. Su propuesta es buscar a los candidatos que el resto de los partidos rechazan: los ciudadanos. De eso hablaremos mañana…
  2. Los “puentes largos” demostraron cumplir su objetivo de fomentar el turismo, activar la economía y contribuir a la convivencia familiar. Hoy López Obrador acusa que los mexicanos han olvidado las fechas cívicas, cosa que sería responsabilidad de la educación –esa que hoy ha entregado a la CNTE- y no de los días de asueto. ¿Qué nueva tragedia nacional se esconde tras la nueva caja china de terminar con los puentes vacacionales?