Naolinco de Victoria, Ver.- Como cada año en estas fiestas, las familias naolinqueñas recuerdan con cánticos y recorridos por iglesias y altares en casas de familiares y amigos, al padre, la madre o el hermano que partió al Mictlán.

Al mismo tiempo el pueblo es invadido de visitantes procedentes del país y del extranjero, que curiosos por ser parte de la fiesta, participan de las ceremonias, degustando la gastronomía local, los licores tradicionales y admirando las catrinas de tamaño natural que se encuentran en cada vivienda y tienda comercial.

Anteriormente las familias abrían a propios y extraños sus casas para brindarles un minuto de reposo, les ofrecían comida y bebida, y los invitaban a cantar sus alabanzas, rezar y formar parte de la ceremonia de bienvenida a sus muertos, sin embargo por la inseguridad muchos prefieren ya no hacerlo.

En el interior de los hogares se instala el tradicional altar de muertos, elaborado con papel picado, flor de cempasúchil, dulces, frutas, pan, tamales, pollo en mole con arroz, rompope, pipían, agua, veladoras, calabaza, camotes, aguardiente y, sobre todo esto, en la parte superior, la imagen de la Virgen del Carmen, la patrona de Naolinco.

Catrinas de tamaño natural

Meses antes los artesanos del lugar se preparan para la elaboración de las tradicionales y únicas catrinas de Naolinco, que lucen vistosas vestimentas en todo tipo de situaciones y lugares.

En cada esquina, en cada casa y comercio, en el parque municipal, estas figuras de tamaño natural, elaboradas con papel de china, cartón y alambre, lucen vistosos trajes, alusivos a distintas etapas de nuestra historia, y representan lo mismo a un mesero, un chofer, una dama de alta sociedad o una campesina.

Interesante es la muestra de catrinas de la Casa de la Cultura, en donde incluso los visitantes hacen filas hasta de una cuadra los días 1 y 2 de noviembre para recorrer la exposición, famosa a nivel nacional, la cual ocupa todas las salas del antiguo edificio.

La Cantada

La tradicional «Cantada» inicia en las casas de las familias, y de allí el grupo de familiares, amigos y visitantes parte a la capilla del panteón municipal para recordar al pariente y amigo y entonar alabanzas a las almas benditas.

Por las calles de Naolinco se observan las procesiones de familias portando velas y entonando los cánticos: «Salgan, salgan, salgan, ánimas de penas, que el rosario santo rompa sus cadenas».

«Lúgubre mansión en la que habitamos, pecamos, morimos, recuerdo de hermanos, pidan pues a Cristo con semblante tierno, concedan se acorte el ardiente fuego».

A continuación el contingente sale del cementerio e inicia el recorrido por las casas de amigos y familiares, que les ofrecen bebidas tradicionales y tamales de elote, dulce o rancheros.

Morita, jobo y verde

Para los jóvenes, las fiestas tradicionales de Todos Santos alcanzan su punto máximo la noche del 1 de noviembre, la cual se caracteriza por ríos de bebidas tradicionales como mora, nanche, verde, jobo, torito, piñón y berenjena, que venden los propios lugareños y que los visitantes beben con profusión a pesar de la moderación que piden las autoridades.

Cientos de jóvenes, foráneos en su mayoría, recorren las calles de la población con cervezas y bebidas tradicionales en mano. Afuera de las casas los hermanos, primos, amigos y visitantes se forman en grupos numerosos para decir «salud» por las «almas benditas», con la música a todo volumen. La fiesta apenas comienza.

La celebración no termina ahí porque el 2 de noviembre por la mañana los naolinqueños acudirán nuevamente a los panteones a visitar a sus fieles difuntos para llevarles flores y elevar una plegaria al creador por sus almas.

En el parque central, restaurantes, cafés y calles no cabe un alma. Así se vive en Naolinco la tradicional fiesta mexicana de Día de Muertos, la cual es un orgullo para todos los veracruzanos.

Sitio entrañable

Quienes han visitado esta población localizada a 40 minutos de la capital del estado, saben que la gastronomía se caracteriza por guisos tradicionalmente mexicanos como el mole rojo, los chiles de chipotle rellenos, carnes y chorizos asados, así como por el pan de muerto, que inunda anaqueles de tiendas y restaurantes en esta época.

En sitios naturales esta región no se queda atrás, como lo demuestra la cascada de Naolinco, de más de 100 metros de altura, la cual es admirada por propios y extraños desde un mirador.

Además de ello el turista encontrará un sitio acogedor, lleno de historia y tradición, con sus calles adornadas con flores de cempasúchil, moco de pavo, papel de china, velas y catrinas de tamaño natural que son la delicia de los visitantes, quienes no resisten la tentación de tomarse la tradicional fotografía con ellas.

AVC