Hablar de las revoluciones sociales, es escrutar lo que las motivaron o las motivan. Las inconformidades de la colectividad, transformadas en pensamientos de rebelión, se azuzan ante el hartazgo de la frustración en el que se le tiene sometido a un pueblo. En ello, se proclama el deterioro social-económico y emocional,  la falta de oportunidades, que trastocan los sentimientos, transformándolos en voluntad de lucha contra los opresores, quienes perdieron el juicio o la razón, por continuar manteniéndose en el poder que esclaviza y somete a las mayorías. La rebelión ante las azarosas condiciones, son, el principio fundamental de la dignidad humana.

La Revolución en México en 1910, cimentó los principios de que en este país, la igualdad y el bienestar social deben de ser privilegio para el pueblo. Posterior a la revuelta y a la lucha de clases, se fundaron las instituciones que daban paso a la sinergia del México rural, al México de la burocracia, sincretismo que brindaba mejores expectativas de oportunidades para el crecimiento, desarrollo personal y colectivo; como la atención a la enseñanza escolar, al campo, el control de la hacienda pública, el derecho a la salud, entre muchas otras necesidades, que emergían, manifestándose ante el abandono durante décadas de una sociedad explotada, prácticamente rural, diezmada, dando origen a la conformación de las instituciones, que otorgaron certeza al pueblo de que se caminaba por el camino correcto, y así lo entendían los republicanos y demócratas que buscaban  escaños en la cámara baja, la cámara alta, y el poder ejecutivo. La burocracia se agrupo en diversas organizaciones, como los sindicatos, que defendían los derechos laborales e integraban a los trabajadores en una organización que buscaba el sentido de pertenencia. Al transcurrir del tiempo se han ido transformando estas organizaciones sindicales en cotos de poder de cacicazgos, de cacicazgos dictatoriales, a través de diversos métodos de explotación, control, manipulación, dominio y sometimiento con dejo de corrupción. Empoderados, desgastados y envejecidos, estos “liderazgos”, no permiten la evolución de los trabajadores, y éstos son rehenes de la esperanza permanente y de la incertidumbre arraigada ya en sus personas, de que pronto tendrán cumplidas las expectativas laborales a las que aspiran, lo cual desde luego, es mentira, ya que es una forma de control, poder y manipulación esperanzadora, ilusionismo que hace al trabajador un prisionero psico-emocional, que al pasar de los años, le va deteriorando física y cognitivamente, alterando su estatus de bienestar, somatizando estos estímulos saboteadores neurofisiológicos , a su organismo, en un sinfín de padecimientos, que bien podemos denominar: los males y las enfermedades de la esperanza no cumplida, entonces, envejecen antes de tiempo, pero, no tan solo es el deterioro del envejecimiento físico, sino el sometimiento mental que degrada sus emociones, y requieren de drogas medicamentosas para seguir subsistiendo, viviendo su propio infierno patronal-sindical-terrenal, permitido por ellos mismos, en donde, callados y mansos, aceptan las condiciones a pesar de su inconformidad interior, de los dictadorzuelos sindicales, quienes les obligan a través de la represión emocional, ya desesperanzados, extraviados de su fortaleza de voluntad a erigir edificaciones religiosas en los centros laborales, que les significan en el inconsciente-consciente, la presencia del poder con la imagen, no solo de la virgen que pretenden adorar, sino de la presencia omnipresente del que los  “liderea” que les tiene sometidos y acobardados en una fe esperanzadora y de terror, que les incarcera, les secuestra y les somete su libertad, libertad no sólo física, sino mental, formateando sus pensamientos a la sumisión y el conformismo burocrático sin mayores expectativas profesionales en la vida, fenómeno éste que les encadena su interior, el alma y el espíritu, estableciendo una conducta de autómatas, que existen pero no viven. El sufrimiento, es la constante, entonces enferman, por alteración de las emociones y la desesperanza, que ha impactado neurológicamente en su condición humana y su consciente,  ya no son ellos mismos, sino que son la burocracia-sindicalista personalizada, porque en su interior, en su yo, los deseos han sido reprimidos con el instrumento del liderazgo sindical, su yo laboral-social. Siendo que, los trabajadores pierden la capacidad de indignarse, porque no alcanzan a visualizar las condicionantes, que les someten, a ellos y, lo más degradante; a sus familias, a sus hijos, sin siquiera tener la oportunidad de una vivienda y un salario digno, porque, profesionistas bien preparados, como lo son, con estudios de posgrado, les otorgan códigos laborales denigrantes con salarios ominosos, que dañan principalmente a la condición esencial de una sociedad, la familia, pero, el conformismo y la desesperanza transformada en apatía y miedo, han logrado su fin…que pierdan la voluntad y la capacidad de indignarse, aceptando el sometimiento, divididos, sin defenderse.

