MIAMI, Estados Unidos. – La bailarina cubana Alicia Alonso, figura legendaria de la danza clásica y simpatizante del régimen castrista, falleció este jueves a los 98 años, informó a Efe un representante del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Alonso, quien pese a su avanzada edad permanecía en activo al frente del BNC, se encontraba ingresada por complicaciones de salud en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) de La Habana, donde murió en torno al mediodía.
La causa del fallecimiento fue una enfermedad cardiovascular, según la estatal Agencia Cubana de Noticias.
Aunque en los últimos meses circulaban en la isla comentarios sobre el delicado estado de salud de la bailarina, ni el BNC ni su entorno divulgaron su hospitalización, por lo que de momento se desconoce cuánto tiempo permaneció ingresada en el CIMEQ.
En este hospital militar de alto nivel también se tratan las personalidades extranjeras que recurren a Cuba para recibir atención médica.
Tampoco se han difundido por ahora detalles sobre los funerales y homenajes que previsiblemente rendirán en Cuba a su “prima ballerina assoluta”.
Pese a su avanzada edad y a la ceguera casi total que sufrió por largos años, incluso en su época de bailarina en activo, Alonso se mantuvo pendiente de los escenarios hasta el último momento a la cabeza de la compañía, con gran prioridad en la supervisión del trabajo de los jóvenes bailarines, a quienes trasmitió su legado.
La autodenominada “prima ballerina assoluta” del BNC seguía dirigiendo formalmente la compañía, aunque desde enero pasado con el apoyo, como subdirectora, de la bailarina Viengsay Valdés, que es quien tomaba ya las decisiones artísticas, pero “siempre fiel” al legado de Alonso.
Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, su nombre original, nacida el 21 de diciembre de 1920, en La Habana, Cuba, hija de padres españoles, fue la menor de cuatro hermanos y dio sus primeros pasos en la danza a la edad de nueve años.
Con una definida vocación por la danza, sus estudios de ballet comenzaron en la escuela de la Sociedad Pro-Arte Musical, de la mano del profesor Nikolai Yavorsky.
La pequeña Alicia rápidamente destacó por sus extraordinarios dotes y se convirtió en una aventajada alumna que debutó el 29 de diciembre de 1931 como dama de la corte en el “Gran Vals” del ballet.
A finales de los años 30 del siglo pasado, la artista se trasladó a Estados Unidos para continuar su formación en la School of American Theatre.
Ya había contraído matrimonio con el bailarín cubano Fernando Alonso, de quien adoptó el apellido Alonso que la acompañaría a lo largo de toda su trayectoria artística.
Su actividad profesional en Estados Unidos comenzó en 1938 bailando en comedias musicales como “Great Lady” (Gran Dama) y “Stars in your eyes” (Estrellas en sus ojos) junto a renombradas figuras de la época, antes de integrar el American Ballet Theatre de Nueva York en 1940.
Elevada al rango de primera bailarina, actuó en escenarios de diversos lugares del mundo, y en 1943 debutó en el ballet “Giselle”, el personaje de la campesina ingenua, romántica y engañada que bordó al mínimo detalle interpretativo para convertirlo en el más emblemático de su extenso repertorio.
En el American Ballet, Alonso trabajó con relevantes coreógrafos de la talla de Michel Fokine, George Balanchine, Léonide Massine, Bronislava Nijinska, Anthony Tudor, Jerome Robbins y Agnes de Mille, y tuvo como pareja a Ígor Yushkévich con quien participó como estrella invitada en los Ballets Rusos en Montecarlo.
El 28 de octubre de 1948 fue una fecha clave en su trayectoria: fundó en La Habana, en colaboración con los hermanos Fernando y Alberto Alonso, el Ballet Alicia Alonso, primero de su tipo creado en la isla.
Alicia Alonso compaginó sus actividades entre el American Ballet Theatre y su propia compañía, que tras el triunfo de Fidel Castro en 1959, recibe apoyo gubernamental y se reorganiza como Ballet Nacional de Cuba (BNC), su nombre actual, y bajo la dirección general de la famosa bailarina.
Fue la primera bailarina del hemisferio occidental en actuar en la entonces Unión Soviética y la primera representante americana en bailar con el Ballet del teatro Bolshoi de Moscú y el Kirov, en Leningrado (San Petersburgo) en 1957 y 1958, respectivamente.
Sus giras internacionales la llevaron a Asia, América, la Ópera de París, el Royal Danish Ballet y otras muchas compañías.
Desde su juventud, Alonso había padecido un defecto de visión en un ojo, y en pleno apogeo de su carrera en los años setenta sufrió desprendimiento de retina, una dolencia que la dejó casi ciega para el resto de su vida.
En tres ocasiones pasó por el quirófano para intentar superar sus problemas con la visión, y la última de ellas le planteó la difícil prueba de mantenerse alejada de los escenarios por dos años, un obligado reposo que “fue duro, pero aprendí a bailar con el cerebro”, según contó.
“Me ubicaba en Giselle e iba paso por paso en la coreografía, desde que se abría el telón hasta el final. Me entrené a ver los ballets en mi mente como si fuera el público. Estudiaba los pasos del cuerpo de baile, de los solistas”, reveló una de las pocas ocasiones en las que trató el tema públicamente.
A sus 98 años trataba de mantener su rutina laboral, solo alterada cuando se encontraba fuera de la isla en alguna gira.
Con información de EFE