A decir de las crónicas periodísticas sobre el primer informe de gobierno, lo que debió ser un verdadero acto republicano y popular –sobre todo para una administración presume que su origen está en el pueblo-, resultó una réplica del cuento de Blanca Nieves, donde un gobierno maquillado y grotesco se plantó frente al espejo para preguntar: “espejito, espejito, ¿cuál ha sido el mejor gobierno de Veracruz?”.
Tal y como se esperaba, la ceremonia por el primer informe de gobierno tuvo a un mandatario grisáceo que durante dos horas se dedicó a dar lectura a una serie de lugares comunes, de verdades a medias, de vuelta al pasado y olvidó intencionadamente referirse a las verdaderas preocupaciones de los veracruzanos: la violencia, los secuestros, los feminicidios, el desabasto de medicinas, el desempleo, incluso la crisis humanitaria que él mismo decretó desde el primer día de su administración.
Dijo que el mayor logro de su gobierno ha sido la austeridad y el combate a la corrupción. La memoria selectiva dejó atrás los escándalos por la renta de patrullas –que saldrá más caro que comprarlas-, los contratos otorgados en el DIF estatal y las Secretarías de Salud o la de Seguridad Pública, el convenio firmado por la SEV para dar exclusividad a la marca Pepsi o el desproporcionado gasto para la celebración de las fiestas patrias.
No hubo una mención de solidaridad a las familias de los desaparecidos –siete comerciantes de Ixtaczoquitlán siguen sin aparecer- o a las miles de víctimas de la violencia. De la memoria oficial se borraron las masacres de Minatitlán, de Coatzacoalcos o de Tuzamapan. No existe vestigio del más de un centenar de mujeres que han sido asesinadas y del drama cotidiano del secuestro, ambos delitos en los que Veracruz es primer lugar nacional.
Tampoco hubo una disculpa pública para quienes han salido a las calles a demandar el abasto de medicinas; acaso el mandatario acusó a sus adversarios de la crisis del sector salud, olvidando que ellos mismos provocaron el problema por la sumisión ante el gobierno federal, quien ordenó la realización de compras consolidadas. No hay medicinas porque obedecieron al Presidente.
La memoria histórica del morenismo veracruzano alcanza apenas para dos años. Nuevamente el ex gobernador Yunes Linares volvió a ser el villano favorito para justificar la ineficacia el gobierno actual, quien se ha olvidado de los desmanes ocurridos en las administraciones de Fidel Herrera y Javier Duarte.
Nada se dijo sobre los miles de empleos que se han perdido, ni de las empresas que han cerrado, lo mismo por la violencia que por el estancamiento económico. También se ocultó que el dinero destinado a la inversión pública hoy se ha puesto a disposición de programas sociales que buscan ampliar su base electoral.
Cuitláhuac García justificó que ya no se hacen las grandes obras porque representaban grandes negocios; la misma frase taimada de López Obrador. Si el problema es la corrupción, entonces hay que combatirla y sancionarla, pero no dejar de hacer obras. Veracruz requiere carreteras, hospitales, de más infraestructura en educación; bajo esta lógica, el gobierno seguirá actuando como un mega ayuntamiento que sólo construye drenajes, banquetas y aulas escolares.
Tampoco mencionó la crisis medio ambiental que vive el estado, acaso “jugó la broma” a la titular del ramo de que nunca la encuentra porque siempre se encuentra sembrando árboles. Del millonario subejercicio de muchas dependencias tampoco hubo referencia alguna.
Pero el propósito no era hacer una reflexión seria ni un diagnóstico objetivo. Se trató fundamentalmente de una fiesta privada del morenismo para celebrar su llegada al poder. Tal vez por ello, ajeno a todas las formas políticas, a la ceremonia no fueron convocados líderes de partidos políticos de oposición, legisladores o presidentes municipales de otras fuerzas políticas, ni siquiera empresarios, líderes religiosos, organizaciones sociales o sindicatos.
La audiencia se redujo a la nueva clase política morenista y a sus familias que hoy agradecen al mandatario un patrimonio jamás imaginado. El nepotismo en pleno aplaudía a rabiar. Esa fue la razón por la que el evento se convirtió en una pasarela al autoelogio y un burdo aplausómetro para medir la popularidad del gabinete, en un acto marcado por el futurismo electoral.
Con la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero como testigo –esta vez sí se cuidó que no la grabaran-, Cuitláhuac García dio muestras de lo que será el futuro de su administración: un catálogo de justificaciones frente a los escasos resultados en todas las áreas de la administración pública. El estado sigue a la deriva frente a un gobierno que intenta avanzar como una rémora de la Presidencia de la República.
Este sábado el espejo respondió lo que la malvada reina quería escuchar. Es posible que para el 2021 se escuche el nombre de Blanca Nieves.
Las del estribo…
- Hipólito Rodríguez es dueño de una estulticia infinita. Para justificar la parálisis económica que ha provocado el cierre de hoteles tradicionales en Xalapa, ha dicho que algunos establecimientos son sucios y desagradables. Así, mientras se gastan millones en campañas publicitarias, el alcalde sugiere que quienes vengan se podrían llevar una sorpresa desagradable. Si algo sabe, que lo resuelva, que los apoye y deje de propalar versiones que evaden la realidad.
- Ya no hay corrupción aseguró el gobernador. Y la mejor muestra es Miguel Ángel Vega García, ex titular del Órgano Interno de Control (OIC) en la Sedesol y Sedatu de Rosario Robles y uno de los artífices de la famosa estafa maestra. Hoy es director general de Transparencia, Anticorrupción y Función Pública en la Contraloría General del Estado y el ejecutor de la asonada que intentan tejer en torno a la Secretaría de Finanzas. Así el doble discurso de la 4T aldeana.