El promedio de expectativa de vida en México, es de 75 años para la mujer, 73 para el hombre, más-menos, de acuerdo a las circunstancias de la vida misma, y, ya no habrá otra oportunidad para vivir…entonces, por qué no la rebelión, por miedo, es la respuesta. El miedo frena al hombre en sus deseos, en sus aspiraciones y los esclaviza de su circunstancia y de ellos mismos. Entonces que la indignación, a pesar del miedo, estremezca las voluntades para rebelarse contra la opresión.

Richard Wilkinson, epidemiólogo, historiador económico y activista británico, ha dedicado su carrera a estudiar los efectos de la desigualdad, publicando sus experiencias en sus libros: “Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva”. “Igualdad. Cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo”. Menciona, en ellos, que ahora sabemos más sobre cómo se desarrolla nuestro cerebro, y podemos ver en él los efectos de la pobreza o de la ausencia de oportunidades. “El cerebro refleja la vida que hemos vivido. Las habilidades de cada persona son primordialmente el reflejo de su punto de partida en la escala social. En las sociedades más desiguales, en donde el amor propio de la gente está minado, se intenta recuperarlo aplastando a los más débiles. Y, eso es común, no solo en poblaciones humanas, sino también entre simios. Un mono que pierde una batalla por el estatus, enseguida se enfrenta a sus inferiores para evitar una pérdida catastrófica de categoría. Al igual que los simios, muchos humanos se ven obligados a confirmar su estatus con los que consideran inferiores. La desigualdad convierte la posición social en algo mucho más relevante, hace que nos juzguemos más. Y cuanto más nos fijamos en el estatus, más tememos el juicio del otro. Así piensa mucha gente con una enfermedad mental”.  “Los efectos de la desigualdad no son tan obvios. Pero, afecta a la felicidad, al bienestar, a la salud, a la esperanza de vida, a tu valor en la sociedad, a los resultados académicos, provoca un aumento del consumo de drogas, causa infinidad de problemas muy perniciosos. Todos los problemas que son más habituales en los estratos más bajos se extienden por toda la sociedad. Nos dañan a todos”.

Sintácticas

Del poeta Salvador Díaz Mirón. Al zar de todas las Rusias:

Tiembla, tirano… ¡Yo soy la libertad!

De Jevs:

Fatalmente la soledad más absoluta, abandona hacia el olvido a quien no se revela incluso contra sí mismo.

De San Agustín en su obra Confesiones:

Mi actual discernimiento de las cosas, no coincide exactamente con el que en otros tiempos hacía, cuando con tanta frecuencia pensaba en ellas. Muchas veces las entendí; y lo que ahora de ellas entiendo, lo mando a la memoria para poder más tarde recordar que lo entendí. También recuerdo que he recordado, y que en muchas ocasiones no pude recordar lo que quería.

Daniil Trifonov. Rachmaninov. Concerto pour piano n° 3. Philarmonie de Paris. Radio France: