Hay quienes donan su fortuna a la nada, quienes la tienen en vida y viven al mismo tiempo en la desgracia, en el sufrimiento, en la tortura, y, esa tortura constante, permanente les hace odiar y odiarse, porque, en efecto, son los designios de los equilibrios, que cuando estos son avasallados por la fuerza de la naturaleza, los sepulta en la memoria del olvido. Pero, los hay también quienes por su condición humanista perviven iluminando a la humanidad y a las mentes creadoras, más allá de su vida, dejando un legado para el sentimiento y el conocimiento humano, ¿predisposición de los confines del universo?, quizá, pero forman parte de la acción regulatoria de la creación; del Big Bang, que deja, para el otro universo, el de los axones, que conducen los impulsos nerviosos de los pensamientos, los sentimientos para definir los destinos a través de las neuronas preservando la memoria humana.

Era aún un joven médico Axel Munthe, nacido en Oskarshamn Suecia, en 1857, cuando su condición le definió en la búsqueda de sus propios sueños. Estudió en la Universidad de Upsala, y luego en París con el psiquiatra Jean Martin Charcot; a los 23 años se convirtió en el doctor en medicina más joven de Europa. Ganó reconocimiento por ser un hombre amante del arte y la cultura, así como un filántropo, con un gran amor por los animales; fue un precursor de la preservación de la vida, se entregó a la pasión por la música, y la naturaleza, acompañado en la isla por la reina Victoria de Suecia que por motivos de salud pasó en Capri largas temporadas.

Munthe con el fin de proteger a las aves migratorias de Capri, que en aquella época corrían peligro de exterminio a causa de una caza indiscriminada, decidió adquirir el terreno del monte Barbarossa, con el fin de ofrecer a estas aves migratorias, una zona protegida. De hecho sostenía, que Capri, suponía un concierto para la vida, que podían disfrutar los amantes del trinar del canto de las aves. La música fue el elixir para la cura del alma, fue el tema de muchas noches en compañía de la reina de Suecia, que acompañaba en el piano la bella voz de barítono de Axel Munthe, quien también sabía tocar el violín, el piano, el corazón y el alma de la reina sueca. Axel Munthe, médico, arqueólogo, escritor, músico, naturalista, fue un filántropo incansable.

El golfo de Nápoles, una de las maravillas del mundo, cobijaba los insomnios de Munthe. Esa isla, Capri, ha sido famosa desde muy antiguo, por sus maravillosas costas con sus escarpados farallones, sus ensenadas prodigiosas, con sus diminutos altiplanos; porque toda la isla es tan pequeña como una gran roca, que emerge como queriendo alcanzar el cielo; a ella, han acudido, en todo tiempo, gentes famosas a buscar paz y belleza; ahí fue, por ejemplo, refugio del emperador Tiberio, el amo del mundo en el momento en que se crucificó a Jesús. Allí, el emperador, pasó los años finales de su prolongado reinado, construyó varios palacios, de los que ya no quedan sino los vestigios. El emperador vivió disfrutando de un alejamiento suntuoso en los años otoñales de su vida, en medio de una naturaleza hecha para la reflexión, un oasis para el descanso, para el sosiego del alma, y para el gozo de la contemplación.

En Capri, Axel Munthe, obtiene una de las mayores satisfacciones de su vida; no sólo haber construido su refugio en el mismo lugar en donde se encontraba el palacio del emperador Tiberio, aquella casa, que se parece a él, en donde siente que su vida se realiza, acuden a ella personas distinguidas de todos los países a visitarle, porque ahí, de alguna manera, es el origen de la creación, maravillosa condición, sino que define, la presencia del doctor, además, ha logrado, una especie de reconciliación de la gente con  la naturaleza. En Capri ya no se seguirá atrapando pájaros.

En Anacapri, nombre que deriva del griego, “ana” que significa arriba, en donde va a pasar los años finales de su vida; Munthe, resuelve por el consejo de Henri James, ponerse a escribir el libro más curioso y quizá raro, de extraordinaria belleza que ha escrito ningún hombre, que es un poco el recuento de algunas de sus experiencias y de la pasión de su vida por San Michele. Este maravilloso libro se llama “La historia de San Michele”, y ha sido uno de los más leídos en el mundo, traducido a más de una treinta de lenguas, ha llevado el nombre de este hombre, que había pensado como tantos otros, retirarse de la sociedad, para llevar una vida tranquila, que había pensado vivir y terminar su vida, como la terminó, entre seres sencillos; se convirtió en uno de los hombres más cotizados y más buscados del mundo. La gente acudió en romería, en los años finales del doctor Munthe, a visitarle en la isla o a verle de lejos, ataviado con su sombrero, con sus anteojos negros, con su barba de pintor del siglo XIX, acompañado siempre de un hermoso perro.

En San Michele,  murió el doctor Munthe. Legó su casa de Capri a su patria sueca. Ahora convertida en un destino de creadores, de humanistas. Lo que pagan los visitantes en la actualidad, sirve para conservar a San Michele y para obras de beneficencia a la población de Anacapri.

En estos tiempos, el mundo entero, a redescubierto la belleza de Capri, a través de la exaltada poesía del libro de Munthe, lleva todos los años a San Michele, centenares de millares de turistas que van en emocionado peregrinaje, subiendo hasta la altura de Capri para asomarse a aquel deslumbramiento de luz y azul, en donde el doctor Axel Munthe, levantó ese extraordinario monumento a su sensibilidad, al gusto por lo antiguo, por los griegos y su historia, a la pasión por la vida simple que es San Michele.

Fragmento de La Historia de San Michele:

Nápoles

“Durante todos estos años, a fuerza de presenciar el duelo entre la vida y la muerte, he conseguido conocer mejor a ambos combatientes. Al principio, cuando vi trabajar a la muerte en la sala del hospital, se trataba de una simple lucha entre dos, un juego de niños al lado de lo que vi más tarde. En Nápoles la he visto matar a más de mil personas diarias ante mis propios ojos. En Mesina la vi sepultar, en un solo minuto, más de cien mil hombres, mujeres y niños, bajo las casas tambaleantes. Más adelante, en Verdún, la vi, con los brazos ensangrentados hasta el codo, matar a cuatrocientos mil hombres y segar la flor de todo un ejército en las llanuras de Flandes y del Somme. Solo viéndola operar en tan basta escala empecé a comprender algo de su táctica guerrera. Es un estudio fascinador, lleno de misterio y contradicciones. Al principio parece todo un caos asombroso, un ciego estrago absurdo, lleno de confusiones y de errores. En determinado momento la vida, blandiendo una nueva arma, avanza derrotada por la muerte triunfante. No es así. La batalla está regulada en sus más pequeños detalles por una inmutable ley de equilibrio entre la vida y la muerte. Apenas ese equilibrio se perturba por una causa accidental, ya sea peste, terremoto o guerra, la vigilante naturaleza se pone en seguida a trabajar para ajustar el balance, y llama a nuevos seres para ocupar el puesto de los caídos. Constreñidos por la irresistible fuerza de una ley natural, hombres y mujeres caen en brazos unos de otros, los ojos cegados por el deseo, sin comprender que es la muerte quien preside su unión con su afrodisíaco en una mano su narcótico en la otra. Muerte, donadora de la vida, destructora de la vida, principio y fin.”

Sintácticas 

De Jevs:

Noche gitana

Noche oscura, de mágica niebla; canto de suave brisa, arrullo de los sentidos; densa, persistente lluvia, sublimes pensamientos incorpóreos, amorfos, episódicos, que conducen cuando se dejan, a la nada, creando fantásticas historias de esta vida y de las otras vidas, que es lo que somos; celo y cielo, pasión, amor, sobrevivencia. Noche de magia; gitanas, danzando alrededor de las llamas; fuego, ardiente; presente, pasado, futuro incierto, tiempo; expresión corpórea, sensual; esparcida en el campanil sonido de sus brillantez e intensos multicolores; pulseras y grilletes afroditas, tomando el pulso comunicante del universo, que influye y fluye en los ciclos vitales de las emociones del ser, de la vida toda; ritmo sincrónico embriagante, atractivas, cadenillas que se detienen en el medial, sin desplazarse, afrodisíaca belleza de los bosques; lejanía selvática, sensaciones de mar que atraen el hechizo de los brazos… entrelazados seres. Afrodita de poderes alucinantes, de fecunda belleza, lujuria, pasión, amor…Imposible de Hefesto… virtud del deseo.

Mendelssohn. Sinfonía N°4, en LA mayor, op. 90. “La italiana”:

https://www.youtube.com/watch?v=8BJhi2jsnUM